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El caos abre su Irreal Academia de la lengua

El caos es caos y, por eso, el concepto vivía feliz consciente de que nadie podría ordenarlo nunca. Con lo que no contaba este “estado amorfo e indefinido que se supone anterior a la ordenación del cosmos”, según la RAE, es que un día llegaría un hombre con mayor oscilación vital y espacial que el vocablo mismo que encontraría en esa confusa esencia el orden perfecto para crear un diccionario a su imagen y semejanza. Fernando Rivera Calderón acaba de presentar una obra en la que clasifica y formaliza por dosis el desbarajuste más absoluto en una auténtica paradoja de la anarquía: el Diccionario del Caos (editorial Taurus) ya es una realidad institucionalizada.

El libro es un catálogo de definiciones e ilustraciones para aprender a manejar significados cuya acepción ordinaria resultaba demasiado tediosa, insulsa o incomprendida. Este mexicano, cuya vida profesional es un torbellino difícilmente resumible en una sola tarjeta de presentación, se sacó la idea de este proyecto de la manga y contó con una ayuda de lujo para llevarla a cabo. Alejandro Magallanes, compatriota y uno de los ilustradores más punteros del país, se ha encargado de sacarle los colores a la idea de este filólogo aficionado.

“¿Que defina a Fernando?… Es todo. Es escritor, es cantante, es compositor, es presentador de televisión, es cronista, es músico, es… es indefinible. Cuando le quieres tomar la radiografía ya se ha trasformado en otra cosa. Es una persona en constante mutación. Perdón: es una buena persona en constante mutación”, así detalla Magallanes a su compañero de firma. El ilustrador, que para adaptar sus dibujos a las definiciones de Calderón ha tenido que inspirarse en “en el propio orden de las palabras” y en métodos técnico-psicológicos como tratar de comprender lo que quería reflejar el escritor, se las tuvo que ver y desear para ilustrar definiciones como “Dios: Es un chicle en la boca de dios”.

El caos con final fastuoso es la especialidad de Calderón. Por eso, Magallanes piensa que, sin duda, ese era el definidor perfecto para llevar a cabo este experimento. Una entrevista con el ideólogo acaba por demostrar que, efectivamente, el padre del Diccionario del Caos (también disponible en Amazon) es el elegido para liderar la academia del desorden ordenado.

Hola Fernando, llamo de la revista Yorokobu. ¿Tienes un rato para que te haga unas preguntas sobre tu nuevo libro?

– Claro, todo el del mundo.

Qué bien, eso suena a mucho.

– Sí, más o menos unos diez minutos porque ahora mismo voy a dar un concierto.

¡Ah! Seré rápido entonces.

– No es necesario, tranquilo

Como sea, está bien. Para empezar, ¿qué digo que eres?

– Pues soy músico. Soy líder de una banda llamada Monocordio.

Entonces, ¿para tu oficio pongo músico?

– Bueno, también soy escritor.

Perfecto, músico y escritor. ¿Nada más, no?

– También presento un programa de la tele, El Hueso.

Eres de todo, ¿algo más?

– Bueno, colaboro como columnista en el medio Más por más.

Está bien, mejor dime cuántos libros has escrito. 

– Este es el primero.

– Creía que habías participado en más.

– Ah bueno, sí, claro, también he escrito para El País del Hueso y Miradas de la Discriminación.

Ok, espera, para no liarnos. Mejor hablamos de tu libro de ahora. Por ejemplo, ¿qué me respondes si te pregunto qué es el caos?

– Pues verás, el caos es una especie de orden divino, una manera natural en la que los acontecimientos nos van apareciendo en la vida. A mi me gusta mucho el caos. Nunca me ha gustado poner orden a las cosas, vivo feliz así. Me gusta que sean ambiguas, que no sigan un esquema. No sé si lo mío es un defecto de fábrica.

Apunto, siguiente cuestión. ¿En cuántas definiciones has resumido tu diccionario?

¡Buf!,  pues perdí la cuenta. Mi idea era poner 666, por lo del diablo, ya sabes. Pero luego vi que me iban  a salir más bien 365, como los días del año. La verdad es que al final no tengo ni idea de cuántas salieron.

¿Y cómo elegías las palabras que ibas a incluir?

No había método ni orden ni seguí ningún mapa. Me dejé llevar. Cuando empecé a escribir puse, «Índice» y lo definí. Después puse «Diccionario». Y después creo que puse «Matrimonio», y después «divorcio», y después «Dios»… Debe ser que era una cuestión de sentimientos. Iba eligiendo palabras sin más, las que me latían.

¿Con cuál acabaste?

– Con la palabra «Principio». Fue la última que escribí.

¿Entonces la última palabra de tu diccionario es la palabra «Principio»?

– Ah, no, claro que no. La escribí la última y la coloqué la primera, donde debe ir el principio, por lógica.

[pullquote]Mi libro ni siquiera tiene las páginas numeradas, quien quiera encontrar una palabra, que la busque.[/pullquote]

Ajá, eso quiere decir que el Diccionario del caos sí que tiene un orden, ¿no?

– No, para nada. El Diccionario del caos es una revelación contra lo que yo llamo la tiranía alfabética, esa herejía. Porque el alfabeto, que es un tirano, es el que hace que agua y aceite convivan en la misma categoría, y el que ha hecho que entre el amor y el odio haya 185 páginas en vez de una palabra. Mi libro ni siquiera tiene las páginas numeradas, quien quiera encontrar una palabra, que la busque.

Está bien. Creo que entiendo. Creo. Oye, y ¿cuál fue la palabra que más te costó definir, la que te pareció imposible de hacer?

– La que más me costó no la incluí.

Jaja, ok. ¿Y la segunda que más te costó?

– Pues hijo…

Dime, Fernando.

– No, que «Hijo», la palabra «Hijo». Y eso que a los míos les quiero mucho. Pero es una identidad difícil de definir. Al final la puse. Sin embargo, es un palabra muyconflictual, sin duda, como el hecho de ser padre.

¿Cómo debe ser de larga o cómo hay que elaborar una definición para un diccionario del caos?

– Pues como un guion para tele. Es decir, una definición debe ser medianamente verosímil, y para que sea creíble tiene que ser un poco fantástica. Porque las historias son creíbles cuando son vagamente realizables. Es decir, una definición, sobre todo, tiene que parecer cierta aunque no lo sea.

Como definición del caos quizás deberías haber puesto tu nombre.

– Quizás.

¿Por qué quisiste que ilustrase tus conceptos Alejandro Magallanes?

– Porque es como un niño grande. Mira las cosas como un niño y juega con las imágenes y las palabras. Era la persona perfecta para ser mi cómplice llevando a cabo este crimen literario.

Una pregunta más y te dejo, que tendrás al público esperando. ¿Qué pretendes? ¿Cuáles son tus expectativas con este libro?

– ¡Ah!, eso es fácil de contestar. Por salud propia genero muy pocas expectativas sobre las cosas que hago. Por eso no le pediría al público que esperase demasiado de mi libro. Y espero que la gente no espere demasiado para que le quede margen para sorprenderse. Sí, puede ser que les sorprenda.

Fernando, definitivamente tu vida y tus opiniones son un caos.

– Sí, yo me entiendo.

            

Por Jaled Abdelrahim

Jaled Abdelrahim es periodista de ruta. Acaba de recorrer Latinoamérica en un VW del 2003. Se mueve solo para buscar buenas historias. De vez en cuando, hasta las encuentra.

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