Hace un año todo el mundo hablaba de Flappy Bird. Era un juego simple, tosco, difícil y adictivo. Lo desarrolló un tal Dong Nguyen sin esforzarse mucho y sin gastarse un duro, pero generó cientos de miles de dólares gracias a un golpe de suerte. El autor, abrumado por la fama, retiró el juego temporalmente de las tiendas de aplicaciones y desapareció del mapa. Hace un año nos preguntábamos por la herencia que dejaba el éxito efímero de Dong Nguyen. También hablábamos de una hipotética e improbable ‘generación’ Flappy Bird. Hoy me trago mis palabras: Hipster Whale, un grupo de australianos, admite con orgullo que Flappy Bird fue una gran inspiración para ellos. Y lo están petando.
Alrededor de 30 millones de personas han jugado a Crossy Road en su teléfono móvil o en su tablet. El juego salió para Android hace menos de un mes y ya ha superado los 10 millones de descargas en Google Play. Es un juego gratuito y accesible que ofrece diversión rápida e inmediata. No exige mucho tiempo ni dedicación, como Flappy Bird, pero tiene el mismo potencial para enganchar al jugador durante horas.
Hipster Whale ha cogido un clasicazo como Frogger (el de las ranas cruzando la carretera) y le ha dado una vuelta: Crossy Road es un Frogger infinito protagonizado por una gallina; una sucesión interminable de calzadas, atropellos, vías de tren, atropellos, ríos llenos de troncos, ahogamientos y atropellos.
¿Por qué Frogger? «Me gustaban los videojuegos cuando era niño», me cuenta Matt Hall, de Hipster Whale, «Mi familia no tenía mucho dinero y la mayor parte del tiempo que pasaba en los recreativos estaba mirando cómo jugaban otros». Matt recuerda que las pocas monedas que gastaba en las máquinas «se acababan muy pronto». «Frogger era un poco más fácil, siempre agradecí eso», continúa, «De algún modo, fue uno de los primeros juegos ‘casual’. Ja».
Aun así, Matt insiste en que la principal influencia de su juego es Flappy Bird. «Queríamos hacer un juego que capturara el espíritu del juego sin clonarlo», dice. La clave del éxito de estos juegos se resume en la ley de Bushnell del diseño de videojuegos, que dice que «los juegos deben ser fáciles de aprender y difíciles de dominar». Matt afirma que aplicar esta regla es «la forma de hacer un juego popular», pero admite que «no todos los juegos que siguen esta norma son buenos».
Pero el aforismo del fundador de Atari tiene una segunda parte. Dice que los videojuegos deben «recompensar la primera moneda tanto como la número cien». Si leemos entre líneas, se entiende que el objetivo de Bushnell era crear juegos adictivos para que los jugadores no pudieran dejar de echar monedas en las máquinas recreativas. La ley Bushnell representa el matrimonio perfecto entre capitalismo salvaje y diseño de videojuegos. Quizá Dong Nguyen se refería a esto cuando lamentaba que Flappy Bird fuera «demasiado adictivo».
Hipster Whale compartía esa inquietud con Nguyen. «Pasé un buen trozo de 2007 jugando al World of Warcraft», confiesa Matt Hall. «Muchos juegos exitosos explotan las adicciones de la gente para convertirlas en beneficios». A Matt le afectó la historia de George Yao, un jugador de Clash of Clans que se obsesionó con el juego y casi se arruina. Se dejaba 250 dólares semanales en ‘micropagos’ y llegaba a jugar 48 horas seguidas poniéndose hasta las cejas de Red Bull. «Por aquella época quería hacer un juego siguiendo el modelo de Clash of Clans, pero esta historia me asqueó mucho», cuenta Matt. «Decidí que no quería ganar dinero de esa forma».
Hipster Whale apostó por la publicidad y por unos micropagos más inocentes que los de Clash of Clans o Candy Crush. Mientras jugamos a Crossy Road obtenemos monedas y con esas monedas desbloqueamos nuevos personajes jugables de forma aleatoria. Controlar a la gallina está bien, pero la tortuga, el caracol, la vaca y el jugador de baloncesto tienen su rollo. Si queremos conseguir monedas a mayor velocidad para aumentar nuestra colección, podemos ver anuncios para obtenerlas. Si uno de esos personajes nos gusta demasiado y no podemos esperar a que nos toque, también podemos pagar para desbloquearlo. Todo es opcional. El usuario puede jugar sin ver anuncios ni comprar muñecos, pero Hipster Whale ya ha ingresado más de un millón de dólares con esta estrategia.
Ben Weatherhall, el artista responsable de los animales ‘voxelados’ que mueren atropellados en cada partida, sigue creando avatares. El coleccionismo alimenta el negocio. Además, el equipo tiene previsto introducir «pequeños finales» para algunos personajes en próximas actualizaciones. El proyecto sigue creciendo.
La crítica Leigh Alexander definió Flappy Bird como un momento ‘grunge’ en la historia de los videojuegos. Un juego guarro, barato y sin pulir que consiguió una fama que nadie esperaba y se quemó rápidamente. Generó pasta, surgieron toneladas de clones y se sigue notando su legado. La historia de Flappy Bird fue como la de Nirvana. Entonces Crossy Road debe ser Foo Fighters, o algo así. No sé qué significa, pero parece que tiene sentido.
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