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El origen de los dichos: Apaga y vámonos

Podría ser esta una expresión que usaron las Tacañonas, aquellas damas de negro tan ahorrativas que aparecían en el Un, dos, tres, en lugar de la tan conocida «campana y se ha acabado». Pero no. Aunque quienes la dijeran la primera vez también vestían de oscuro.

Apaga y vámonos se usa cuando queremos dar por finiquitado un tema. Algo así como se acabó lo que se daba. Y también podemos decirla cuando escuchamos algo disparatado o absurdo que nos escandaliza y nos saca los ojos de las órbitas, dejándonos la negativa sensación de que la cosa ya no tiene remedio. De hecho, a esta que os escribe se le viene a la cabeza más de una vez cuando ojea un periódico (no tengo estómago para leerlo en profundidad).

La expresión puede tener su origen, Según Sbarbi -nos dice José María Iribarren- en una historieta que se cuenta en Pitres, un pueblo de la Alpujarra, sobre dos sacerdotes enfrentados, que puede tener una base real o ser simplemente una fábula. A este cuentecillo aludía también Luis Montoto Rautenstrauch en su obra Un paquete de cartas de 1888.

Dos sacerdotes peleaban por la plaza de capellán castrense, que debía de ser un puestazo a juzgar por el ardor con el que combatían tan píos señores. Para ganarla, era preciso dar la misa en muy poco tiempo, por lo que apostaron a ver cuál de los dos era capaz de oficiar la más corta. El primero de ellos, aguililla como pocos, en lugar de empezar con un «Introibo ad altarem Dei», que era la fórmula latina usada antiguamente para empezar las ceremonias, pasó directamente al «Ite, Misa est» con la que se despedía a los feligreses. O lo que es lo mismo: un «podéis ir en paz, que la misa ha terminado».

El segundo sacerdote, a ver la argucia de su oponente, lejos de achantarse se dirigió a su monaguillo diciéndole: «Apaga (los cirios) y vámonos». Misa a la velocidad de la luz, como a mí me gustan.

¿Quién ganó? Parece ser que el segundo, pero eso no es relevante.

Y eso es todo. Lo breve, si bueno, ya sabéis…

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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