«La humanidad es un inmenso grupo de autoayuda en el que todos aprenden de todos pero nadie puede dar lecciones de nada». Los filósofos no han desaparecido en el siglo XXI, pero cada vez escriben menos ensayos. Utilizan nuevos escenarios y lo practican casi sin saberlo.
Canódromo Abandonado, los autores de esa frase, no se consideran filósofos. Pero sus ensayos audiovisuales están plagados de reflexiones sobre la existencia. Pese a ser muy respetados entre humoristas, su trabajo apenas ha trascendido más allá de un círculo reducido de fans.
La dictadura del contador de visitas de YouTube revela una audiencia de sus vídeos que no suele superar los 500 visionados. Constatarlo produce satisfacción entre sus seguidores, que disfrutan de algo que solo pocos conocen, y perplejidad entre aquellos que no entienden por qué no son más conocidos. «Quizá es que no nos lo merecemos», indica Julián Génisson, uno de los tres integrantes del colectivo.
«He detectado que generan cierta envidia dentro de círculos de guionistas o cómicos. Son creadores o artistas en el verdadero sentido de la palabra. Tienen más talento que nadie y prácticamente no sacan ningún beneficio económico de lo que hacen. Son más listos que tú y más honestos, y comprender eso puede ser incómodo para algunas personas», explica Miguel Esteban, guionista y seguidor del colectivo.
«En Internet gran parte del público es joven o muy joven y creo que el tono del discurso de Canódromo puede resultar oscuro. Son ‘siniestros’, feístas, exigen cierto esfuerzo intelectual y eso de entrada genera rechazo. Aun así, viendo sus vídeos uno sabe que está ante una obra que siempre será amada y reivindicada por un sector reducido de público y eso ya es un gran logro, quiero decir, que no sé hasta qué punto es posible o necesario que se vuelvan populares’», afirma el humorista y dibujante Miguel Noguera.
El mundo paralelo habitado por Canódromo Abandonado está despegado de la España actual. Habita un terreno alejado de los chistes sobre las diferencias entre hombres y mujeres, y de las bromas zafias creadas solamente para hacerte reír sin más. «Nos gusta y admiramos el humor que te hace reír pero que luego te asalta por la noche cuando has vuelto a casa y te hace replantearte tu vida», afirma Génisson.
A Canódromo Abandonado no les gusta repetirse. Lo de encontrar un monólogo que funciona, probarlo entre el público y repetirlo hasta la saciedad no les atrae. «Preferimos hacer cosas nuevas a costa de encontrar una fórmula para el éxito. No queremos convertirnos en fruteros de la comedia, en vedettes mendigando risas», defiende Lorena Iglesias, la segunda integrante del grupo.
Pese a ello, hay elementos que empiezan a ser marca de la casa. Una de ellas es la voz robótica que utilizan frecuentemente en sus vídeos. Son voces generadas por el programa Loquendo. Frías y asépticas. Se acostumbra a escucharlas en ascensores, autobuses o lugares públicos.
Pasado por el filtro de Canódromo Abandonado, adquiere tintes verdaderamente surrealistas, que estiran la capacidad lingüística del software. Suena inquietante escuchar a una máquina decir: «las ofertas de ocio son como un incendio y no hay suficiente leche para apagarlos».
Otro de los talentos del colectivo residen en su capacidad para encontrar fragmentos de películas olvidadas y sacarle un nuevo significado a través del sampleo y la remezcla.
Películas de serie B italianas son un lugar especialmente fértil para ello.
«Consumimos este cine desde el más absoluto respeto porque sabemos lo que cuesta hacer las cosas. No nos gusta reírnos del trabajo de los demás. En casi todos las películas se encuentran genialidades. No puedes consumirlo como si fuese basura. Lo miramos con cariño», dice Génisson.
El universo de las fotos y metraje de stock es también un lugar fascinante para ellos. «Nos gustan, sobre todo, las que reflejan situaciones corporativas. Miles de fotos de hombres y mujeres trajeados. Los ejecutivos nos dan miedo. Así nos ve el sistema. Gente vestida de ejecutivo». Las marcas de agua las dejan para «diluir el concepto de autoría».
Los tres se ganan la vida haciendo otras cosas. Algunas intrascendentes, según sus propias palabras. Otras estimulantes como Aaron Rux, estadounidense y tercer miembro del grupo. Él es músico, compositor y toca junto a Joe Crepúsculo, quien encargó a Canódromo Abandonado realizar su videoclip Fuego, publicado en mayo de este año. Rux es, además, el encargado de sonorizar las creaciones del trío.
Las cosas intrascendentes están llenas de significado
En ocasiones, la genialidad de Canódromo Abandonado reside en encontrar lecturas surrealistas de algo tan cotidiano como el ojo humano.
«Nos fascina esta parte del ojo porque nos hace sentir muy vulnerables. Es como si una parte de nuestro interior estuviese fuera y expuesta. Es la carne que se ve. Algo de dentro que inexplicablemente está en el exterior», cuenta Rux.
En su día a día hay reglas que cada integrante debe seguir. Las comillas irónicas están terminantemente prohibidas en su trabajo al menos que sea para denunciar su más absoluto desprecio por este recurso lingüístico.
Los sueños alimentan sus ideas. «Tenemos una fijación con los estados de conciencia que no controlas aunque la vida también está llena de escenas inspiradoras. Como el otro día, cuando salí a comprar encurtidos y me encontré un cartel que decía: ‘aprende a gestionar tus emociones’», comenta Génisson.
«No saldremos nunca del bucle de becario»
Hace ya cinco años que nació Canódromo Abandonado a partir de un taller de comedia donde coincidieron Lorena y Julián. «Nos dimos cuenta de que la ortodoxia no era lo nuestro. Semanas después conocimos a Aaron y enseguida hubo química».
Pese a que siguen sin conseguir un gran impacto, no se preocupan por ello. Son colegas y se lo pasan bien con lo que hacen. «No tenemos prisa. Somos muy pacientes aunque nos encantaría algún día poder ganarnos la vida con esto».
¿Cómo se recordará a Canódromo Abandonado en el año 2110?
«Todos estaremos muertos, así que no importará demasiado», indica Julián.
«Les costó 7 años pero al final consiguieron abrir su propio canal de televisión. Consiguieron comprarse un autobús para cada uno y no se enfadaron jamás», explica Lorena.
«Se lo pasaron bien. Ah, y agradecemos que no nos hayas preguntado por el posthumor», dice Aaron al entrevistador.
Rux se consuela con poder alargar los placeres que le aporta formar parte de este colectivo. «Gracias a Canódromo Abandonado, vivímos una adolescencia prolongada más allá de la treintena, que nos permite no salir nunca del bucle de becario. Este año habrá más películas, más shows y un nuevo disco. Más Canódromo. Seguiremos pintando gotelé con Pintalabios».
«La parte buena es que van a seguir haciendo cosas maravillosas aunque no tengan ni la milésima parte del éxito que merecen. La parte mala es que no creo que de momento les den un millón de euros para hacer una película o una serie. Y es una putada, porque sería maravilloso ver esa película», concluye Miguel Esteban.