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El origen de los dichos: Estar a la cuarta pregunta

Si uno es amante de los Expedientes X, probablemente la frase le resulte sugerente: ¿aludirá a la cuarta dimensión? ¿Tendrá que ver con el programa de Iker Jiménez? Lo cierto es que estar a la cuarta pregunta no tiene nada de paranormal, mucho menos hoy en día. Sino que más bien nos remite a una desagradable, desesperada y terrenal situación: estar sin un duro, sin un euro, sin un pavo, sin parné, sin cuartos. O sea, más pobre que el lenguaje de Belén Esteban.

No es una sino varias las explicaciones que hay de este dicho tan popular.

La que parece más exacta, según José María Iribarren, es la que cuentan distintos autores, entre otros, Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber y Larrea para los amigos). Y lo que nos dicen es que la frase tiene origen jurídico.

Cuando se tomaba declaración al reo, el escribano se ajustaba a un cuestionario establecido que constaba de cuatro preguntas: 1ª Nombre y edad; 2ª Patria y profesión; 3ª Religión y 4ª Rentas. Lo normal era que el interrogado respondiera a esa última con que era pobre de solemnidad.

Después, cuando el juez volvía a tomarle declaración y al preguntar de nuevo por la capacidad adquisitiva del reo, este solía contestar: «me remito a la cuarta pregunta».

Un dato más: las preguntas de arriba, las que van en negrita, sí, esas… En lenguaje jurídico, se llaman ‘generales de la ley’.

Quizá como parodia de este procedimiento judicial, los estudiantes de la Universidad Complutense, cuenta Sbarbi –quien antes había dado otras teorías que ni a él mismo le convencían-, hacían un interrogatorio similar, pero de coña, a los ingenuos estudiantes que llegaban a la universidad por primera vez:

¿Salutem habemus?
¿Ingenium habemus?
¿Amores habemus?
¿Pecunian habemus?

Evidentemente, la respuesta al último interrogante era obvia: ni un duro. Aunque no queda muy claro si eso le libraba o no de pagar la novatada. A no ser que el novato en cuestión fuera alumno del ICADE de la época, que entonces ya era otra cosa, o sea. El caso es que también explicaría el por qué se tomó lo de la «cuarta pregunta» como sinónimo de no tener dinero.

Y hasta aquí la explicación de hoy. Lo bueno, si breve, menos tiempo nos quita… ¿O no era así?

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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