Esos que hoy cargan mochilas al hombro sin miedo a la escoliosis y a los que en la mano les ha salido un dedo más llamado smartphone serán los futuros pagadores de tu pensión y la mía. Así que conviene saber qué piensan, qué sienten, cómo se expresan y cuáles son sus intereses, porque esos jovenzuelos a los que miramos por encima del hombro con un condescendiente «ya crecerás» son el futuro, y da igual lo manido de la frase. Estamos obligados a entenderlos y a entendernos con ellos. Pero también es importante que ellos mismos se conozcan, se acepten y tengan muy claro quiénes son como personas.
El cuaderno donde por fin me puedo expresar sin filtros. Mi yo (Larousse, 2020) está dirigido a esos adolescentes de la Generación Z que estudian de 1º a 3º de la ESO. Sus autores, los profesores de Lengua Èlia Riudavets y Cristian Olivé, han recopilado en este primer volumen de la colección “Más allá del postu” 38 actividades creativas centradas en los temas que articulan la vida cotidiana de los adolescentes, más allá del postureo que, parece, les impone la sociedad.
Si eres adulto, este libro no es para ti. Sobre todo, porque no lo entenderías. El cuaderno se centra en el yo del adolescente, en sus hábitos, preferencias, en sus miedos. En ese postureo (postu, si queremos aproximarnos a su forma de hablar) que impera en la sociedad en general y en la presión que ejercen sobre ellos las redes sociales, que es su hábitat por excelencia. El centro de interés de este volumen es YouTube, red en la que ellos interactúan como usuarios, suscriptores y creadores de contenido, de ahí que se presenten como actividades emblemáticas las confesiones, los room tour, la moda, etc.
«En el cuaderno hemos optado por usar un lenguaje fresco, atrevido y un poco gamberro», comentan sus autores. «Usamos, por un lado, expresiones y léxico propio de las redes sociales, puesto que funcionan como excusa en la mayor parte de actividades. Eso hace que sea un lenguaje moderno y bastante actual. Por otro lado, también hemos incluido palabras propias del lenguaje de los adolescentes, para buscar la identificación y conexión con lo que están haciendo. La suerte que tenemos es que trabajamos con adolescentes cada día, y han sido nuestros mejores asesores a la hora de construir este registro».
Las actividades que propone el cuaderno pretenden servir como ejercicio de introspección de estos adolescentes, una invitación a salir del mundo digital para mirarse por dentro y entenderse. Pero también parece una herramienta que puede usarse, por ejemplo, en una clase de Valores.
«Hemos querido que tenga esta doble vertiente», confirman Olivé y Riudavets. «Por un lado, está pensado para que se pueda hacer en solitario y sin acompañamiento. Las actividades están lo suficientemente guiadas como para poder sacarle provecho sin un adulto cerca. Ahora bien, eso no quita que no hayamos pensado en su uso en clase. ¡Somos profes! Evidentemente, es una herramienta que creemos que puede ser muy útil en el aula, tanto para trabajar aspectos lingüísticos (gira en torno a la expresión escrita), como para trabajar las emociones y el autoconocimiento».
Riudavets también plantea el cuaderno como una manera de hacerles trabajar y mejorar su expresión escrita y no tanto la oral, aunque sin dejarla de lado. «Es cierto que continuamente están expresándose por escrito, pero ¿de qué forma lo hacen? Es interesante reflexionar en torno a estos hábitos y usos, y ayudarlos a tomar conciencia de todo lo que pueden mejorar. Y en cuanto a la comunicación oral, algunas de las actividades están planteadas en dos partes: una primera en la que se elabora un guion escrito de lo que se dirá, y una segunda en la que se graba un vídeo exponiendo el texto. ¡No nos hemos olvidado de la oralidad!».
En esa oralidad y escritura se refleja el enorme uso de extranjerismos que muestran los adolescentes en su lenguaje. Y, lejos de entenderlo como un problema o un vicio censurable, Olivé y Riudavets le encuentran una utilidad. «Se mueven por plataformas donde el inglés está muy presente y, aunque no nos guste, es inevitable que añadan algunas de las expresiones que encuentran en las redes a su vocabulario. Pueden servir como oportunidad para trabajar los neologismos y extranjerismos».
«Su comunicación es inmediata e impaciente, lo que a menudo hace que la revisión de sus textos se vea afectada», explican los autores. «El objetivo es que sean capaces de discernir el tipo de espacios en los que nos podemos permitir estos errores y los que no. Aquí está el reto».
Por muy abiertos que seamos, los problemas de comunicación entre jóvenes y adultos acaban surgiendo. Muchos de ellos pueden deberse a una brecha generacional y las distintas maneras que tienen ambos grupos de edad de entender el mundo y la vida. Por eso es importante acercarse a ellos con la mente abierta y dispuestos a entender para descartar reproches.
Una de las cosas que muchos adultos no ven con buenos ojos es el exceso de tecnología que rodea la vida de los adolescentes. «Ya no juegan en la calle», se quejan muchos padres. Y, sin embargo, juegan y se relacionan, aunque de otro modo, eso sí. «Son una generación que interactúa mucho más», explican los dos profesores. «No les hace falta esperar el momento de quedar con nadie porque el contacto social es constante y lo tienen en el bolsillo. Se trata de relaciones diferentes, pero ni mejores ni peores».
E inciden: «Ellos han nacido y crecido en un mundo totalmente diferente. Sus relaciones han cambiado mucho respecto a las de generaciones anteriores, pero no debemos verlo como una pérdida, sino como una ampliación. Ahora la comunicación y el contacto son mayores, y aunque muchas veces este contacto sea a distancia, ¡no pasa nada! Antes también nos pasábamos horas al teléfono, y eso no era un problema. No debemos preocuparnos, sino interesarnos por estos nuevos usos, puesto que es el presente de todos».
Todo ello repercute en la forma en la que se comunican y por eso el Cuaderno pretende ahondar en esa cuestión, según explican Riudavets y Olivé. «La mayor parte de su comunicación es a través de las redes sociales. Los adultos tendemos a demonizar este uso comunicativo, y en el cuaderno hemos optado por aproximarnos a él y trabajarlo. Solo desde la reflexión del propio uso podemos aprender».
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