Inmerso en la naturaleza islandesa, el humano se vuelve insignificante. Los pequeños caminos asfaltados son lo único que existe para arroparlo frente a los elementos inhóspitos de esta isla atlántica.
Carla Andrade estuvo allí dos veces. Se enfrentó a la inmensidad de sus glaciares. Experimentó lo que significa introducirse en el hielo. Navegó por sus helados caminos en un pequeño coche y se paró cada cierto tiempo para mirar al horizonte. En el viaje de su mirada hacia el final de cada carretera encontró imágenes mágicas. Se paró una y otra vez con su cámara para retratarlas. Sabía dónde se encontraba en cada momento pero nunca estaba segura de dónde acabaría.
“Fue como una pequeña metáfora de la vida. Me fascinó la idea poética del camino. Solo podemos controlar el origen. El destino siempre es un misterio. La certeza solo surge cuando nos aferramos al pasado”, afirma Carla Andrade, quien convirtió este trabajo en la serie Paths to Land.
Durante la ruta el asfalto se convierte, según ella, en un “medio del hombre para abrirse paso en la naturaleza. Una forma de dominación del paisaje, perforándolo y recortándolo. Vías artificiales que le permiten desplazarse a través del mundo natural. Ante una naturaleza poderosa, el ser humano necesita un refugio, necesita de lo artificial para llegar a lo natural”.
Para Andrade, poco interesada en retratar la realidad, Islandia fue un lugar idóneo para generar “fotografías a medio camino entre lo documental y la experimentación. Un mundo paralelo con elementos de magia”.
La fotógrafa gallega llegó al final de su camino islandés pero acabó abriendo otro que la llevará a un lugar muy lejos de la tierra de los volcanes y el hielo. Proximamente partirá rumbo a Nepal donde seguirá explorando paisajes sobrenaturales con su cámara.
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La serie Path to Land estará expuesta el 27 de junio en la galería Luis Adelantado (Valencia) y el 11 de julio en la galería Michel Mejuto (Bilbao).
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El incierto final del camino
