Y tú más: 'Digitum impudicum'

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Lista de inventos romanos: el acueducto, las calzadas, el alcantarillado… y el gesto de mandar a tomar por culo.

Mis hijas lo llaman el dedo de insultar y los antiguos paisanos de Julio César lo llamaron digitum impudicum o medium o infamen ostendere o porrigere. Y eso es lo que vamos a tratar de explicar hoy: qué significa y de dónde viene este insulto gestual casi universal que tanto nos gusta usar en estos tiempos, a pesar del peligro de calambres en dicha falange. Porque, como dicen los sabios, una imagen vale más que mil palabras.
El gesto lo conocemos todos. El puño se cierra dejando erguido únicamente el dedo corazón. Y ya lo usaban los romanos en tiempos del Imperio para señalar y mofarse de quien consideraban afeminado. Bueno, más que afeminado, pathicus, o sea sodomita pasivo. Era, por encima de todo, un gesto obsceno que fue convirtiéndose en algo más.
Evidentemente, por su forma, lo que imita es un pene erecto y su escroto. De él hay testimonios no solo gráficos sino también escritos. Autores como Marcial o Juvenal ya lo describían. Incluso se interpreta que el emperador Calígula señalaba de aquella manera al tribuno Casio Querea, a quien consideraba afeminado, ofreciéndole de esta guisa la mano para que se la besara. Recochineo cruel el del emperador, vaya.
Pero también tenía otro uso bastante más positivo que no ha pervivido con el pasar de los siglos. En el ámbito de la superstición, se empleaba para alejar el mal de ojo. Posiblemente estaba imitando un amuleto con forma de pene llamado fascium, que era la versión masculina de la figa.
¿Y qué es una figa? Seguro que más de uno lo sabéis, pero por si hubiera alguien por ahí que no lo tiene claro, diremos que se representa cerrando la mano y asomando el pulgar entre el índice y el corazón. En este caso, simboliza los genitales femeninos (vulva y clítoris) y es un amuleto protector contra el mal de ojo que se colgaba del cuello de los niños o en la cuna de los bebés para protegerles del aojamiento. Era una manera de simbolizar la protección materna.
De la misma manera, el fascium y el digitum impudicum eran también símbolos que protegían la virilidad de los hombres, alejando así la maldición del gatillazo.
Dicen las doctoras Maria Antònia Fornés Pallicer y Mercè Puig Rodríguez-Escalona en su artículo Insultar con gestos en la Roma Antigua y hoy, que es probable que este significado supersticioso no se haya mantenido en occidente por «la actitud hostil de la Iglesia católica», mientras que «se mantuvo su uso en Bizancio y sobrevive todavía hoy en Grecia».
Menos mal. Porque no me imagino por ahí a los hombres de este siglo XXI luciendo en sus cadenitas de oro enhiestos penes protectores de su hombría. Ya es bastante bochornoso lucir diademas fálicas en las despedidas de soltera. Así que casi mejor, dentro de lo malo, que solo usemos el dedito de insultar para decirle a nuestro contrario ¡anda y que te den!, deseando apartarle lejos de nuestra vista y presencia, además de dejarle bien servidito por la retaguardia.
Foto de portada: Dennis Skley bajo licencia CC

Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista. Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu. A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá. Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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