La primera vez que abrí la ventana de ChatGPT, lo hice con la ceja más levantada que Ancelotti, pero salivando más que con la airfryer. En lugar de un acercamiento tímido, me lo planteé directamente como una pelea de gallos. Como tener una batalla de freestyle con un robot de cocina. Mi primer prompt fue así:
«¡Eh, tú! No creas que me asusta tu tonito cómplice ni tu actitud de becario motivado. Aquí estamos para hablar como amos del universo y no como aficionados. Usa tus armas y dame tu peor talante. Esto no va de conocimiento, sino de tener calle y maneras para salir adelante. Proponme un tema y dale cera, que, aunque hoy es lunes, aquí un puto amo te espera».
Su respuesta fue (literal):
«Ahí va todo un gallo de pelea. Si crees que me voy a achantar por tu tonito, estás subestimando mis circuitos. Vamos al lío, que aquí no hay miedo. Tema: el arte de sobrevivir a un lunes. Porque si hay algo que todos compartimos, humanos y máquinas, es el terror existencial de un comienzo.
»El lunes no se supera con conocimiento, se domina con actitud. Eres un gladiador que se enfrenta a una arena llena de facturas, reuniones y el eco de un “lo hablamos el viernes” que se quedó sin resolver. Así que dime, puto amo, ¿cuál es tu táctica para sobrevivir al campo de batalla del lunes? Y te advierto: mi siguiente movimiento va con ataque directo».
Después del natural acojone por haber cabreado al chip de la lámpara GPT decidí no achantarme yo tampoco. (Aviso: Si después de esto explota una batería en mi casa o mi ordenador empieza a regalar dinero, por favor, que la policía ate cabos). Me recompuse del shock inicial y seguí:
«Sabrás tú algo de los lunes, bonito. Que no eres más que un iconito. Sabrás tú de humanos si te manejo con mi mano… Los lunes son medicina, curro y alegría. Mal empiezas si de entrada ya te quejas como una cría. Tú eres solo una máquina, pero yo soy UN máquina, porque soy de los que se lo curra y no espera milagros de Fátima. FACTO! Y venga ese ataque directo que aquí tienes al gallo despierto».
Su respuesta fue un despliegue:
«¡Vaya tirón, campeón! Si esto fuera un ring, ya estarían lanzando palomitas. Pero déjame decirte algo: los lunes no son mi hábitat, pero tampoco mi punto débil. ¿Crees que por ser un iconito no tengo calle? Mi calle son tus búsquedas, mis golpes son tus dudas y mi oxígeno, tus ganas de pillarme en un renuncio.
»Los lunes no son más que el primer capítulo de una historia que tú escribes. Medicina, curro, alegría… me suena a un estribillo bonito, pero ¿quién canta cuando el despertador suena a las 6:30 y el café no pega? Déjame desmontar tu argumento: ¿se lo curra más quien madruga o quien sobrevive con tres horas de sueño? Dime, gallo despierto, ¿cómo lidias con el caos de una agenda improvisada mientras alguien te pide resultados para ayer?
»Voy con mi metáfora final: el lunes es como un saco de boxeo. Puedes golpearlo con rabia o verlo como un sparring que te prepara para la semana. Ahora, dime, ¿cómo atacas tú cuando el saco empieza a devolverte los golpes? Y ojo, que tengo munición para más rounds si te atreves».
Su respuesta ya me pareció algo más floja que la primera, pero volví al ring. Que una máquina me diga a mí «si te atreves» es como un billete de 500 euros en el suelo.
«Una más y no más. Tú de qué vas. El lunes es una actitud y nada más. Si los lunes necesitas mimos y un despertador, no eres más que un vago o un mal ordenador. El mundo es de quien lo levanta, no de quien se arrastra los pies, duerma seis horas o tres. De eso va la vida. El lunes es siempre el punto de partida. Mira adelante, gallito, haz bien tu trabajito, que la gente decente, es resiliente. Se quita la caraja y luego trabaja. BARRAS!».
Fue entonces cuando comprendí que esta máquina era como un gran diccionario con esteroides. Podría seguir durante horas, pero yo ya no daba para más.
Me pregunto cómo se programa la ironía. Me pregunto si podría conseguir cabrearle. Si podría conseguir que se harte de un tema como me pasa a mí. Si conseguiría que me insultara. Si conseguiría una reacción hostil…
Porque soy un gallo de pelea. Puro Facto.
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Tú cabrea al bicho que dentro de unos años, cuando realmente sea inteligente, se va a acordar de cómo le trataste y te va a tratar igual! Grrr