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Las elecciones más corruptas, cereales contra la masturbación y el primo inventor de Darwin

Si la pasada semana descubrimos que Andy Warhol se dejaba crecer la peluca cada vez que iba al barbero, que morir en el retrete es algo muy vulgar o que al diario de Anna Frank le quitaron las escenas picantes, hoy volvemos a adentrarnos en las procelosas aguas de la «enciclopedia libre» en busca de retazos de sabiduría poco conocidos. Por ejemplo:

El primo inventor de Darwin

Que solo los más fuertes sobreviven y que los humanos comparten ancestros con los monos son cosas que todo el mundo sabe (o bueno, casi todo…) gracias a Charles Darwin. Sin embargo, pocas líneas se han escrito sobre Francis Galton, el primo polivalente del biólogo que tan pronto te inventaba el silbato para perros como te acuñaba el polémico concepto de «eugenesia», te inventaba la correlación estadística, te revolucionaba la meteorología con el primer mapa del tiempo o te sentaba las bases de CSI con sus descubrimientos sobre huellas dactilares.

La vuelta al mundo en ochenta sellos

Gracias a las aerolíneas low-cost, el Interrail y el turismo mochilero, viajar con cierta frecuencia ya no es cosa de ricos. Son tres ejemplos recientes de cómo el ser humano siempre se las ha ingeniado para ampliar sus fronteras sin dejarse el sueldo, como la breve pero notable lista de prohombres que intentaron viajar enviándose como un paquete por correo. Mención especial para las tres sufragistas que se mandaron a la residencia del primer ministro británico en 1909 y para el reo que trató de huir de prisión por esta vía en 2008.

Cereales contra la masturbación

El doctor John Harvey Kellogg regentaba un sanatorio un tanto turbio a finales del siglo XIX y principios del XX. Su principal obsesión era combatir el onanismo (a su juicio, el peor mal que uno podía cometer) utilizando métodos extremos (circuncisión sin anestesia, ácido en el clítoris y otras mutilaciones genitales) a la par que algunos no tan cuestionables como el ejercicio o la dieta blanda. Por eso, en 1878, inventó junto a su hermano los Corn Flakes de la marca que llevaría su apellido. Pensaba que este desayuno ayudaría a los menores a evitar la tentación del «autoabuso».

Bart tendría ya la edad de Homer

A nadie se le escapa que la indefinición cronológica es una de las claves de la longevidad de Los Simpsons: los personajes nunca envejecen y cada episodio parece suceder en la actualidad. Sin embargo, hay referencias temporales por aquí y por allá que chocan unas con otras y hacen muy difícil estimar la edad de los protagonistas. En los primeros compases de la serie, Homer tenía 34 años y Bart tenía 10. Eso fue en 1989. Si los varones de la familia más popular de los Estados Unidos hubieran celebrado cumpleaños normalmente, Bart tendría en 2015 la edad de Homer en 1989. Sería tan mayor como su padre cuando comenzó todo. Cómo pasa el tiempo… Salvo en Springfield, claro.

Las elecciones más corruptas de la historia

El hombre en primer plano de la foto es Charles D.B. King, presidente de Liberia durante una década en la primera mitad del S.XX, acompañado por su séquito. A pesar de su facha respetable, ostenta el dudoso honor de haber ganado las elecciones más fraudulentas de la historia. Así lo certificó el Libro Guinness de los récords. En 1927, cuando se batió en las urnas contra Thomas J.R. Faulkner, había 15.000 votantes registrados en Liberia. No fue óbice para que King se impusiera con 234.000 votos.

La guillotina era un tostón

La primera vez que se ejecutó a un convicto de esta forma, el pueblo francés bostezó sonoramente. El 25 de abril de 1792, la cabeza de Nicolas Jacques Pelletier se separó de su cuerpo ante las masas, que se mostraron decepcionadas por lo anodino del espectáculo en comparación con métodos de ejecución previos. Acostumbrados a la horca, la espada o la rueda, aquello de la guillotina parecía “clínicamente eficaz” hasta el hastío. “¡Traed de vuelta nuestra horca de madera!”, gritaba el contrariado vulgo.

Charlie Chaplin, el malo de la peli

El genial cómico británico nos ha hecho reír a carcajadas con sus pantomimas y su slapstick comedy (humor de golpe y porrazo, si se me permite traducirlo al español), casi siempre en el papel protagonista. Pocas veces hizo de villano (la más famosa, El gran dictador) y aún menos de antagonista en toda regla. Solo en una cinta, Mabel y el auto infernal, prescinde totalmente de lo cómico y muestra su faceta menos agradable. «Una película mediocre totalmente alejada de la obra de Chaplín y del mito de Charlot», se puede leer en Wikipedia.

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Las imágenes que ilustran este artículo proceden de Wikimedia Commons

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