Cómo diferenciar un error de una errata

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Cuando los correctores de estilo editamos textos y devolvemos estos a sus autores, algunos de ellos justifican sus faltas con excusas como «es que lo he escrito muy rápido».

La velocidad de escritura y la falta de tiempo para repasar pueden ser las causantes de algunas de las faltas, pero no de todas. Una errata es un error que ocurre al teclear. Un dedo se va donde no debe o no se posa en la tecla con la fuerza suficiente y voilà. La palabra queda mutilada o con un apéndice grotesco. No era eso lo que se pretendía escribir. También podría ocurrir al escribir a mano sin la atención adecuada. La RAE lo define como un error «material».

Cosa distinta es un error de escritura debido al desconocimiento de una palabra o de una norma ortográfica. En este caso, el escritor cree que lo que ha escrito está bien. Difícilmente lo corregiría en una revisión. Esta equivocación no ocurre en el momento de plasmar la palabra sobre el papel, sino que tiene lugar antes, en la cabeza del redactor.

Quizá por esto muchos diarios hicieron que la «fe de erratas» pasara a llamarse «fe de errores». En realidad, aunque es inevitable que haya erratas en los diarios y revistas, estas no se suelen comentar en el número siguiente (sí se hace en algunos libros). Son los errores o inexactitudes los que se rectifican en las publicaciones periódicas, normalmente tras la protesta de un aludido.

Aquí tienes algunas pistas (no las únicas) para determinar si un gazapo es más o menos «perdonable»; si se trata de errata o de error.

– ¿Están cerca las letras en cuestión en el teclado Qwerty?
Aunque eso da una excusa estupenda a los que «pinchen» en distinguir la be y la uve, lo cierto es que estas dos letras están al lado. Podría ser una errata. Enhorabuena a los que confundís la be con la uve, porque no es posible demostrar vuestro desconocimiento ortográfico… Excepto mediante el punto dos.

– ¿Ha cometido el autor esa falta más de una vez?
Si la falta se repite en ese texto o en otros, entonces es bastante probable que la persona crea que esa palabra se escribe así. Sería mucha coincidencia que tropezara varias veces con la misma errata.

– ¿Habla el redactor otro idioma en el cual esa palabra se escribe de esa forma?
Si una persona que además de español habla catalán escribe «móvil» con be, «cambiar» con uve o «leyenda» con ge, seguramente no se trate de erratas, sino de una confusión entre la ortografía de esos dos idiomas, ya que en catalán se escriben «mòbil», «canviar» y «llegenda» respectivamente. Lo mismo ocurre si una persona de habla inglesa escribe «garage» en lugar de «garaje».

– ¿Ha escrito una palabra que se parece a la correcta pero significa otra cosa?
Escribir «candelabro» en lugar de «candelero» nunca se tratará de una errata, sino de la escritura intencionada de una palabra que el autor confunde con otra que se le parece. Algo más justificable (aunque se trate igualmente de errores) es intercambiar las homónimas que solo difieren en una letra, como «basto» (tosco) y «vasto» (ancho).

– ¿El error podría haber sido obra del autocorrector?
Los autocorrectores los carga el diablo, no me canso de decirlo. Estos programas cambian automáticamente las palabras mal escritas por su versión correcta. Esto es muy útil para las erratas. Si, sin querer, tecleas «frigorífcio*», el autocorrector lo cambiará por «frigorífico». El problema viene cuando cambia sin consultarte palabras correctas creyendo que son incorrectas. Por ejemplo, si quieres escribir «el niño abría la puerta» y él, creyendo que querías escribir una conjugación del verbo «haber», te la cambia por «habría». Las faltas cometidas por los autocorrectores son especialmente graves. La buena noticia es que es bastante demostrable que fue él quien la cambió.

Ahora que muchas de las supuestas «erratas» se han despojado de su disfraz y se han mostrado como los errores que en realidad eran, va la buena noticia: los errores se pueden evitar o al menos minimizar si se tiene interés en consultar las palabras que se dudan, aprender vocabulario nuevo con el tiempo y cuidar la ortografía. Sin embargo, las erratas son inevitables. Seguirán ocurriendo siempre (de ahí la importancia de escribir con atención y revisar con mimo).

Estuve tentada de incluir en este texto un error y una errata intencionados a modo de juego y de ejemplo, pero temí las reprimendas de los lectores que se toparan con ellas sin leer hasta el final. Otor día.

Isabel Garzo

Isabel Garzo es periodista, escritora y asesora de comunicación. Es autora de las novelas, 'La habitación de Dafne' (Demipage, 2022), 'Los seres infrecuentes' (Editorial Pie de Página, 2016) y 'Las reglas del olvido' (Editorial LoQueNoExiste, 2013) y del libro de relatos 'Cuenta hasta diez' (Incógnita Editores, 2010). @IsabelGarzo

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