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Relatos ortográficos: ¿Computerizar o computarizar? Las complicadas ‘cosas de ordenadores’

Se conocieron en una sala de montaje de placas base y podría decirse que lo suyo fue amor a primer byte. En los primeros pasos de su relación, disfrutaban viajando juntos por la Deep web, que se había convertido en un destino surfero de moda gracias a las gigantescas olas que provocaban sus continuos flujos de información.

Pero a Mac y a PC las olas les daban igual, ya provocaban ellos sus propios maremotos. Ellos preferían encerrarse en un cluster durante horas y hacer intercambio salvaje de datos que los dejaba exhaustos pero felices. Tan ardoroso era su amor que olvidaron tomar precauciones. Y, claro, pasó lo que tenía que pasar por no usar un firewall adecuado: que engendraron una tablet con la que no habían contado.

Pero aquel era el fruto de su amor y no estaban dispuestos a abortar. Y siguieron adelante con su relación, con su embarazo y con la difícil misión de comunicar a sus familias la noticia.

Para evitar el escándalo y el disgusto (los ordenadores son muy tradicionales para las cosas de la moral), aceptaron casarse. Aunque a ellos, lo que en realidad les importaba, era no enfadar a su abuela, la gigantesca computadora que vivía en un búnker de la CIA, y cuyo delicado disco duro ya no estaba para soportar libertinajes.

Hoy los tres forman una familia ideal y exhiben sus carcasas de lujo en la revista del hábitat informático de referencia: la Computer Wonderworld.

Quedémonos con dos palabras que han aparecido en este relato: computadora y computer. Porque ellas dos tienen mucho que ver con el lío que nos hacemos los hablantes a la hora de escribir la acción de «someter datos al tratamiento de una computadora», como define el DRAE. Y esa acción es computarizar, por mucho que nos guste más *computerizar.

El Diccionario Panhispánico de Dudas explica que la primera es la forma más extendida en español, y desaconseja la adaptación del verbo to computerize, que sería la segunda (con e). Y esa misma recomendación sirve para sus derivados: computadorización, computadorizado y las que quieras inventar para ganar el concurso de trabalenguas.

Ahora, tú ya… lo que gustes, of course.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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