Categorías
Entretenimiento

El regreso del erotismo satinado

El sexo es uno de los instintos más básicos del ser humano, una pulsión atávica que nos mueve desde las entrañas y se manifiesta en distintos aspectos de nuestra sociedad. Es una necesidad fisiológica como puede ser el comer. Sin embargo, mientras que la gastronomía ha evolucionado de forma pública hasta convertirse en un arte, desarrollando una filosofía con muchas variantes (veganismo, slow food, nouvelle cuisine) el arte de la excitación sexual ha madurado a la sombra, sorteando la voracidad de censores y el desdén de espectadores de moral estrecha hasta hace bien poco.

El erotismo impreso empezó a dar sus primeros pasos a principios del siglo XX, de una forma titubeante y minoritaria. No es hasta los años cincuenta cuando llega al público general en revistas que vestían su desnudez con pretextos artísticos y naturistas. Esta tendencia va desprejuiciandose con cada década, perdiendo su pretendida vocación artística hasta despojarse de cualquier artificio allá por los ochenta, cuando llegan las primeras imágenes sexualmente explícitas a los quioscos. Siguiendo con el símil gastronómico, empezaron quitando las salsas, las guarniciones y los aderezos y redujeron el menú a chuletón y pescado. Las recetas más elaboradas desaparecieron del menú, y para encontrarlas había que preguntar qué buscar fuera de carta.
Sammira Ben Laloua lleva un par de años cocinando una publicación de estética exquisita que responde al nombre de Extra Extra Magazine. En sus páginas se entremezclan las tendencias urbanas a nivel global y el erotismo, dos conceptos en principio ajenos, pero cuya mezcla produce un resultado extrañamente natural.
«Tiene mucho que ver con el disfrute de perderse en una ciudad y enfrentarse a lo inesperado» reflexiona Laloua, «creo que todos hemos vivido experiencias eróticas en el metro, en un parque o en un bar, es lo que hace que la vida urbana sea tan excitante». Extra Extra Magazine se configura así como un viaje al corazón de una ciudad desconocida. Sus páginas pasan de una entrevista al músico, realizador y diseñador gráfico francés Woodkid a un reportaje sobre una ONG berlinesa que intenta salvar el Amazonas a través del porno. No se huye del desnudo, pero tampoco se busca gratuitamente.

La vocación, decididamente internacional, de esta publicación nace de la necesidad. Laloula, socia fundadora, está asentada en Rotterdam, pero está en constante comunicación con los editores, que viven en México, Nueva York, Bruselas, Berlín y Amsterdam.
«Tenemos la sensación de que el erotismo es una de las pocas experiencias que se pueden compartir universalmente» comenta sobre el carácter apátrida de su proyecto. Extra Extra tampoco tiene banderas sexuales, y es que una de las particularidades es que no está dirigida a un público específico. Ni hombres ni mujeres, ni homosexuales ni heterosexuales. «Damos la bienvenida a todas las opciones» se limita a comentar Laloua.
La crisis del erotismo de papel
En los noventa, la comercialización de la sexualidad, desde la publicidad hasta la moda, hizo que la fotografía erótica diera el salto a publicaciones más generalistas donde el sexo y el erotismo estaban más orientados a vender colonias que a reivindicarse como una forma de expresión propia. Fotógrafos como Terry Richardson o Helmut Newton son un claro ejemplo de esta tendencia, una sexualidad inocua destinada a escandalizar, pero no demasiado. El erotismo se hizo mainstream, pero la mayor amenaza de las revistas del sector estaba por llegar.
Internet ha hecho mella en todas las publicaciones, pero mucho más en las que tienen la pornografía y el erotismo como principal tema. Los grandes popes de la industria se han reinventado como han podido (ahí está Playboy vendiendo colonias y camisetas). Para aquellas más minoritarias y arriesgadas esta transformación ha sido más complicada. En nuestro país el mejor ejemplo lo encontramos en el cierre de la mítica Kiss Comix, (una delirante mezcla entre pornografía y cómic) que cerró en 2011 después de 239 números. Hay muchos más. Puede que no se encuentren ya en nuestros quioscos, puede que no sean rentables, pero las publicaciones eróticas independientes nacen con profusión micológica en Internet, terreno abonado para este tipo de proyectos.
Extra Extra pasaría por ser una más si no fuera por el empeño de Laloua en llevar sus historias al papel. La revista se mueve en Internet y aprovecha las posibilidades que ofrece este formato, como la elaboración de podcast y su promoción en redes sociales. Pero es su versión física la que le ha granjeado más alegrías. «El tacto de una revista física es importante, especialmente cuando hablamos de sensualidad» asegura Laloua. «Nos gusta la idea de que los lectores puedan estar tocando nuestras imágenes. Además, es fabuloso sentirse parte de esta corriente que aboga por llevar la erótica de nuevo al quiosco».

reviserotica
 

Por Enrique Alpañés

Periodista. Redactor en Yorokobu y otros proyectos de Brands and Roses. Me formé en El País, seguí aprendiendo en Cadena SER, Onda Cero y Vanity Fair. Independientemente del medio y el formato, me gusta escuchar y contar historias. También me interesan la política, la lucha LGTBI, Stephen King, los dinosaurios, los videojuegos y los monos, no necesariamente por ese orden. Puedes insultarme o decirme cosas bonitas en Twitter.

Salir de la versión móvil