Cada día vemos tantos errores gramaticales en los medios, y tantos más aún en las comunicaciones personales, que los asuntos listados a continuación pueden parecer bastante baladíes.
Pero el hecho de que abunden errores lingüísticos «graves» como el queísmo, el leísmo y otros no tiene por qué hacernos olvidar otras cuestiones más sutiles e incluso curiosas.
Por ejemplo, es frecuente la hipercorrección, también llamada supercorrección o ultracorrección. Consiste en «corregir» innecesariamente palabras con formación irregular pensando que lo correcto es que se parezcan a las regulares. Por tanto, se da precisamente en personas que tratan de escribir correctamente. Algunos ejemplos de hipercorrección son los siguientes:
– Escribir «desaveniencia»* en lugar de «desavenencia».
– Escribir «erudicción»* o «sujección»* en lugar de «erudición» y «sujeción».
– Escribir «transladar»* o «translado»*, que son incorrectas.
Una extensa categoría de errores la forman aquellas normas lingüísticas recientemente modificadas que a algunas personas les cuesta aceptar, y que intencionadamente escriben «mal» (es decir, como antes estaba bien). Por ejemplo, estas:
– Guion ya no lleva tilde nunca porque es considerado monosilábico
– Entre una cifra y el signo de porcentaje hay que poner un espacio. Así: El profesor suspendió al 15 % de los alumnos.
Aquí va un listado de otros errores más o menos frecuentes y desde luego menos comentados que otros más obvios.
Confusión entre una palabra y su contraria
Por ejemplo, entre las palabras «ídolo» y «admirador» o «fan». Algunas personas dicen a la persona que admiran: «¡soy tu ídolo!», queriendo decir, en realidad, «soy tu admirador».
Picio, Tato, Abundio…
Hay algunas expresiones coloquiales y frases hechas que «se entienden» a pesar de que no se digan exactamente como se vienen diciendo por tradición. Por ejemplo, las comparaciones que incluyen un nombre propio: «es más feo que Picio», «es más tonto que Abundio», «aquí no hay ni el Tato»…
No es raro que las personas confundan los nombres propios que aparecen en estas expresiones, que tienen su origen en distintas anécdotas. Por ejemplo, que confundan a Picio con Tato, o que atribuyan a este último la fealdad (¿o era la maldad?). Alguien puede ser más malo, más feo o más tonto que Picio, y la frase se entenderá, aunque sea infiel al dicho original.
En medio
La RAE, de momento, no acepta la existencia de la palabra «enmedio». Por lo tanto, frases como «quítate de en medio» se escriben así, separando esas dos palabras.
Fundéu puntualiza que, dado que el uso de «enmedio»* junto se está extendiendo, no deberíamos descartar que la RAE termine por aceptarla. Pero, de momento, siempre debe escribirse separado.
También puede decirse, dependiendo de la oración, «elijo el del medio».
Intemperie
Se escribe así, «intemperie»; y no «interperie»* ni ningún otro derivado. Cosa que puede parecer obvia a los que la escriben bien, pero no tanto a los que escriben «interperie»* (que no son pocos).
Diferencias semánticas sutiles
En ocasiones, se utilizan con poca propiedad palabras cuyo significado es muy parecido, pero que tienen algunas diferencias semánticas. Se usan indistintamente, pero no quieren decir exactamente lo mismo.
Ocurre, por ejemplo, con las palabras «envidia» y «celos». La envidia es sentir tristeza por el bien ajeno o desear algo que no se tiene. Los celos, sin embargo, sí suelen ir asociados a que otra persona consiga algo que se tiene o se persigue. Dependiendo de la situación que se quiere describir, será más adecuado utilizar un vocablo u otro.
Plurales
Se dice «títulos de crédito» (y no «títulos de créditos»*), y también «pantalones pitillo» (y no «pantalones pitillos»*).
Sin embargo, sí es correcto decir «los créditos de una película» o «me puse unos pitillos» en plural, si se usan estas fórmulas de una sola palabra.
¿En qué otros «renuncios» has pillado también a la gente que por regla general escribe bien?