El origen de los dichos: Pensar en las musarañas

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No es que te ocurra con mucha frecuencia, pero siempre hay momentos en la vida en los que, a pesar de que debes fijar la atención en aquello que estás haciendo o que te están contando, la mente toma su propia decisión y decide que eso no va con ella. Y así, importándole un pimiento que te la estés jugando, decide buscarse su propio entretenimiento. Y cuando llega la hora de hacer resumen, ¡ay, amigo!, ni idea de lo que te estaban diciendo o estabas haciendo. Eso sí, las musarañas te han llevado a parajes idílicos que nadie creería. Pero a ver cómo lo explicas.

Porque eso, grosso modo, es lo que significa estar pensando en las musarañas: o sea, andar distraído, embelesado o absorto. Y las musarañas a las que se refiere el dicho son, efectivamente, esos pequeños mamíferos tan parecidos a los ratoncillos que suelen encontrarse en las huertas y en el campo. La más conocida es la que se conoce como musgaño, que es insectívora y se mueve muy rápido. Aunque, debido a que viven ocultas bajo la tierra, por extensión se llama también musaraña a cualquier tipo de insecto, sabandija o animal pequeño.

No suponen ninguna amenaza para las labores agrícolas, por lo que quizá de ahí y de lo entretenido que encontraban algunos verlos moverse con tanta rapidez, se le dijera la expresión a aquellos campesinos que se dedicaban a observarlas sin hacer su trabajo, indicando que hacían cosas improductivas e insignificantes, abandonando sus obligaciones.

Para el diccionario, además del animalillo, es también una nubecilla que se te pone en los ojos, cosa que también podría causar distracción y embelesamiento. Si no, que se lo digan a Heidi.

Antiguamente, se decía mirar las musarañas. Y ya aparecía en El Quijote y en Cuento de cuentos de Quevedo, por poner dos ejemplos. Pero según Iribarren, la expresión pensar en las musarañas debe de ser relativamente moderna ya que no la citan como tal ni Covarrubias ni Correas. “Y es posible”, nos dice, “que se dijese, burlescamente, por estar pensando en las musas”. Quizá porque fonéticamente son muy parecidas. Y por esa expresión distraída que se nos pone a todos cuando esperamos la llegada de la inspiración.

Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista. Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu. A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá. Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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