¿Te imaginas a los personajes de Los Simpson representando Hamlet? Oh, espera, eso ya ha sucedido. Bueno, pues imagínatelos reproduciendo pasajes de la Biblia. No, un momento, eso también lo han hecho. Pues imagina un homenaje a Hitchcock. Sí, también está hecho. Un homenaje Stanley Kubrick, ¿entonces? Está hecho. ¿Superman? Ya está. ¿Moby Dick? Hecho. ¿Las películas de Schwarzenegger? Sep. ¿Harry Potter? También. Podríamos pasarnos horas así. Los Simpson no serían Los Simpson si no soltaran una docena de guiños a la cultura pop en cada capítulo. Los Simpson han homenajeado, parodiado y referenciado prácticamente todas las cosas importantes que han ocurrido en los últimos 25 años y una buena parte de todo lo que sucedió antes de 1989. Así, sin exagerar.
Esos episodios de ‘La casa del árbol del terror’ han sido la principal inspiración de Bartkira, un proyecto colaborativo en el que decenas de artistas reinterpretan Akira, el clasicazo del cómic japonés de Katsushiro Otomo, con personajes de Los Simpson. La serie de Matt Groening ha hecho varias referencias a la animación nipona y a lo japonés en general (hace poco homenajeó a Hayao Miyazaki en una escena altamente lisérgica protagonizada por Homer y un señor oriental), pero Akira es una de las obras que todavía no habían recibido un guiño de Los Simpson (ni falta que hacía, oiga, cada uno que haga con su serie lo que quiera).
Los cientos de artistas (aquí está la lista) que participan en Bartkira trabajan con bastante libertad, pero James ha marcado algunas normas para que la lectura sea coherente. Los personajes principales del cómic están ya definidos: Bart y Milhouse son Kaneda y Tetsuo; Ralph es Akira; Todd, Wendell y Martin son los niños con poderes psíquicos; Lisa es Lady Miyako; Krusty es el líder de la banda de los payasos; los matones Nelson, Jimbo, Kearney y Dolph son los miembros de la banda de moteros de Kaneda y Tetsuo. Los escenarios también cambian de nombre, claro: Neo-Tokio es Springfield y Japón es Estados Unidos.
James no tiene claro que Bartkira sea completamente legal, así que de momento es un proyecto sin ánimo de lucro. Todo lo que han ganado se ha donado a ONG, aunque James reconoce que no se están centrando mucho en ello y que hacer dinero nunca ha sido el objetivo. La mitad de lo que se ha recaudado ha ido para Save the Children («una de las ONG preferidas de Sam Simon, cocreador de Los Simpson, cuenta James) y la otra mitad para Naka-Kon, una organización que trabaja en la prefectura de Miyagi, la región natal de Otomo y una de las zonas más afectadas por el tsunami de 2011.
Al mismo tiempo que James Harvey coordina Bartkira, su amigo Ryan Humphrey, el autor de aquellas primeras ilustraciones que pusieron en marcha el proyecto, ha puesto en marcha otra idea parecida: Bartle Royale, una adaptación al cómic de la película japonesa Battle Royale protagonizada por los personajes de Los Simpson. «Estaba pensando en otras mezclas con Los Simpson y esta idea se me clavó en la cabeza porque creo que sería muy posible que ocurriera en la serie y tendría mucho sentido», dice Ryan; «estos proyectos se inspiran mucho en los capítulos de ‘La casa del árbol del terror’; me gusta ver cómo Los Simpson se fusionan con otros productos culturales y funciona bien».
Los Simpson no están en su momento más brillante. Sus mejores temporadas quedan ya unos años atrás y algunos críticos señalan que está condenada a que las próximas generaciones no puedan entenderla. Un artículo publicado hace un par de años comentaba que muchos de los chistes de las primeras temporadas de la serie de Matt Groening hoy necesitarían notas a pie de página y que las abundantes referencias a la cultura pop impiden que los niños, los adolescentes y los jóvenes de ventipocos conecten con la primera etapa de Los Simpson. Tal vez tenga su parte de razón, pero el carisma de Springfield es muy difícil de borrar. Proyectos como Bartkira o Bartle Royale nos demuestran que el público va a seguir adorando a Homer, Marge, Bart, Lisa y Maggie. Después de un cuarto de siglo, lo que ocurra con la serie ya importa poco.
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