Prueba número 1: Pregúntale a un hipster si es hipster. Si responde “yo no soy hipster”, estás ante uno de ellos.
“El hipsterismo nace de un sentimiento de rechazo de la infancia y la adolescencia. Es un mecanismo de defensa con el que el sujeto puede culpar a la cultura y la sociedad establecida de su incapacidad de adaptarse a la vida real. Consecuentemente, el hipster crea una visión personal del mundo en la que su incompetencia solo puede ser producto de su superioridad moral e intelectual, aun cuando no posea estas cualidades. En otras palabras, un hipster es el niño que perdió el partido así que agarró su pelota y se fue llorando a su casa. Total, que ni le gusta el fútbol y todos los vecinos son unos idiotas”.
La definición la da un ficticio psicólogo llamado Claudio Piña, que habla desde las páginas de la obra publicada por el ilustrador mexicano Jorge Pinto, Hispters (un manual ilustrado) –Aguilar, 2013-.
Todos, absolutamente todos y cada uno de los tics, manías, costumbres, creencias, gustos y comportamientos que tienen los muchachos de las gafas de pasta gordota. Dibujos y textos explicativos que desnudan la modernidad que invade los centros de nuestras ciudades. La historia de esta tendencia, su realidad y un asalto para golpear con humor vintage en sus puntos flacos.
“Nací en Mérida (Yucatán, México)”, cuenta en entrevista telefónica Pinto, uno de los ilustradores más conocidos del país. “En mi época, y siendo de provincias, donde todo el mundo era igual, yo era hasta de los raros de Mérida porque me gustaban cosas algo alternativas. Pero luego fui a estudiar a Barcelona (España) Dirección de Arte (2004 a 2008) e imagínate, mi entorno era de cómic. Vi que allí ser el raro era la norma. Es decir, no era raro ver a alguien vestido raro”.
Cuatro años observando camisas cuadriculadas, bigotes perfilados y bicis de una sola marcha le dieron de sobra a Pinto para poder elaborar este volumen “casi sin necesidad de investigar”.”Lo fui aprendiendo todo de ellos y fui anotando en unos cuadernitos”.
No perdió detalle: sabe que el iPhone, el Mac y la bufanda les viene de serie. También que todos son DJ. Les ha visto encuadrar detalles de las fotos como pies o partes de caras para ganarse muchos likes en las redes sociales y nunca sin antes haber filtrado las imágenes en estilo vintagematic.
Al regresar a México, Pinto se dio cuenta de que -en la era de internet- aquella moda europea y estadounidense había seducido a la juventud de todas las ciudades y provincias mexicanas. “Los hipsters de aquí no son como los de Estados Unidos, son como los de España”, analiza este autodidacta experto en esnobismos. “Va llegando. En Mérida los chavitos más jóvenes ya lo son”. Fue al percatarse de esa nueva realidad cuando decidió no demorarse más en elaborar esta guía del hipster con deje latino, protagonizada por un ‘clicheado’ personaje de nombre Arturo Navarra y no apta para susceptibles ni personas de ‘no aguantar bromas’.
El nuevo manual de este autor, que ya triunfó con su recopilación Bunsen: Ciencia y Chocolate (2012) (un cómic que lleva ilustrando desde 2008 en abierto en su web), ha vuelto a meterle en las listas de los libros más vendidos del país.
Parece ser que la gente quiere enterarse de los peligros hipsters que les acechan o de si son un peligro en sí mismas. De hecho, el libro lleva hasta un test de autoanálisis incluido. Es más que un manual. Es una tesis presentada a colorcitos.
Dice y dibuja en la obra que un hipster casi siempre vive de sus padres y que si le preguntas a qué se dedica dirá que diseñador web freelance u organizador de eventos. Ellos no tocan computadoras con sistema operativo Windows porque “puede ser un foco de infecciones”, y después de pasarse toda la vida quejándose de las nefastas tendencias comerciales fruto de la maquinaria consumista, acaban trabajando en publicidad. Eso sí, los que llegan a publicistas desde esta rama también reniegan de serlo. Son “directores creativos de branding social”.
Sabe y documenta que a veces algunos hipsters, al acudir a una reunión familiar, se han encontrado a alguien vestido como ellos y eran sus abuelos. Denuncia, pero tratando de comedirse, lo de las fotos de detalle y lo de los autorretratos en el espejo del baño, lo de los tatuajes de garabatos y lo de la adquisición desmedida de tocadiscos. Respeto ante todo y cada uno que haga lo que quiera. Hasta ha colaborado con la causa plasmando en su tratado varios inventarios completísimos de gafas, bigotes, libros ‘raros’ que leer, música ‘rara’ que escuchar, ropa ‘rara’ que ponerse y hasta ejemplos de independentisísimas fundas para el iPhone.
No se explica muy bien aún que dentro de la clasificación que ha hecho de los grados de vegetarianismo, con el que se condecoran los hipsters, haya descubierto que existen unos tipos llamados freeganos que les ocurre que no creen en comprar comida y todo lo que ingieren es reciclado o encontrado en la basura. Unos santos.
Y “los más privilegiados” entre los hipsters, según este sañudo manual, acaban siendo community managers. Ya agarrados a esos mandos tienen vía libre para difundir su idioma y llamar a los “carteles, material impreso; a los cartones, material pop; a los sitios web, micrositios dinámicos; a la página de Facebook, hub social; al correo basura, focus group; y lo popular se dice viral”.
El ilustrador incluso ha documentado la existencia de libros leídos por estos individuos con nombres como Eeeee, Eee, Eeee. Por supuesto, sus discos “seguro nunca los has escuchado”, sus causas llevan delante # y los nombres de sus propias bandas de música son fruto de un sistema macabro que Pinto desvela en las páginas de su encuadernado.
Hay niveles en la especie, por si alguien ya se ha autodescubierto y ha quedado traumatizado. El caso es que el de Mérida -que ahora está trabajando en su nueva novela gráfica en la que cambiará temática pero repetirá protagonista, Arturo Navarra Acaba con Ellos (en 2014)- se debió quedar a gusto cuando ilustró la última página de este documento con bigote. Ese para el que tuvo que empezar a acechar ‘modernos’ hace años.
– Jorge, para terminar, ¿tú eres hispter?
– No, yo no soy hispter- responde al otro lado del teléfono.
Prueba número 1: Pregúntale a un hipster si es hispter. Si responde “yo no soy hipster”, estás ante uno de ellos (Fuente: Jorge Pinto).
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