«Mi fotografía tiene mucho de espontaneidad. Intento retratar momentos reales, miradas con significado y sentimiento». En su página web, Diego Arroyo se autodefine como «director de arte y fotógrafo apasionado».
«Me siento más fotógrafo, porque es realmente lo que me sale hacer sin pedirle permiso a nadie. Aun así la dirección de arte me apasiona, me da la oportunidad de trabajar con gente increíble, de valorar el trabajo de otra forma, con más perspectiva, y de inspirarme constantemente con el talento ajeno», cuenta Diego, que descubrió la fotografía a los 17 años.
El retrato predomina en su trabajo, algo que eligió de forma casi inconsciente. «Me siento atraído por el reto que supone el retrato: buscar esa chispa especial, ese momento en el que bajamos la guardia y mostramos lo que llevamos dentro. Es algo que admiro y valoro mucho en el trabajo de otros fotógrafos», reconoce.
Steve McCurry es, sin duda, su mayor referencia. Otros nombres como Sebastião Salgado, Yann Arthus-Bertrand, Erwin Olaf y Joey Lawrence representan una fuente de inspiración para el trabajo de Arroyo, junto al cine, la ilustración y el arte en general.
Etiopía, Kenia, Camboya y Nepal son algunos de los lugares donde ha producido sus series fotográficas. «Viajé a Nepal en 2014, unos meses antes de los terribles terremotos. Fue horrible seguir las noticias y ver la desesperación de la gente desde tan lejos», recuerda Diego.
En este país, Arroyo se adentró en las zonas rurales. «Me gustó mucho todo el bajo Mustang: austero, remoto y místico», asegura este fotógrafo, que se quedó prendado por la espiritualidad que permea la vida cotidiana y la cultura de Nepal.
Diego tuvo la oportunidad de compartir vivencias con algunos de las personas a las que retrató. «Pude dormir bajo el mismo techo y llevar su modo de vida durante unos días: me quedé en casas hechas de barro y madera, junto a las mulas, comiendo la misma comida y participando de sus rituales. Con otros tan sólo me pude permitir encuentros breves», recuerda.
«Por desgracia no vivo únicamente de la fotografía, así que en general los viajes son mucho más cortos de lo que me gustaría, alrededor de 20 días o un mes, aunque hay excepciones», añade.
Cuando le preguntan cuál es su trabajo preferido, no duda: Etiopía, que considera su «trabajo más evocador».
En la actualidad, está trabajando en una serie sobre Japón. «Me pareció una cultura apasionante. Creo que va a salir algo interesante», concluye.
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