Una de las señas de identidad de Frida Kahlo son sus llamativos trajes tradicionales mexicanos y sus espectaculares tocados. Unas prendas cuajadas de alegres bordados y coloristas abalorios que en realidad escondían el doloroso secreto de la pintora.
A pesar de que las infidelidades, las tempestades sentimentales y las desavenencias que acabarían provocando su divorcio, la pareja formada por Frida Kahlo y Diego Rivera continuó manteniendo una relación cordial hasta la muerte de la pintora. Tanto es así que cuando Kahlo falleció en 1954, buena parte de sus objetos personales fue a parar a manos de Rivera.
Entre esas pertenencias se encontraba todo el vestuario de Kahlo que, quién sabe si por pena o por comodidad, acabó arrinconado en el cuarto de baño de la Casa Azul en México por decisión de Diego Rivera. Desde la muerte del muralista en 1957 y durante casi medio siglo, nadie reparó en el valor de las piezas que se ocultaba en esa estancia que, además de vestidos, contenía centenares de fotografías de Kahlo, algunas de ellas tomadas por uno de sus amantes, el fotógrafo Nickolas Muray.
Hubo que esperar hasta 2004 para que los responsables de la Casa Museo Frida Kahlo decidieran adentrarse en esa habitación. Cuando lo hicieron y comprobaron la importancia de su contenido, no dudaron en ponerse manos a la obra, catalogar las piezas y exponerlas.
A diferencia de lo que sucede con otros artistas, el vestuario de Frida Kahlo no es algo accesorio o un aspecto menor de su personalidad, sino que está estrechamente relacionado con su vida y su obra. Muchos de sus autorretratos reproducen esas faldas con abultadas enaguas, las blusas con coloristas bordados, los mantones, sus tocados y sus abalorios.
Una representación a través de la cual Kahlo quería mostrar al mundo la riqueza y valor de las artesanías y el folclore de su país. Sin embargo, según estudiosos de su vida y su obra, además de enseñar, la pintora también quería ocultar algo.
Aquejada de polio durante la infancia, víctima de un gravísimo accidente de tranvía en la adolescencia que obligó a que fuera operada una veintena de veces y amputada de una pierna al final de su vida, el cuerpo de Frida Kahlo se fue deformando paulatinamente a lo largo del tiempo.
De esta forma, además de un ornamento, las largas faldas y las camisas abotonadas hasta el cuello eran una forma de disimular las secuelas de la polio como la cojera, la pierna ortopédica que se vio obligada a llevar en sus últimos meses de vida o los corsés de escayola que mantenían su espalda erguida y que ella decoraba con pinturas y mensajes.
En palabras de la comisaria de arte y experta en la obra de Kahlo Circe Henestrosa, con su llamativa vestimenta Kahlo buscaba desviar la atención del interlocutor hacia la parte superior de su cuerpo, una estrategia que también explicaría sus espectaculares tocados.
Lo que es innegable es que el truco de Kahlo funcionaba. Cuando en 1930 visitó Estados Unidos, los modernos y cosmopolitas estadounidenses quedaron admirados de su personalísimo estilo y casi no repararon en su dificultad al caminar.
En una carta que envió a su madre, la pintora le contaba: «A las gringas les gusto mucho y prestan mucha atención a todos los vestidos y rebozos que traje conmigo. Se quedan con la boca abierta cuando ven mis collares de jade». Rebozos y collares, dos prendas que se colocan en la mitad superior del cuerpo.
Esa actitud de Kahlo por ocultar sus heridas y deformidades con el vestido contrastaba con el exhibicionismo de muchos de sus cuadros, en los que se retrataba como una mujer quebrada, doliente, deformada y mutilada. Solo en un dibujo titulado Las apariencias engañan la artista mostraba esa doble realidad en la que unas holgadas prendas ocultaban un cuerpo lastimado.
Hasta el 4 de noviembre de este año, el Victoria and Albert Museum de Londres acoge Frida Kahlo: Making Her Self Up, una exposición en la que se muestran alrededor de doscientas piezas entre trajes tehuanos, bisutería, accesorios, maquillaje, abalorios y complementos, algunos de los cuales todavía tienen evidentes manchas de pintura.
https://youtu.be/e3JKN-DWqxI
Esta exposición, que es gratuita pero precisa de reserva previa, está agotando las entradas con varios días de antelación para todos los pases programados. La expectación es comprensible.
Además del atractivo inherente de las piezas, es la primera vez que esos materiales salen de la Casa Azul. Un hecho que, sin embargo, no ha impedido que sean muchos los diseñadores de moda que han recurrido al estilo Kahlo para sus colecciones. No solo en las piezas más coloristas y atractivas, sino también en las más aparatosas y tortuosas como los corpiños, que inspiraron varios diseños a Jean Paul Gaultier o Dai Rees hace unos años.