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Y tú más: ¡Capullo!

Por mucho que te gusten las rosas en primavera; por muy feliz que te hagan cuando te regalan un ramito lleno de ellos, si te llaman capullo no te están diciendo nada bueno, créeme.

Porque dicho de una persona, capullo es un novato (según el DRAE), que esta vez sí se queda corto, pero corto corto, en la definición.
Un capullo es un tonto, sí, un sinónimo de gilipollas, un patoso, un cabezahueca. Es cierto que podemos mirarle con simpatía a pesar de su estulticia por ese aire de aprendiz que desprende. Pero un capullo puede ser además alguien que no solo es tonto, sino también mala persona.
Dice Pancracio Celdrán que «también se dice del tonto que en su ignorancia pretende pasarse de listo dejando al descubierto su simpleza. Sujeto introvertido y palurdo que estando muy encerrado en sí mismo se va abriendo conforme se le brinda amistad o se le da confianza». Quizá ahí esté la metáfora. Igual que un capullo floral se va abriendo descubriendo la flor que lleva dentro, un capullo humano va mostrando poco a poco su estupidez.
Tendríamos, pues, la primera acepción del término y su explicación. Una metáfora: capullo=algo inocente, no experimentado ni maleado por la vida, por tanto, tontorrón, ingenuo.
¿Y su etimología? Según la RAE, capullo podría venir de capillo, «influenciado en su terminología por la del latín cucullus, capucho». Sin embargo, el señor Celdrán cree que se relaciona con el latín capitulum, que significa «cabezuela, capullo, referido acaso al prepucio». Y aquí enlazamos con otras expresiones insultantes y soeces del tipo «tonto de la polla», «cabeza pijo» y otras lindezas. Ya está, con el pene hemos topado.
Porque además de usarlo para insultar, capullo es también una palabra soez para definir al miembro viril. Y es otra de las definiciones que da la Academia sobre capullo: prepucio. La explicación, metafórica también, está clara si pensamos en la forma y en el significado.
Para reforzar esta teoría, don Pancracio recuerda que en un Glosario de El Escorial se traduce «praeputiumpor, capillo de carajo», igualando algunos capillo y capullo. Por tanto sería un recurso expresivo más en torno a pene.
Capullos insignes ha habido muchos. De los inocentes y de los malos. Pero no es de buena educación señalar con el dedo. Así que mejor lo dejamos aquí.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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