La sala estaba en semipenumbra. Apenas un par de lámparas de luz tenue iluminaban aquella estancia fría que poco a poco se iba llenando de gente. No sabía bien cómo había llegado al tanatorio, pero algo le decía que tenía que entrar en aquel velatorio. Había mucha gente en la sala. Los signos de puntuación lloraban desconsolados mirando hacia la cristalera que se dejaba ver tímidamente desde la entrada. Allí, detrás de ella, había un ataúd –qué otra cosa podría encontrarse, si no, en un tanatorio– rodeado de coronas de flores; pero no podía distinguirse bien desde el lugar donde estaba quién era el difunto.
Las palabras moribundas estaban sentadas en los sillones, comentando entre sí lo buena persona que fue el finado. No lo decían, pero aquel muerto les recordaba dolorosamente lo cerca que estaba también su propio fin. Nadie parecía reparar en la figura de aquel extraño que se abría paso lentamente entre la apesadumbrada multitud. Ya en el medio de la sala, antes de llegar a la cristalera que se empeñaba en esconder al muerto, le pareció reconocer a un punto con quien había compartido frase en cierta ocasión.
También vio al fondo a la coma, una antigua novia de juventud con la que acabó perdiendo relación con el paso de los años, que consolaba a unas llorosas comillas. Y cuando por fin llegó a la cristalera, comprobó con horror que el muerto era él. «¡Pobre punto y coma!», comentaban las comillas; «morir así, atropellado por el desuso y abandonado en la cuneta sin que nadie hiciera nada por salvarle».
No es una historia muy alegre, cierto, pero sí es más real de lo que al punto y coma le gustaría. Aún no está muerto, pero si revisamos los textos que se escriben, no nos equivocamos mucho si decimos que es uno de los signos de puntuación más en peligro de extinción. No digamos si esos textos son tuits o wasaps, por ejemplo. ¿Y si hacemos algo por salvarlo?
Lo cierto es que su uso es bastante subjetivo, lo que dificulta mucho las cosas. La Academia dice que «indica una pausa mayor que la marcada por la coma y menor que la señalada por el punto». Y también nos dice que, en su lugar, podemos optar por un punto y seguido, una coma o dos puntos. Ya veis, el enemigo en casa. Pero si queremos hacer el esfuerzo y seguir escribiéndolo, hay tres usos principales:
–En enumeraciones largas y para no liarnos con las comas: Metieron goles a placer: el primero, por la derecha; el segundo, por el centro; el tercero, por la izquierda…
–Para separar oraciones independientes, pero que guardan cierta conexión semántica: Cada mochuelo a su olivo; se acabó la fiesta.
–Delante de conectores como sin embargo, así pues, en definitiva, por tanto…: Eres más bruto que un arado; sin embargo tienes un puntito.
Hay más cosas que decir sobre el punto y coma, pero una página no da para mucho más; mejor acudid a la RAE, que os lo explica mejor; aunque sin mucho entusiasmo. Sin duda, se temen lo peor. ¿Habrá llegado el momento de decirle al punto y coma «descanse en paz»?