Es una especie de búnker en el que se encuentran más de 9.000 libros. Algunos tienen la firma original de Octavio Paz o de Juan Rulfo. Al buscar entre los estantes, uno puede encontrarse con la primera edición de Guerra y Paz o con una impresión en latín de la Odisea. La ciudad de México esconde una librería antigua con una colección única y perfectamente seleccionada, cuya existencia es un secreto.
Max Ramos creó hace seis años este laberinto de la nostalgia. Solo los bibliófilos de culto lo saben y, para disfrutarlo, tienen que llamar a un teléfono móvil y pedir una cita. No cualquiera puede ir. Solo aquellos que valoran la nostalgia. Aquellos que saben disfrutar el olor a viejo y entienden lo que significa una primera edición o un libro autografiado. Es la razón por la que el Burro Culto, ubicada en una céntrica colonia del Distrito Federal, no está abierta al público en general.
Ramos utilizó su colección personal con más de 7.000 libros, reunidos en menos de cinco años, para abrir su primera librería. El Hallazgo, ubicada en la colonia Condesa, fue la pionera de otras tres librerías más en las que empezó su amor y obsesión por los libros. Desde hace 16 años, todos sus proyectos se han centrado en este lugar de apenas 40 metros cuadrados. Y el Burro Culto se ha convertido en su secreto mejor guardado.
“El Burro Culto no tiene la intención de formar nuevos lectores”, explica Ramos. “Lo que queremos es proteger a los que ya leen. Que encuentren ediciones únicas y especiales, y que sepan reconocer su valor”.
Cuando apenas empezaba este santuario de bibliófilos, a Ramos se le ocurrió dar una entrevista a un periódico mexicano. La redactora le preguntó el valor económico de algunas de las peculiaridades que guardaba en el Burro (o)Culto. Este superaba los 10.000 euros. Apenas dos días después de publicado el artículo, unos ladrones entraron a El Hallazgo en busca de aquellos ejemplares. Por suerte, nadie sabe llegar a la librería secreta.
Al Burro Culto apenas le entra la luz. Pero tiene una iluminación perfectamente pensada para la comodidad del lector. A lo largo de cuatro habitaciones con una decoración exquisita, se encuentran diversos tomos únicos. Hay que pasar unas cuantas horas dentro para escoger entre los tesoros. Uno puede encontrarse las cartas de Miguel Delibes con su editor o un tratado sobre la nostalgia en Madrid. La sorpresa es parte del encanto.
En una pequeña cava de vinos, Max Ramos esconde las publicaciones de autores nuevos y desconocidos, los cuales, piensa sacar en unos 10 años para ver si su obra ha madurado como si fuera un vino de buena cosecha.
“Aún me considero un librario de segunda. No tengo la capacidad económica para conseguir libros que podrían costar hasta un millón de pesos (unos 60.000 euros) por su valor histórico y literario. Voy a la mitad del camino”, señala mientras toma un café en una taza de porcelana china de colección.
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