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Silencio, se proyecta: un festival de cine mudo en pleno 2015

La película Ramona cuenta la historia de una chica ascendente de nativos americanos y escoceses, criada por una familia mexicana, a la que discriminan por su raza. Pese a las vejaciones que sufre, Ramona no se queja ni una sola vez. Ni un solo insulto sale de la boca de la actriz que la interpreta, Dolores del Río.

No es que Ramona no sufra, o que haya decidido sellar sus labios. Su voz no se escucha porque en Ramona nadie dice una palabra: se trata de un filme mudo dirigido por Edwin Carewe en 1928.
Los cines apenas proyectan cine de este estilo, salvo excepciones reciente como The Artist y Blancanievas, pero aún existen lugares como el Teatro Verdi, en la ciudad italiana de Pordenone, donde es posible verla acompañado de una orquesta en directo. Allí se celebra anualmente desde 1982 Giornate del Cinema Muto o Festival de Cine Mudo.

«El género casi ha desaparecido porque la tecnología ha evolucionado», explica Jay Weissberg a Yorokobu, crítico cinematográfico y (recientemente nombrado) director del evento. Como ocurre en cualquier ámbito de la cultura popular, las obras del pasado se convierten en una antigualla que las generaciones modernas solo ven como una pieza de coleccionismo o de museo.
Por eso, Weissberg considera el festival como una iniciativa para llegar a nuevas generaciones: «Una vez que lo conocen, les engancha», afirma, porque «no podemos entender el cine de hoy sin comprender antes sus raíces». Según el estadounidense, el lenguaje visual no ha cambiado tanto en los últimos 80 años y aquellos que saben de las tendencias anteriores, reconocen que la frescura y viveza de aquel periodo –los años 20 fueron la época dorada del cine mudo− les sirve para apreciar mejor los matices de las cintas contemporáneas.
El evento se celebró por primera vez en 1982, impulsado por un grupo de archivistas, académicos y entusiastas del cine italianos. «Veían una necesidad urgente de crear un festival que ayudase a cambiar la concepción general sobre las primeras etapas del cine», indica Weissberg. En pocos años habían atraído con la iniciativa a un público internacional y, actualmente (ya van por la edición número 35), la mayoría de asistentes repiten.

«El giornate ha sido crucial para cambiar el discurso sobre el cine mudo y gracias a él se han producido grandes descubrimientos», prosigue su director. Por ejemplo, después de que el festival dedicara su edición de 1989 a las cintas rusas producidas entre 1908 y 1919, la visión sobre el cine europeo «cambió radicalmente», según Weissberg.
Los filmes rusos previos a la revolución se consideraban generalmente poco interesantes y demasiado convencionales, pero a partir de entonces «estas películas se han convertido en objeto de estudio, y se han dado a conocer directores como Evhenij Bauer, considerado uno de las grandes figuras del cine mudo», indica el estadounidense.

Algo similar ocurrió con las obras alemanas. Antes de 1990, únicamente se valoraba la producción cinematográfica germana correspondiente a la república de Weimar, y El gabinete del doctor Caligari. «Gracias al programa de Pordenone, en el que abundaban las obras previas [del periodo conocido como Wilhelmine], los académicos reconocieron la importancia creativa de la época anterior», asegura el crítico.
El festival, aparte de atraer a cinéfilos, sirve de punto de encuentro a profesionales del sector. Archivistas y estudiosos de este ámbito hacen propuestas para el programa, centrado en un director, actor, un país o un tema.
«Responsables de archivos fílmicos nos informan de nuevos descubrimientos o restauraciones, que muchas veces se proyectan por primera vez durante el encuentro», destaca Weissberg. La mayoría de las elegidas –alrededor del 98%−se crearon entre 1895 y 1930, aunque también seleccionan algunos documentales sobre el género.

Además, la música tiene especial importancia en el festival. «Un buen acompañamiento musical enriquece la experiencia, mientras que un mal intérprete puede arruinar una película», advierte el estadounidense. Afirma que en otros eventos usan melodías modernas para atraer a los jóvenes, pero en su opinión, consiguen el efecto contrario: envejecer el filme.
Durante el encuentro, se imparten cursos para artistas. Uno de ellos está dirigido a dos músicos jóvenes, que reciben lecciones de intérpretes experimentados. Weissberg sostiene que «gracias a esta iniciativa las nuevas generaciones están dando a conocer a audiencias internacionales la magia del cine mudo».

Las otras clases se dan durante la semana que dura el evento en el Collegium, una iniciativa del anterior director, David Robinson. Unos 16 chicos y chicas menores de 30 años aprenden sobre diferentes aspectos del programa de esa edición: las lecciones engloban áreas como la conservación de películas, programación y técnicas cinematográficas.
Aparte de Ramona, este año se han proyectado una versión muda de Romeo y Julieta, y seis horas de Los Miserables, acompañadas por una orquesta interpretando música en directo. Ramona seguirá viva mientras siga existiendo giornate del cinema muto.
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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, del EYE Filmmuseum, Library of Congress Packard Campus for Audio Visual Conservation (Culpeper), Paolo Jacob (en las posiciones 3,5 y 6) y Museo Nazionale del Cinema de Torino (4)

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