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El robot de mi abuela

A cualquiera se le pasan ciertas tareas a lo largo del día: sacar a descongelar la cena de la noche siguiente, bajar esa bolsa de basura que ladra a cada vistazo o comprar la dichosa alcayata que pide desde hace meses aquel cuadro tirado en el desván. Con los años, estos olvidos se agudizan. También decaen las condiciones físicas o las ganas para realizarlos. Con el objetivo de facilitar estos quehaceres en personas mayores, tres ingenieros han ideado un robot que no solo ayuda a recordar qué pastillas tomar y cuándo, sino que intenta reforzar las habilidades, resolver las deficiencias visuales y adoptar un papel presencial.
Se llama Myra Robot o MyraBot y surgió en la cabeza de tres alumnos de robótica de la Universidad de León. Francisco Javier Rodríguez Lera, Fernando Casado y Carlos Rodríguez estudiaban aquello de acercar la tecnología a las personas. Se lo creyeron. Y se empeñaron en cumplirlo. “Lo primero que pensamos fue en construir una plataforma útil, de precio asequible –entre 1.500 y 2.000 euros- y que tuviera una finalidad totalmente social”, expresa Lera. Los beneficiarios serían las personas mayores. Las que seguramente sólo habían visto un robot en las películas, pero más lo necesitaban. De ahí su nombre: Mayores Y Realidad Aumentada en un robot (MyraBot).



Porque uno de los obstáculos a resolver por este robot es la pérdida progresiva de visión y de memoria. Como solución, lo que este autómata concede es un registro del pastillero o aplicaciones que estimulen las habilidades mentales. “La prueba fue con ocho personas, entre ellas nuestros abuelos. Lo primero que tanteamos fue lo de las pastillas, que el aparato fuera marcando el progreso de la semana. Quisimos ver cómo funcionaba en algo relativamente sencillo y darle después un empujón a algo más completo”, cuenta Lera por teléfono desde el departamento.
Probaron con un prototipo de pantalla táctil o con un láser que le otorgara independencia y se clasificaron para ser tutelados por la plataforma UEIA de emprendedores. “Decidimos salir porque vimos muchas carencias que teníamos que mejorar. Encima, en aquel momento éramos dos y no podíamos con todo”, justifica este ingeniero informático de 34 años. Hasta ahora lo han presentado en la competición europea sobre progreso científico e innovación RoCKin y se utiliza en clases de la Universidad de León.
“El año pasado hicimos una versión de MyraBot adaptada a los ordenadores táctiles Mountain y ahora queremos cerrar el sistema operativo, rediseñar un par de componentes para ser capaces de fabricar todo en nuestro propio laboratorio e identificar el nicho de mercado en el que mejor encaje”, enumera Lera, “según se nos dé, valoraremos una propuesta de inversores o una campaña de crowdfounding”, expone mientras indica que el proyecto se enmarca en la Cátedra Telefónica sobre Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) y Envejecimiento Social de la propia universidad. Gracias a esa constancia, esperan, muchos reducirán esos olvidos cotidianos. Y tirarán, por fin, la basura.

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