No lo neguéis: en estos tiempos que corren ya casi habíamos olvidado la expresión hasta que apareció un tal Luis Bárcenas y unos señores de no sé qué trama relacionada con una correa para ponerla de nuevo en boca de todos. A día de hoy, sigue siendo una de las top ten de las más repetidas. Y lo que te rondaré, morena.
Queda claro que la usamos para pedir a estos individuos, por seguir con el ejemplo de los mencionados arriba, que descubran el pastel tan jugoso que parece haber estado cociéndose en las cocinas de cierto partido político. Y que con ella reiteramos nuestro deseo –y su amenaza- de descubrir eso que tanto empeño tienen algunos en tapar y en esconder.
No es probable que la manta en cuestión sea del mismo tipo que la que usamos para cubrirnos cuando nos echamos la siesta en el sofá de casa. Sino que, más bien, hace referencia a algo un poco más ignominioso.
Dicen varias fuentes, José María Iribarren entre ellas, que ‘manta’ era como se llamaba en los siglos XVI y XVII a un enorme lienzo que se colgaba en las iglesias y en el que se escribían los nombres y apellidos de los judíos conversos para mostrar su impureza de sangre. ¿Por qué tanta mala baba? Acudamos a la historia.
Durante el reinado de los Reyes Católicos, como es bien sabido, los judíos y musulmanes son expulsados del país, obligándose a quienes quisieran permanecer en él a convertirse al cristianismo y practicar la fe católica. Si bien en un principio los conversos fueron más o menos aceptados –aunque nunca estuvieron bien vistos- el rechazo total llegó con la crisis del XVII, cuando la miseria se apoderó del reino y de lo único que podían los españolitos presumir era de ‘pureza de sangre’. Así, llegado el momento y en caso de litigio, poder demostrar ser cristiano viejo y que en tu árbol genealógico no constara ningún converso te daba una ventaja sobre el rival nada despreciable.
Antes de iniciar una investigación o la ejecución de un juicio inquisitorial solía acudirse a este ‘registro’ para reforzar las pruebas contra los acusados . Y si se podía demostrar su origen hebreo, el reo estaba prácticamente condenado. Pero leer aquellas listas de nombres desde las paredes de los templos no resultaba fácil. Por ello, se ‘tiraba de la manta’ literalmente para descolgarla y se extendía en la sacristía con el fin de poder leer cómodamente los nombres de los que allí figuraban.
Quizá la ‘manta’ más conocida sea la que se colgó en 1610 en la catedral de Tudela, en la Capilla del Perdón, para que pudiera distinguirse “la calidad de los hombres nobles”, según consta en el Diccionario de Antigüedades de Navarra.
Por cierto, una réplica de esa manta se encuentra expuesta todavía en la capilla de San Denís de la catedral de esa localidad navarra, en lo que hoy se conoce como Museo de Tudela. Lo de que te dejen tirar de ella no está tan claro. Mejor abstenerse.