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Las imágenes hablan y también mienten: figuras retóricas visuales

Estamos tan acostumbrados a ver figuras retóricas en el lenguaje escrito que se nos olvida que las imágenes también hablan. También usan recursos expresivos que manipulan el cómo para amplificar el qué. 

Seguro que sabrías decir varias figuras retóricas. Todos conocemos la metáfora, la comparación, la yuxtaposición… y hasta podrías recitar de memoria el célebre soneto de Quevedo (el del hombre a una nariz pegado, no el que canta con Omar Montes). Pero, ¿sabrías identificar estos recursos en lo visual? ¿Y usarlos deliberadamente?

Por si quedaba alguna duda, una figura retórica es manipular el lenguaje (escrito, oral o visual) con fines expresivos o estéticos. Es dotar de forma al cómo para que el qué llegue con más fuerza. Para que el continente no solo acompañe, sino juegue con el contenido. Es una forma de potenciar nuestro discurso.

Para qué sirven las figuras retóricas (literarias y visuales)

La fuerza de los tropos es ilimitada, pueden ser muy sutiles y pueden producir un eco que resuene en los confines del consciente (y subconsciente) colectivo. Hay artistas y creadores que han hecho del uso figuras retóricas una maestría en sí misma, pero todos podemos usarlas:

 

Las podemos usar en ilustraciones, publicidad, diseño, fotografía, arte conceptual, poesía visual, escultura… allá donde queramos transmitir un concepto sin palabras, solo con recursos visuales, las figuras retóricas serán nuestras aliadas.

Las figuras retóricas

Podemos jugar con la realidad, la percepción y la lógica:

Drawing Hands. Escher (1948)

 

La firma en blanco. René Magritte (1965)

 

El cuarto para escuchar por René Magritte (1952)

 

Mierda de artista por Piero Manzoni (1961)
Relativity por Escher (1953)

 

Huyendo de la Crítica. Pere Borrell del Caso (1874)

 

Creatividad publicada en Yorokobu para Seat Start Moving

 

Podemos hacer del conjunto o colección un lenguaje en sí mismo:

Imagen de Miriam Persand para campaña de Adidas en Yorokobu

 

Serie Marilyns. Andy Wahol (Museo de Arte Moderno de Luisiana) Foto: Kongkiat Samangsri (Shutterstock)

 

. Repetición
Uso reiterado del mismo elemento para generar ritmo o insistencia.

Yayoi Kusama

 

Hay muchas formas de comparar y mostrar la relación entre elementos

Desde un punto de vista más semántico y conceptual:

Secuencia del vídeo publicado en Yorokobu para Alhambra

 

 

La Libertad guiando al pueblo. Eugène Delacroix (1830)

 

La creación de Adán. Miguel Ángel (1511)

 

Usar un elemento asociado en lugar del objeto representado.

La persistencia de la memoria. Salvador Dalí (1931)

 

Elementos incompatibles que se niegan y oponen mutuamente.

Esto no es una pipa. René Magritte (1929)

 

Contraposición clara de elementos opuestos. Se diferencia de la contradicción en  que no deben necesariamente implicar una contradicción lógica.

El jardín de las delicias. El Bosco (1500)

 

Oxímoron

Combinación de dos conceptos opuestos que originan un nuevo sentido.

Ilustración de Adelaxd publicada en Yorokobu.

 

Lo que se muestra contradice lo que se espera.

Hasta su abuelo. Francisco de Goya (1799)

 

Y desde un punto de vista más formal:

Relación visual directa entre dos elementos por sus semejanzas y diferencias.

Izquierda: Retrato de Inocencio X por Velázquez (1650). Derecha: Estudio del retrato del Papa Inocencio X de Velázquez por Francis Bacon (1953)

 

Colocar dos imágenes juntas para crear nuevas lecturas.

Vídeo publicado en Yorokobu para Alhambra

 

Unión de dos elementos dispares que genera una tercera imagen imposible.

Rueda de bicicleta. Marcel Duchamp (1913)

 

Una imagen compuesta de otras o que cambia según cómo se mire.

Vertumno. Giuseppe Arcimboldo (1590)

 


Supresión de un elemento visual que se sobreentiende.

Los amantes. René Magritte (1928)

 

Mostrar solo una parte para aludir al todo.

Cráneo. Alberto Durero (1521)

  

La asociación de dos o más sensaciones que pertenecen a diferentes sentidos.

El grito por Edvard Munch (1893)

 

A menudo estas figuras retóricas conviven y se mezclan. A veces apelan a la razón, y otras, debemos dejarnos llevar por la intuición. En ocasiones las paradojas conceptuales que surgen de estas obras remueven nuestro pensamiento, y en otras ocasiones es el golpe estético el que ataca nuestro sentir. Algunas son muy evidentes y otras son tan sutiles que necesitan de una observación consciente. Pueden ser una parte fundamental del discurso o simplemente un potenciador puramente formal. Pero la mayoría de las veces se mueven a lo largo del espectro que hay entre concepto y forma.

En cualquiera de los casos, los tropos o figuras retóricas refuerzan, evidencian o multiplican un concepto, mensaje o sensación haciéndolo más impactante, memorable y permeable. Úsalos con intención, porque tienen un poder infinito, pero úsalos.

 

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