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El origen de los dichos: Más feo que Picio

La corrección política que practicamos hoy en día nos haría imposible burlarnos o señalar con desprecio a personajes como Picio, paradigma de fealdad. Pero lo cierto es que este bendito país se ha guiado más por la mala leche que por el respeto al diferente.

Hacer risa de quien consideramos por debajo de los cánones de ‘normalidad’ viene escrito en nuestro ADN. El caso es que este hombre, si es verdad que existió, debió tener una vida muy mala. Porque que te recuerden continuamente lo desagradable que le resultas a la vista a la gente no debe de ser plato de buen gusto.

El ‘más feo que Picio’ lleva la coletilla, quizá menos conocida, ‘que de feo que era, le dieron la unción con una caña, por lo asustado que estaba el cura’. Según Iribarren, quienes más lo dicen son los andaluces.

Que Picio fue un personaje real es algo que asegura Sbarbi en su Gran diccionario de refranes. Incluso llega a decir que habló con personas que habían conocido a este personaje.

Picio, al que en algunos lugares dan por nombre Francisco, era un zapatero de Alhendín, en la provincia de Granada, que fue condenado a muerte por un delito cometido. ¿Qué hizo? No sabemos ni nos importa. El caso es que estando el pobre en capilla esperando a ser ajusticiado, le llegó la noticia de su indulto. Y de la impresión que se llevó, quedó calvo, sin cejas ni pestañas. Por si fuera poco, le salieron además una serie de tumores en la cara que deformaron su rostro terriblemente.

El pobre zapatero, acosado por las burlas y desprecio de sus vecinos, se trasladó a vivir a Lanjarón, de donde también fue expulsado al cabo de un tiempo por no acudir a la iglesia, ya que se negaba a entrar sin el pañuelo que cubría su cabeza y con el que ocultaba su deformidad. Así que acabó huyendo a Granada, donde murió solo y repudiado por todos.

Tan guapos como Picio, y también originarios de Andalucía, son otros personajes como el sargento de Utrera, que era tan feo que la nodriza, para no verlo, le daba la papilla por el trasero, o que reventó de feo. Y un tal Carracuca, aunque a este último, en algunas regiones, más que como feo ejemplar lo ponen como arquetipo de longevidad (‘eres más viejo que Carracuca’).

¿Es o no es para querernos de graciosos que somos?

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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