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¿Qué demonios llevas en los pies?

-¿Qué te parecen mis nuevas sandalias?
-Atrezo de El nombre de la rosa
-Quedan estupendas con vaqueros pitillo
-Y con una túnica y una cuerda amarrada a la cintura
-A mí me parecen preciosas
-También a Francisco de Asís

Hablo, sí amigos, de las sandalias que están de moda este verano. Hablo, sí amigas, de ese atentado a los pies femeninos que son las franciscanas. Hablo, sí, del feísmo que nos quieren imponer los poderes que gobiernan el mundo. Hay una conspiración oscura detrás de esto. No se explica de otra forma.
¿Las han visto? Díganme, ¿las han visto?
No solo son toscas y absurdamente feas para alguien que no haya hecho votos de pobreza, castidad y obediencia, sino que son caras. Sí, sí, están en todas las tiendas fashion y son caras, las muy monstruosas.
A lo que hemos llegado: ¡por el pie de Cuasimodo hay que soltar un pastizal!
No sé ustedes, pero a mí me tendrían que meter un billete de cien euros en el bolso por cada paso que diera con ellas.
Pero fíjense, véanlas, todas enloquecidas con sus franciscanas como si fueran los zapatos más chulos del mundo, subiendo sus fotos de piestureo franciscano a las redes sociales. Que alguien -por el amor de Dios- me lo explique.
No estoy sola en mi horror y confusión. Encontré a esta chica argentina, Estefanía Lapeña, hablando de las sandalias franciscanas en Youtube. Por favor, véanla, no tiene desperdicio:
«Se me queman los ojos, negro. Ahí es cuando vos decís, ¿cómo llegamos a esto? No me podés decir que te gustan. Si las tenés, quemalas».
Y otro ejemplo, Francisco Langes, @Pocketgalindes, comentó en Twitter lo siguiente: «empiezo por declarar mi odio por las sandalias franciscanas, en hombres como mujeres. Automáticamente asumo que tu higiene es pobre».
«Tu higiene es pobre». No lo he dicho yo, pero…
Y, para no agobiarlos con la Liga Antifranciscanas, termino con un comentario fabuloso del post Me niego a ir de franciscanas de Nuria Montes, bloguera de Las Carries pisan fuerte:
«Las únicas que pueden estar contentas son las monjas, porque por fin podrán comprarse en Zara alguna cosita que se puedan poner»…
Y, atención, que esta puede ser la frase más polémica que escriba en mi vida: las franciscanas son peores que las crocs y las crocs, esto es sabido, son para gente que ha perdido la esperanza en sí misma y en la humanidad en general.
Amiga, amigo que usas franciscanas: ¿es por comodidad? Vamos hombre, las chanclas de toda la vida son más cómodas y nuestro pie no se ve como el de un peregrino.
¿Es porque Kate Moss las usa? Esa tía se puede poner un emplasto de estiércol en los pies y seguir pareciendo una diosa. Recordemos, por ejemplo, que a ella se le debe la muy dudosa gloria de poner de moda las katiuskas –las Hunter, sí, las Hunter- que convirtieron a las mujeres urbanitas en el hazmerreír de los pescadores de todos los mares del mundo (todavía deben estar riendo: «…¡y pagan cien euros por ellas, tío! Jajajajaajajajaja»).
A Kate creo que también hay que desagradecerle las inenarrables Ugg (agg). Ya saben, esas botas parecidas a las patas del abominable hombre de las nieves que recorrieron todos los inviernos de aquí a China.
Aun así, me quedo con las Hunter y las Ugg. Lo de las franciscanas es caer demasiado bajo.

Juro que en estos días he recorrido con ánimo antropológico las zapaterías. Miro y remiro las franciscanas a ver si les encuentro la gracia. Todos mis esfuerzos han sido inútiles. Planas: horribles. Con plataforma: aterradoras. Doradas, con tachas, atigradas: no tengo palabras, de verdad, no tengo.
Fíjense lo que les digo, me quedo con las cangrejeras toda la vida. Se llaman can-gre-je-ras, ¿hay que decir más? Por lo menos, y eso es una ventaja en los tiempos que corren, son el calzado ideal para pillar de extranjis unos marisquitos para la fideuá.

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