«Nosotros somos un club humilde en el que todo todo lo hacemos a costa de nuestro sacrificio». Esta afirmación, en boca de Jesús Martínez, octogenario, jubilado y utillero de la Sociedad Deportiva Logroñés, adquiere una hondura especial. Porque, Jesús el Abuelo Martínez cuenta que ya era aficionado del C.D. Logroñés cuando aún no había cumplido los diez. Claro que aquel equipo de fútbol, el Club Deportivo Logroñés, desapareció hace casi 15 años.
Las palabras de Jesús abren Aúpa, el mediometraje sobre la Sociedad Deportiva Logroñés. Un documental que el equipo responsable de la película presenta ahora en el festival de cine internacional sobre fútbol Táctica en Barcelona. La programación se extiende del 4 al 7 de mayo en Barcelona y las entradas están disponibles aquí.
La historia del Logroñés, o, mejor dicho, de las distintas encarnaciones del conjunto oriundo de Logroño, del Club Deportivo Logroño a la Sociedad Deportiva Logroñés, es la historia de un club de fútbol español y, en muchos aspectos, es también la historia de la España reciente.
El C.D. Logroñés nació en 1940 a partir de la carcasa del desaparecido Club Deportivo Logroño, disuelto tras el estallido de la Guerra Civil. El equipo nace en una España empobrecida, bajo el yugo de un dictador que se las arregló para mantenerse en el poder durante 36 años, o lo que es lo mismo, hasta que fue su cuerpo el que dijo basta.
La herencia del Club Deportivo Logroño es definitoria para el Club Deportivo Logroñés: hereda el escudo, una estrella de cinco puntas con las siglas del equipo en su interior, y el estadio, el antiguo Las Gaunas, edificado en 1924 y bautizado en honor a las hermanas Gaona, que cedieron los terrenos sobre los que se construyó.
La estrella del escudo, con sus cinco vértices, despertó algunas suspicacias de una dictadura emparanoiada con la influencia de los judeomasones, enemigos jurados del régimen y coco particular de la ideología franquista. O, como diríamos hoy, las suspicacias de una dictadura apuntalada sobre teorías de la conspiración y la alianza entre la Iglesia, los apellidos compuestos y un ejército acomplejado por su propia incapacidad de mantener las colonias.
La primera década de vida del club se sucedió en las divisiones menores, merodeando de Tercera a Primera Regional, en las que el club se abona a los primeros cuatro puestos, hasta el ascenso a Segunda en 1950. Pero, en realidad, es a partir de los años 80 cuando el equipo despunta y comienza un meteórico ascenso hacia el Olimpo del fútbol profesional.
Los 80 son años locos en los que el club, además de por su desempeño —o falta de él— sobre el césped, amerita titulares por la pérdida del control de las piernas de uno de sus jugadores a cuenta de un virus. O por el cabezazo de su entrenador, Delfín Álvarez, a un periodista de Radio Nacional, que terminó sangrando por la nariz, a cuenta del cráneo del técnico.
En ese contexto llega el año histórico de 1987. Una temporada que, prescindiendo de paños calientes, empieza mal para el conjunto riojano. En enero, según la hemeroteca, el club daba de baja al argelino Karim Maroc por su «total falta de forma física», y en febrero se ponía a buscar portero tras la lesión de Jaume Huguet, «una de las figuras del equipo», según el diario El País.
Si el año 1987 comenzaba de manera accidentada, el equipo terminaría firmando una de las temporadas más exitosas de su historia. En la Copa del Rey llegaron a los cuartos de final, para caer en marzo ante el Athletic de Bilbao con una derrota a 2 a 0 en San Mamés y una victoria por la mínima en Las Gaunas. Pero el mayor triunfo llegaría cuatro meses después, en junio, cuando bajo la batuta de Jesús Aranguren los blanquirrojos lograban el ascenso a primera tras ganar 1-0 al Valencia con gol de Noly. Tras el ascenso, el club renovó al entrenador y pagó a los jugadores 75.000 pesetas por barba.
Si el año 1987 comenzaba de manera accidentada, el equipo terminaría firmando una de las temporadas más exitosas de su historia.
Un año después, el club hacía equilibrios para mantenerse a flote económica y deportivamente. El 22 de mayo de 1988, «determinadas personas arreglaron un partido entre el Logroñés y el Espanyol para empatar en Sarriá», afirmaba en 2020 Fernando Martorell, entonces vicepresidente del Espanyol. El empate suponía que ambos clubes se libraban del descenso a Segunda División. Ocho días más tarde, el 30 de mayo, el empresario Marcos Eguizábal ganaba las elecciones y se ponía al frente del club.
Oriundo de la Rioja, Marcos Eguizábal, bodeguero y constructor, se había hecho unos años antes con varias de las bodegas de Ruiz-Mateos durante la liquidación del grupo Rumasa. Eguizábal, con inversiones inmobiliarias en Logroño, Madrid y Almería («Yo veía allá arriba Sierra Nevada y decía: aquí tiene que haber agua. Traje a un geólogo holandés, y vaya si la había»), estaba llamado a convertirse en uno de los protagonistas de la edad de oro del club.
Un año más tarde, en 1989, mientras el mundo cambiaba con la caída del Muro de Berlín, comenzaba la temporada fantástica del C.D. Logroñés. Pero, antes de los logros, con la temporada recién estrenada, el club recibía una sanción «por poner en circulación unas máquinas tragaperras para obtener ingresos atípicos careciendo de la autorización gubernamental», según informaba la agencia EFE.
En esa temporada, la 89-90, el Logroñés, después de acumular dos años de experiencia en primera división y de una segunda vuelta de Liga de relumbrón —acumularon 23 puntos de 57 posibles—, se quedaba a dos puntos de jugar en la UEFA, el mejor resultado en la Liga de su historia.
Eguizábal presidió el C.D. Logroñés durante la totalidad de su periplo por la Primera División. Tras el ascenso de 1987, el equipo se las arregló para mantenerse en Primera hasta 1995, cuando solo consiguió sumar 13 puntos en Liga, insuficientes para mantenerse en la máxima categoría. El descenso de 1995 no solo supuso la llegada de los tiempos duros a Las Gaunas, también fue la confirmación del divorcio de Eguizábal con la afición. El empresario prometió que se marcharía, pero antes, devolvería al equipo a Primera.
En 1996, mientras el aznarismo tomaba la Moncloa, Marcos Eguizábal cumplía su promesa. Eran los años de las corridas de toros solo para mujeres de Jesulín de Ubrique, de la Macarena y de los primeros impulsos desvergonzados a la economía del ladrillo y el pelotazo inmobiliario.
Con la ayuda de Juande Ramos—que a final de temporada pondría rumbo a Barcelona para entrenar al filial blaugrana—, el bodeguero riojano volvió a llevar al C.D. Logroñés a Primera. El ascenso no palió los problemas económicos de una entidad que, a mediados de los 90, comenzaba a encarar una lenta agonía.
En junio, al final de la temporada, recién salido Eguizábal por la puerta de atrás, el Logroñés fichaba a Miguel Ángel Lotina como entrenador y los jugadores protagonizaban un encierro en protesta por el impago de los 75 millones de pesetas de las primas prometidas por el ascenso a Primera. El monto de las primas hacía palidecer el importe que los jugadores habían recibido por el mismo concepto menos de una década antes, ilustrando el descontrolado aumento de los costos del fútbol.
Si en 1987 los jugadores habían recibido entre uno y dos millones de pesetas por primas entre toda la plantilla, en 1996, nueve años más tarde, la inflación futbolística dictaba que habían de recibir una cantidad superior a esa cada uno.
En el año 2000, tras los impagos a la plantilla, el club descendía a Tercera División. Sería ese el primero de tres descensos de categoría por impagos que asolarían el juego de los riojanos.
Los equipos modestos, comenzaban a tener problemas para competir en un entorno económico despiadado y el conjunto blanquirrojo no era una excepción.
En el año 2000, tras los impagos a la plantilla, el club descendía a Tercera División. Sería ese el primero de tres descensos de categoría por impagos que asolarían el juego de los riojanos.
Durante esa década aciaga, en la que las finanzas mundiales zozobraron tras la monumental quiebra del banco norteamericano Lehman Brothers, varios compradores retiraban consecutivamente sus pujas por el club. Luis Oliver, antiguo dueño del Xérez, o Janos Beke, empresario del porno, anunciaban su interés en el Logroñés como quien anuncia que el lunes dejará de fumar, sin llegar a ninguna conclusión.
Al mismo tiempo, los jugadores, a menudo sin cobrar, encaraban una huelga detrás de otra para protestar por los impagos. Ante una de estas negativas a jugar, los encargados de dirigir la nave a la deriva, el empresario madrileño Juan Hortelano y el liquidador de la entidad Julio Jimenez, amenazaban con poner a jugar al filial. Era aquel un disparo sin bala. La federación impedía la jugada de los dos gestores con la justificación de que el club tenía los derechos federativos suspendidos: había pendiente una denuncia de algunos jugadores por haber cobrado con cheques sin fondos.
En febrero de 2002, el club inauguraba el que sería su nuevo estadio, de nombre Las Gaunas, igual que su predecesor. Construido con un sobrecoste del 100% por un total de 13,5 millones de euros, el estadio había sido una de las armas electorales del PP en las elecciones de 1999, que lo cedió al Logroñés a cambio de que este se hiciese cargo del IVA de las obras.
Dos años es lo que tardaría el Logroñés en ser desalojado de Las Gaunas. En 2004, el ayuntamiento rescindía el contrato alegando que el club era culpable de incumplimiento. «Ni siquiera ha dado de alta la luz, el agua y el gas», resumía el entonces concejal de Deportes de Logroño por el PP Javier García.
El 31 de diciembre de 2008 el técnico del club, Edu García, suspendía los entrenamientos del equipo después de que se presentaran solo 8 jugadores a la sesión. Dos días más tarde, estrenado el 2009, el entrenador anunciaba su dimisión, efectiva a finales de la misma semana. Ese domingo, el último con Edu García al frente del equipo, la formación jugaría el último partido de la historia del C.D. Logroñés. Perdieron 1-0 contra el Arnedo.
El siguiente partido se saldó con una incomparecencia, cuando los jugadores se negaron a salir a jugar tras los impagos acumulados por la directiva. El domingo siguiente, aciago 18 de enero de 2009, el diario El País recogía el último acto de la tragedia del Logroñés.
«Los jugadores del Club Deportivo Logroñés no han acudido hoy al partido de Liga que debían disputar en el campo de San Miguel, en Navarrete (La Rioja), con lo que este equipo acumula ya dos incomparecencias y, según la reglamentación, será excluido de la Liga del grupo XVI de Tercera División». Poco después se disolvía el C.D. Logroñés poniendo fin a la historia de un club de fútbol español.
¿Definitivamente? No. Al estilo de los irreductibles galos de la aldea de Astérix, un grupo de acérrimos aficionados del Logroñés comenzaba en esos tiempos a reunirse en la puerta cero de Las Gaunas. Organizados bajo el nombre de Plataforma Puerta 0, fueron los artífices de la creación de la Sociedad Deportiva Logroñés que hoy se pasea por los campos de la Primera División RFEF, la tercera división del fútbol español.
Es la S.D. Logroñés la que protagoniza Aúpa y la que cuenta entre sus filas con los servicios de utillero del Abuelo. Y tiene otra historia que contar. Aunque para esa quizá sea mejor pasarse por Táctica.
«Medio lapona, medio esquimal, medio mongola», parodiaba Joaquín Reyes y recuerda Pablo Gil en un…
Si eres un imperio, la única verdad de la que puedes estar seguro es que…
El Conde de Torrefiel es un proyecto escénico que fluctúa entre la literatura, las artes…
Les gustaba leer, pero nunca encontraban tiempo. También les gustaba quedar y divertirse juntos, pero…
La tecnología (pero no cualquiera, esa que se nos muestra en las pelis de ciencia…
La ciudad nos habla. Lo hace a través de las paredes, los cuadros eléctricos ubicados…