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Bastien Vivès: historias en cómic de la generación milenial

Bastien Vivès (París, 1984) lleva toda una carrera dedicada a representar el día a día de su generación: los milenials. Años de cambios sociales constantes que ha reflejado en cómics publicados en España por Diábolo Ediciones. Uno de ellos es Polina, donde Vivès retrata la encrucijada de una niña bailarina llena de talento que ha de superar sus miedos y sobrevivir a la dureza de su maestro. «No quiero volver a bailar», dice tras uno de los ensayos.

En Polina, el viaje hacia la edad adulta se da de bruces con una realidad compleja y despiadada. Tener sueños no es suficiente, y la vida de Polina no es fácil: desde su entrada en la academia de ballet se ve sometida a una presión inmensa. La realidad es que no todas valen. «El baile es un arte, no puede aprenderse», le dice su profesor.

Las páginas se suceden. Los personajes se desvelan a sí mismos. «Cuando algo apesta, lo mejor es irse», dice William, uno de los chicos de la obra. De repente, la persona que habías conocido páginas atrás ha cambiado. Los blancos y negros se parecen, pero sus certezas son otras.

En El gusto del cloro, Vivès emplea algo más de 130 páginas para hablar de un tipo que empieza a ir a una piscina obligado por su fisioterapeuta. La vida toma forma de piscina: hacer un largo completo, llegar al final del día sin desmoronarse. Conocer a alguien en el lugar más inesperado, enamorarte de la manera más idiota. «¿Te has preguntado alguna vez por qué cosas estás dispuesta a morir o cuáles no abandonarías nunca?», le pregunta el protagonista a su compañera de natación.

El gusto del cloro es una obra de personas y lugares corrientes. Una interpolación de miradas, gestos y movimientos de brazos que escenifica nuestra rutina. La soledad de estar rodeado de extraños. La calidez de una cara conocida. La emoción que produce sentir algo por otra persona, como un escalofrío. «Parece que empiezas a relajarte. La piscina funciona», le dice el fisio. Como cuando te quedas sin respiración debajo del agua: a veces necesitamos una bocanada de aire para poder seguir adelante.

Su última obra es Una hermana, publicada hace pocos meses en España. Una escapada familiar a la playa es el enclave perfecto para arrojar luz sobre niños que quieren ser adultos a toda costa. Alcohol, tabaco, sexo. «Todas mis amigas lo han hecho ya. Qué vergüenza, con dieciséis años y aún no…». La ficción de Una hermana no deja de ser el retrato de una juventud abocada a madurar deprisa.

El fugaz encuentro de verano se transforma en la evocación del despertar sexual de un chico de 13 años y una chica de 16 que desmontan a un lector poco habituado a presenciar en primer plano sus vivencias más tempranas. «¿Has besado alguna vez a una chica?». Curiosidad, sonrojos, tocamientos y hormonas desbocadas: felicidad por los cuatro costados.

Los personajes de Bastien Vivès son pequeñas manchas de tinta en el papel. A simple vista, no representan más que el esfuerzo artístico de su autor. Sin embargo, cada trazo supone un instante, un recuerdo. Debajo de cada capa de tinta, Vivès esconde todo tipo de realidades. Las realidades de sus personajes, sí, pero también las de sus lectores.

Quizá el lugar sea otro. Quizá las aspiraciones parezcan lejanas. Quizá la persona sea diferente. Ya sabes, las historias siempre cambian. El dolor, la alegría o el desengaño, por el contrario, son sentimientos inherentes a cualquiera. Te hacen llorar, reír, lamentarte. Emociones que laten con fuerza. Churretes de tinta que te recuerdan que estás vivo.

Por Manu Garrido

Combinado milenial de periodista, ingeniero y chico para todo. Puedes seguir sus desventuras en @manutv.

2 respuestas a «Bastien Vivès: historias en cómic de la generación milenial»

Se me acelera el corazón, ¿vendrá ella tras el ruido del ascensor?. Hoy no hemos discutido y aún no sé cómo será su cara. Antes brillaba más, ahora se le enrojecen los ojos con más facilidad. Retumba la puerta, abro y el pasillo desaparece tras una puerta ajena. ¡Dile algo!, no… espera, volverás a tartamudear y sólo te sonrió una vez. No importa, se va la luz de la escalera y tras ella mis sueños

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