Categorías
Creatividad Entretenimiento Ideas

Cowboys en el barrio

«Los caballos transforman cualquier paisaje en algo precioso».
Alice Walker. El color púrpura.
Hay muchos objetos que ya no nos sirven. Decenas de miles de inventos que en su momento cumplieron un propósito para el ser humano, pero a los que el discurrir de la civilización y el camino de la evolución social acaba por relegar a un cajón de la historia. Ya nadie escribe con pluma de ganso y tintero ni escucha música en gramófonos de cilindro ni se guía con un sextante ni viaja montado a caballo. Son reliquias del pasado, memorias de lo que fuimos antes, recordatorios de que todo lo que tiene un principio tiene un final.
La pluma y el tintero solo sirve como atrezo cinematográfico o teatral, los gramófonos están en los museos discográficos; los sextantes, en las exposiciones navales. Y los caballos, que en su día gobernaron el mundo, desde la estatua ecuestre de Marco Aurelio hasta el desastre de la Carga de la Brigada Ligera, ahora apenas son fenómenos circenses. Espectáculos obsoletos como el Derby de Ascot o la doma olímpica.
Salvo que vayamos a Filadelfia, Pensilvania.

Fotografía: Martha Camarillo.

Decía Will Smith que en el Oeste de Filadelfia crecía y vivía sin hacer mucho caso a la policía. Es lo malo que tiene pasar de las fuerzas del orden, que acabas viviendo al margen de la ley en un oscuro ambiente de criminalidad. Bueno no, en realidad, lo malo es ser negro y vivir en un barrio pobre, porque entonces lo tienes crudo le hagas o no le hagas caso a la policía. No hay más que ver los recientes sucesos de Ferguson, Staten Island o Baltimore, donde los agentes de la ley no tuvieron ningún reparo en matar a ciudadanos negros que no representaban mayor amenaza que la de ser negros. Por mucho que fuesen delincuentes, si es que lo eran.
En cualquier caso, hay un gueto negro en casi cualquier ciudad estadounidense. Nos los imaginamos con mucho hip-hop, bastante baloncesto y más de un tiroteo desde coches en marcha. Sin embargo, posiblemente no sean tan divertidos como el relato amable de la entradilla de El Príncipe de Bel Air ni tan ásperos como nos los presentaba John Singleton en Los chicos del barrio. Lo que sí es seguro es que las calles de estos vecindarios son el hogar de docenas de chicos y chicas de raza negra que, a menudo, se ven atrapados en una vida rodeada por las drogas, el crimen y la exclusión social.
Las ciudades, tanto desde el ámbito público como el privado, crean sistemas y proyectos para ayudar a los chavales a escapar de ese tipo de ambiente, algunos con más éxito que otros. El trabajo comunitario, la enseñanza especializada o las ayudas económicas son algunos de ellos.
Pero en Filadelfia, con más de un 44% de población afroamericana, existe un programa a priori tan alejado de la cultura negra urbana que se diría pertenecer a un universo paralelo. A una fantasía.
Es el Fletcher Street Urban Riding Club. Y trabaja con caballos.
Imagen: Rudimental / Asylum Records.

Fundado hace casi tres décadas, el club de equitación urbana de la calle Fletcher es una organización sin ánimo de lucro que recoge la tradición centenaria y prácticamente desconocida de los cowboys negros. Es una asociación localizada en Strawberry Mansion, uno de los barrios más duros de Filadelfia, que ve alterado su paisaje diario con el trotar de los equinos. Y lo ve alterado para bien, porque no es solo un club de hípica más o menos informal, sino que da trabajo a los chicos de los entornos más desfavorecidos, algunos de los cuales están en rehabilitación por delitos pasados y otros tan solo buscan una afición distinta. Además, los chavales más entrenados enseñan a los más jóvenes tanto a montar como a cuidar los más de 30 caballos de los que disponen, alentándoles también a que no abandonen los estudios y a que persigan la excelencia académica.
Aunque en los últimos cinco años el club está teniendo problemas para recaudar fondos y continuar su labor, también han encontrado métodos para sortearlos y mantenerse a flote. Uno de los más bonitos es la selección de los propios caballos. Habitualmente, los equinos se compran en subastas públicas a bajo precio, proporcionando así una segunda oportunidad a animales que muy probablemente serían sacrificados.
Fotografía: Martha Camarillo.

Desde luego, lo más importante del Fletcher Street Riding Club es el apoyo que brinda a la comunidad negra. No en vano, su semilla ha germinado en otras ciudades de la geografía estadounidense donde existen asociaciones de jinetes afroamericanos como Horses in the Hood en Los Ángeles o la Federation of Black Cowboys en el barrio neoyorquino de Queens. Sin embargo, también añaden una componente casi desconocida en estos barrios: la belleza.
Imagen: Rudimental / Asylum Records.

Pese a lo diminuto de su influencia, estos clubs de hípica urbana generan un espectáculo absolutamente inverosímil en nuestro mundo y nuestra época. Profundamente distinto, casi irracional. Por eso han servido de motivo a libros tan interesantes como el Fletcher Street de la fotógrafa texana Martha Camarillo o al videoclip Feel the Love de la banda británica Rudimental, donde los caballos recorren una Filadelfia nevada a ritmo de drum & bass.
Porque, a veces, la mejor manera de encontrar una vida mejor es salir a buscarla. Al galope.
Fotografía: Martha Camarillo.

Por Pedro Torrijos

Arquitecto y músico. Escribe en Yorokobu, Jot Down y El Economista, pero lo que le gusta de verdad es tirarse a bomba en las piscinas. También puedes leerle en Twitter y Facebook

Salir de la versión móvil