Dicen que debajo del suelo chino hay búnkers donde viven cientos de personas. Ocurre en muchas ciudades. Albert Bonsfills salió en busca de estas viviendas subterráneas cuando dejó Barcelona con destino a Beijing. Quería encontrarlas y fotografiarlas. No halló nada. Pero sus paseos no fueron en balde. En el distrito de Chaoyang, en la capital del país, descubrió las imágenes de esa cara de China que los medios han convertido en literatura de masas. La explotación laboral y el trabajo a destajo.