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Palabras con mucho cuento: «Embelesar»

Que vuestros sentidos, a pesar del significado de esta palabra, no se suspendan, arrebaten ni cautiven. Prestad atención a esta historia que va a comenzar y luego, cuando el relato acabe, si lo queréis, embelesaos.
Preguntaba el nieto a su abuelo, sentados los dos frente a la chimenea que caldeaba la cocina, qué era aquella música que sonaba en la radio. Era tan dulce, tan embriagadora que el niño se sentía acunado entre sus notas y los ojos se le cargaban de sueño. «Es una nana», respondió el abuelo sin apartar sus ojos de las llamas. «Y te está embelesando». El nieto, extrañado ante el cultismo que su abuelo había utilizado, quiso saber más y dejando de prestar atención durante un momento a la melodía que sonaba, preguntó al abuelo qué era aquella palabra tan rara que había pronunciado y de dónde venía.
«Si fueras pescador, zagal, ya lo sabrías», respondió el anciano. Y empezó a contar.
Cuando los peces eran tan avispados que no se dejaban atrapar y se burlaban del anzuelo que les lanzaban desde la orilla, los pescadores, poco dados a regresar con el cesto vacío de pescado a su casa, se veían obligados a usar otras artes menos nobles. Quería la naturaleza facilitarles la pesca y ponía a su disposición la belesa, una planta de la que se extraía un narcótico capaz de dormir al más pintado. Los pescadores, sabedores del poder adormecedor de la belesa, arrojaban a las aguas del río unas cuantas plantas para atontar a sus presas. Y los peces, embelesados, subían a la superficie para ser capturados sin esfuerzo por los pescadores.
«Pero eso es trampa, abuelo», respondió el nieto.
Y el abuelo, sonriendo al niño, guiñó un ojo sin decir nada más.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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