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El amor conservado al vacío de Haruhiko Kawaguchi

Que el corte en el suministro de oxígeno viene siendo un técnica sexual desde tiempos inmemoriales es un hecho. Que da mal rollo ver algo así es tan cierto como lo primero. Por eso, la serie de fotos de Haruhiko Kawaguchi apela en Flesh Love a la contradicción del amor y el sufrimiento para dejar en el espectador un poso de desasosiego altamente estimulante.

El golpe al observador es aún más rotundo cuando se sabe que no hay ningún tipo de efecto ni truco en las imágenes del artista japonés. Kawaguchi se sirvió únicamente de una aspiradora, unas bolsas de plástico y los intrépidos voluntarios que tuvieron a bien introducirse en ellas. «Quería preservar ese sentimiento para siempre», explicaba al medio alemán Spiegel.

Foto de Katherine Kane

La realización del trabajo, que se llevó a cabo en la cocina del artista en Tokio, no estuvo exenta de riesgos. «Los hombres eran los que más pánico mostraron. Uno de ellos incluso si orinó encima», declaró Kawaguchi. «Eso sí, ninguno de ellos fue capaz de romper la bolsa desde dentro». Finalmente, y tras fotografiar a más de 80 parejas, el japonés se alegra de no haber tenido incidentes graves.

El fotógrafo lubricó los cuerpos de sus modelos para evitar la abrasión del plástico al presionar la piel. Cuenta que la sensación no es del todo agradable ya que el plástico tapona las fosas nasales, presiona en los párpados y crea la misma sensación en los oidos que cuando alguien se sumerge en las profundidades acuáticas a gran velocidad. Por suerte, Kawaguchi contaba con oxígeno en spray para inyectar en las bolsas en caso de emergencia y, finalmente, el proyecto salió como reflejan las fotos: brillante y bien conservado.

Por David García

David García es periodista y dedica su tiempo a escribir cosas, contar cosas y pensar en cosas para todos los proyectos de Brands and Roses (empresa de contenidos que edita Yorokobu y mil proyectos más).

Es redactor jefe en la revista de interiorismo C-Top que Brands and Roses hace para Cosentino, escribe en Yorokobu, Ling, trabajó en un videoclub en los 90, que es una cosa que curte mucho, y suele echar de menos el mar en las tardes de invierno.

También contó cosas en Antes de que Sea Tarde (Cadena SER); enseñó a las familias la única fe verdadera que existe (la del rock) en su cosa llamada Top of the Class y otro tipo de cosas que, podríamos decir, le convierten en cosista.

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