Doblado o en versión original. Es un debate muy antiguo, pero está lleno de imprecisiones y de ideas aceptadas que no son ciertas. Por ejemplo, el doblaje al español de las películas no fue una idea de Franco, sino que se popularizó antes de la Guerra Civil. En aquella época el doblaje se realizaba en estudios franceses, pero Franco vio en esta técnica una estupenda forma de moldear la mentalidad de los españoles y de exaltar los valores del nacionalcatolicismo. Censura y doblaje se convirtieron entonces en dos caras de las misma moneda.
Hay una secuencia en Espartaco (Stanley Kubrick, 1960) en la que Tony Curtis, muy femenino, aplica un masaje con aceites esenciales sobre la desnuda espalda de Lawrence Olivier. La escena, de tremenda carga homoerótica, no pudo verse en España hasta 1977, por mostrar un diálogo repleto de dobles sentidos en el que ambos divagaban acerca de las ventajas e inconvenientes de comer ostras o caracoles. Aquí te la ofrecemos porque no tiene desperdicio:
En Mogambo (John Ford, 1953) el doblaje convirtió un simple adulterio, impensable para la pacata audiencia de la época, en un incesto, pues a los censores no se les ocurrió otra cosa que hacer que Grace Kelly y Clark Gable fueran hermanos en vez de amantes. Creyeron que con esa artimaña y eliminando las escenas de besos el público español, uno, grande y libre, quedaría resguardado de un maléfico ejemplo de infidelidad conyugal.
En este campo hay grandes profesionales, como Camilo García (Anthony Hopkins, Gerard Depardieu, etc.) o Ramón Langa (Bruce Willis). Son auténticos artistas y este artículo no cuestiona su trabajo, ejecutado con impecable pasión y entrega, pero sí cuestiona la necesidad misma del doblaje.
En EEUU es imposible encontrar en un cine una película hablada en un idioma que no sea en inglés, doblada al inglés. En realidad, cuando un título extranjero despierta el interés de la industria toman la calle del medio: compran los derechos y hacen un remake en inglés, y de paso retocan algunos flecos para que encaje mejor en su idiosincrasia. Y lo hacen porque pueden permitírselo. Abre los ojos dio lugar a Vanilla Sky; la sueca Déjame entrar, a su homónima americana, etc. Sin embargo, en los canales de televisión, que se cuentan por miles debido a la extensión del país y a sus 50 estados, sí podemos encontrar numerosas películas en versión original subtituladas al inglés.
Viajar y matar horas muertas en los hoteles rastreando los canales locales es una buena forma de comprobar de primera mano la salud de la industria del doblaje en distintos países. En los países nórdicos no tienen problema en emitir películas en inglés sin subtítulos en sueco, noruego o danés, pues todo el mundo es bilingüe. Sin embargo, en centroeuropa sí es frecuente hallar películas dobladas al alemán, al checo, etc.
Por otra parte, los cines que ofrecen programación en sesión original rara vez ofrecen grandes pantallas con instalaciones confortables. En el centro de Madrid podemos encontrar algunos, de gran prestigio y renombre que son poco más que garajes con altavoces, y pantallas mínimas, lo que es ciertamente vergonzoso. El público lo componen mayoritariamente turistas de paso en la ciudad o gente joven que no lleva necesariamente gafas de pasta (el auge de la cirugía ocular ha difuminado la estética de este colectivo tan reconocible en otros tiempos). Si los cines de V.O.S. fueran espectaculares, ¿habría más espectadores que los elegirían frente a los que programan películas dobladas? No lo sabemos.
Hay unanimidad respecto al momento en que España se convierte en el país del mundo con una mejor calidad técnica y artística del doblaje, y es 1947, el año en que se estrenó Lo que el viento se llevó. En esta película ponían sus voces Rafael Luis Calvo y Elsa Fábregas, dirigidos por José María Ovies.
Rafael Navarro, Simón Ramírez, María del Puy o Matilde Conesa son otras de las voces míticas del doblaje español, que sin duda nos recuerdan a esas sobremesas de la infancia escuchando las películas de la televisión. ¿Recuerdan la escena mítica de Apocalypse Now, en la que Robert Duval dice aquello de «Huelo a Napalm, huelo a Victoria»? Era la voz de Héctor Cantolla.
Antes de eso, las primeras series como Bonanza o los dibujos animados llegaban con doblajes de marcada dicción latina, pues se realizaban en Puerto Rico. Fue nada más y nada menos que Dámaso Alonso, presidente de la Academia de la Lengua por aquellos años, quien logró imponer a TVE, para proteger el castellano de impurezas, que las series de televisión se doblaran en España en vez de emitir las que llegaban de América.
En el estudio Metro de Barcelona en los años 40 se doblaban todas las películas de la Metro Goldwing Mayer, y fueron los primeros en mantener siempre la misma voz de un actor de doblaje vinculada al actor de la pantalla, lo que supuso un gran espaldarazo para que el público empatizara con la estratagema. De aquellos años surgió, por ejemplo, la voz de Gene Kelly, tan particular en el doblaje español, encarnada por Víctor Ramírez.
Más del 90% de las películas que se estrenan en V.O.S. en España están rodadas en inglés. Le siguen el francés, el alemán, el italiano y luego idiomas asiáticos como el chino, japonés y coreano. El argumento no es el idioma, sino el respeto al trabajo de los actores. Las películas de Fellini hay que verlas en italiano; las de Tarkovski, en ruso; las de Truffaut, en francés; las de Kirosawa, en japonés… Porque aunque no conozcamos una palabra de esos idiomas, las obras merecen ser vistas y escuchadas tal y como fueron concebidas y sin guillotinar el trabajo artístico de nadie.
Nos referimos a las pantallas grandes o medianas, pues ciertamente hay que reconocer que ver en un móvil, en una tableta o incluso en un portátil una película subtitulada requiere de una agudeza visual que no está al alcance de todo el mundo.
Si nunca has visto Casablanca en versión original, no sabrás que la voz de Humpfrey Bogart que escucharon los españoles durante décadas poco tenía que ver con la de su dueño. Ni por timbre ni por textura. Sin embargo, Joan Pera el actor que dobla a Woody Allen recibió personalmente las felicitaciones del director de Manhattan, que llegó a decir de su alter ego que era la principal causa del éxito de sus películas en España. Le ofreció un cameo en Vicky Cristina Barcelona.
Kubrick, veinte años después de Espartaco, tenía suficiente poder como para ocuparse personalmente de elegir los actores que doblarían la versión española de El resplandor. De él fue la decisión de elegir a Verónica Forqué, que nunca se nos olvidará gritando «¡Jack! ¡Jack!» mientras Jack Nicholson rompía aquella puerta con un hacha.
Esto quiere decir que un creador tan puntilloso y perfeccionista como el director de Lolita asumió en su momento que en España sus películas habrían de oírse con voces distintas a las que él dirigió. En el otro extremo encontramos loables intentos de lograr lo contrario. Isabel Coixet impone que sus películas habladas en inglés (casi todas) se estrenen en España exclusivamente en V.O.S.
¿Qué hacer ahora? Quienes defendemos el cine en versión original, con independencia de si está hablado en iraní o en coreano, sufrimos lo indecible al ver una película doblada. Casi tanto como quienes detestan el cine en versión original por obligarles a leer los «letreritos».
A diferencia del circo, los toros o la petanca, no parece detectarse una gran tendencia a la eliminación del doblaje. No hay más que echar un vistazo a las carteleras para ver que la sección V.O.S. sigue siendo minoritaria, y solo la hallamos en tres o cuatro ciudades de España, con alguna excepción.
Así pues, nos hemos librado de la censura, pero no de escuchar a Clint Eastwood, Arnold Schwarzenegger o Roger Moore con la misma voz: la de Constantino Romero.