A pesar de los esfuerzos para demostrar lo contrario, la utilización de condiciones infrahumanas por los proveedores de muchas marcas de ropa sigue estando a la orden del día, según un estudio realizado por el International Textile Garment and Leather Workers’ Federation (ITGLWF), recogido la semana pasada por The Guardian.
The Guardian: «Más de una década después de que el trabajo esclavo para marcas de moda se convirtiera en un asunto mainstream, y después de que muchas compañías instauraran un sistema de monitorización de su cadena de distribución, el problema sigue siendo endémico en el sector global de ropa y calzado».
Los autores del estudio visitaron 83 fábricas en Filipinas, Indonesia y Sri Lanka al azar y encontraron que ninguna pagaba un ‘sueldo digno’ a sus más de 100.000 trabajadores. Entre las marcas que trabajan con estos proveedores están Marks and Spencer’s, DKNY, GAP, Slazenger, Speedo (lista completa en la página 13 del estudio). Tampoco se libra la marca de comercio justo Fairtrade.
The Guardian: «Muchos de ellos ni siquiera pagaban el salario mínimo. Lo que deja claro también el informe es que es un problema de género. El 76% de los trabajadores entrevistados son mujeres. Cadenas de distribución globalizadas explotan al trabajo femenino. Es una ironía que quizá escapa la conciencia de muchas mujeres que compran la mayor parte de su ropa en multinacionales de moda en Occidente. Mujeres comprando productos hechos por otras mujeres explotadas y mal pagadas».
El informe revela además que las condiciones, lejos de mejorar, están empeorando en algunas fábricas. La precariedad ha aumentado dificultando la capacidad de crear sindicatos para proteger los derechos de los trabajadores. La temporalidad evita pagar vacaciones o bajas. A los trabajadores temporales se le impone más presión, horas extras obligatorias y sueldos más bajos.
The Guardian: En Sri Lanka, los sueldos se pagaban según objetivos a pesar de que estas prácticas son ilegales. En una fábrica en Girigara, los sueldos se recortaban si no se llegaban a esos objetivos a pesar de que esos objetivos eran imposibles de conseguir. (…)En este mismo país, se obliga a los trabajadores a hacer más de 130 horas extras al mes. Un horario típico puede ser de 6 de la mañana a 8 de la tarde». La lista de abusos sigue creciendo según avanza el estudio.
Una trabajadora entrevistada se quejaba de que el dinero que pagan a pesar de hacer horas extras no cubre sus necesidades básicas. «Cada mes me pagan un sueldo que incluye horas extras de 171 dólares cuando mis gastos mensuales son 194 dólares. Cada mes asumo una deuda de 23 dólares a pesar de limitar lo que gasto y bajar la calidad y cantidad de cosas que necesito para mi familia».
La organización dejó patente que todas estas prácticas son ilegales. Sin embargo, sin un buen sistema de inspección, la legislación no vale para nada.
Foto de Marissa Orton reproducida bajo licencia CC.