En la planta 14 de una torre de Madrid hay una sala de observación de las palabras. En ese lugar, llamado Fundación del Español Urgente (Fundéu), revisan todas las mañanas términos y expresiones que despiertan dudas a los periodistas y a cualquier hispanohablante. La Real Academia Española (RAE) dicta la norma y eso lleva su tiempo. Pero hay veces que una palabra no puede esperar.
Eso ocurrió, por ejemplo, el día en que millones de personas dejaron de salir a la calle y decidieron protestar en la Red. Ese día nació una nueva forma de activismo que en inglés se llamó clicktivism. La palabra empezó a aparecer en la prensa española pero muchos periodistas tenían dudas. ¿Debían utilizar clicktivism o castellanizar el término y decir clictivismo? Entonces actuó la Fundéu. Este organismo, promovido por EFE con la ayuda financiera de BBVA y respaldado por la RAE, emitió una recomendación en la que decía que es preferible utilizar la forma española clictivismo al anglicismo.
Esa es su función diaria y casi al minuto. La Fundéu estudia las dudas que surgen constantemente en el uso del español. Todas las mañanas acuden a la reunión editorial de la Agencia EFE, en otra de las plantas altas de su torre, y escuchan los temas que tratarán ese día. Por ejemplo, el Mundial de Catar 2022. ¿De Catar o Qatar?
La duda se traslada a la planta 14 para estudiarla en su reunión de cada mañana. En la mesa de trabajo hay siempre una colección de diccionarios. El de la lengua española, el panhispánico de dudas, el de dudas y dificultades de la lengua española, el de americanismos, el Corpes, la Nueva gramática de la lengua española… Ese arsenal guarda el lenguaje que ya ha sido bendecido por los sabios, pero a sus páginas se les escapan las palabras y los usos que van entrando constantemente en un idioma.
Es una ley histórica. Los inventos y las tecnologías obligan a que el lenguaje se renueve. Primero aparece un dispositivo y después hay que darle un nombre. Igual ocurre con los usos sociales. Primero nace un comportamiento y después, la necesidad de llamarlo de algún modo.
La Fundéu despierta cada mañana con la intención de detectar esos nuevos términos y expresiones, y ayudar a que su entrada en el lenguaje sea lo más correcta posible en función de la norma dictada por la RAE y el uso que prefieren los hablantes. «En la lengua siempre hay una tensión entre la tradición y la novedad. Nuestra intención es buscar un equilibrio», explica Judith González, lingüista de la Fundéu.
El origen de esta institución está en la prisa. El lenguaje no espera a las reuniones de académicos. «Tienes que trabajar con la urgencia. En la actualidad hay muchas situaciones nuevas derivadas de la tecnología. Están surgiendo nuevas palabras, como clictivismo o sextorsión, que nominan nuevas situaciones y que, en su formación, reflejan muy bien su significado», indica el director general, Joaquín Muller. «Nuestro reto es trabajar muy rápido para recomendar términos que resulten fáciles de pronunciar, que se digan con naturalidad y que el nombre coincida con el concepto. La RAE crea la norma. Nosotros hacemos recomendaciones y propuestas. Tratamos de anticiparnos y lanzar una propuesta antes de que nos pregunten. Además, servimos de ayuda a la RAE porque intentamos que los neologismos se formen del modo más correcto posible».
La agencia de noticias tenía un departamento de estilo desde los años 80 que revisaba cada día el uso que hacían sus periodistas del lenguaje y, después, enviaba un informe con recomendaciones y aclarando dudas. Pero en 2004, Álex Grijelmo, el presidente de la agencia por aquel entonces, pensó que este departamento debía abrir sus puertas a todo el mundo. Al año siguiente, BBVA y EFE firmaron un acuerdo para crear una institución sin ánimo de lucro destinada a «impulsar el buen uso del español». La RAE avaló el proyecto y en 2005 un equipo de periodistas, lingüistas, lexicógrafos, ortotipógrafos, correctores y traductores empezaron a hacer recomendaciones y responder consultas lingüísticas.
«La Fundéu se dio cuenta muy pronto de que tenía que ser un recomendador y estar disponible para las dudas de cualquier persona», indica Javier Lascurain, coordinador general. «Esto coincidió con el auge de las redes sociales y eso hizo la comunicaicón mucho más fácil. Hoy estamos en Twitter, Facebook, Google+, Pinterest, YouTube, Instagram y Vine. Respondemos las consultas por estas redes, por correo electrónico y por teléfono».
Las llamadas son menos frecuentes que los mensajes escritos pero, a veces, suena el teléfono porque hay dudas serias. Alguien llama porque está comiendo con unos amigos y se produce un debate sobre una palabra. La discusión acaba en una apuesta y a la Fundéu, con su servicio de dudas, le toca hacer de juez involuntario.
Las dudas cotidianas se resuelven en las reuniones diarias. Una persona del equipo escribe la recomendación y la publica en el gestor interno. Todos la leen y hacen sus aportaciones. «Es cultura wiki. Necesita el ok de todos para que quede aprobada. De ahí pasa al calendario de publicación de las recomendaciones diarias», especifica Lascurain. Pero puede ocurrir que un día unos enfermos de hepatitis C se encierren en el Hospital Doce de Octubre porque quieren que el gobierno compre más fármacos para sus tratamientos. Las noticias se llenan de Hepatitis C, ‘hepatitis c’ y otras formas de escribir esta enfermedad. La Fundéu altera el calendario e introduce una recomendación sobre el uso más apropiado: hepatitis C.
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Los imperios invaden también mediante la difusión de sus palabras. El inglés y los términos relacionados con la tecnología están abordando al resto de idiomas del mundo y entonces a la Fundéu le toca asumir un papel diplomático de abrir las puertas pero invitando al extranjero a adaptarse a las normas de la casa. «Intentamos que no entren los anglicismos de forma acrítica. Ponemos varias palabras en el tablero de juego y proponemos una alternativa que pensamos que puede tener éxito», comenta Lascurain. «Somos muy cuidadosos con las recomendaciones. No prohibimos ningún uso y aceptamos las críticas».
La Fundéu es un órgano de consulta que consulta a menudo muchas de sus decisiones. La institución pregunta a sus seguidores, en sus redes sociales, por usos lingüísticos en todos los países hispanohablantes y dialoga, a diario, sobre sus propuestas. La mayoría son bien recibidas pero hay veces en que la calle manda más que la planta 14. De allí salió una propuesta que recordaba que la palabra spoiler (revelar una parte sustancial de la trama de un acontecimiento o una narración) tiene una alternativa en español desde hace mucho tiempo: destripar. La calle y los medios no atendieron a la recomendación y siguieron su inercia. La palabra utilizada masivamente continúa siendo spoiler.
Pero esa no fue la propuesta que más ha desoído la calle. Los miembros de la Fundéu rememoran cuando hace un año la humanidad giró su cámara y empezó a hacerse fotos a unos centímetros de distancia. Era la locura colectiva del selfie. La palabra estaba en todos los medios y en todas las conversaciones. Era un anglicismo y, desde el consejo, lanzaron dos propuestas castellanizadas: autofoto y autorretrato.
El director de la Fundéu cuenta que esa recomendación no funcionó. Lo relata, sentado en un sillón de la planta 14, desde la tranquilidad del que sabe que acertar y errar son parte del oficio. Los españoles prefirieron seguir con una palabra que en dos días se había hecho mundial: selfie. Entonces rectificaron y propusieron la adaptación de ese término inglés al español: selfi. Pero la cosa llegó aún más lejos. La Fundación del Español Urgente acabó designándola palabra del año. «No buscamos ni la más bonita ni la más original o novedosa. Queremos que, además de estar relacionada con la actualidad, y por tanto haber estado muy presente en los medios, tenga un cierto interés lingüístico, ya sea por su formación o por la fuerza de su penetración en el lenguaje común», explicó Muller a finales de 2014.
En su lista de ‘Recomendaciones que no triunfan’ están estas palabras también:
Tabléfono en vez de phablet
En directo o en continuo en vez de streaming
Tic o marca en vez de check
Toples en vez de topless
Acceder en vez de accesar
Grupo de cabildeo o grupo de presión en vez de lobby
La planta 14 baja hasta pie de calle cuando este organismo empieza a hablar. Buscan un tono cercano, actual e incluso lúdico. En ese afán han empezado a publicar listas al estilo de la cultura bloguera en las que presentan Diez normas lingüísticas que sabemos que no gustan, Diez distinciones que son algo más que un matiz o 10 bulos lingüísticos que conviene desterrar.
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Las dudas cotidianas se resuelven en las reuniones diarias. Pero hay asuntos que resultan bastante más complejos y entonces quedan en reposo hasta que viene el consejo asesor. Este grupo de expertos acude a la planta 14 cada quince días y, en una sala de reuniones, estudian los casos más difíciles.
La reunión del consejo de principios de abril empezó con una ronda de cafés. La serie de descafeinados, cortos y con un poquito de leche es un ritual. El debate arranca siempre con ese olor y una vista inmensa de Madrid detrás del ventanal. Ese día, alrededor de la mesa, había ocho lingüistas, periodistas, miembros de la RAE y filólogos de la Fundéu. Javier Lascurain repartió unos folios donde aguardaban, tendidas, las palabras o expresiones que tratarían ese día.
–¿Empezamos por algo fuera de carta? –preguntó el coordinador.
–Hablemos de meteorología. ¿Por qué no aceptamos ya que se pueda utilizar como sinónimo de tiempo? No me refiero a que sea sinónimo de climatología. Eso sería un disparate –propuso el doctor de filología románica Leonardo Gómez Torrego.
El asunto se debatió unos minutos. Miraron varios diccionarios que había encima de la mesa y otros digitales alojados en la web de la RAE. Lascurain tomó unas notas y dijo que consultarían a algunos meteorólogos antes de formular una recomendación.
Siguiente palabra: ¿Webgrafía o webografía? El debate fue largo, pero había otro esperando, que lo sería mucho más: el neologismo monomarental. ¿Es apropiado decir monomarental si el progenitor de esa familia es una mujer o debería emplearse el término de toda la vida, monoparental, porque parental se refiere a pariente y no a padre? La conversación no parecía acabar nunca. Ante la falta de consenso, Mario Tascón recurrió a los símbolos para salir del atasco. El periodista escribió su propuesta en un mensaje electrónico que se proyectó en la pantalla de la sala:
mon♀parental, para referirse a familias en las que el progenitor es una mujer.
mon♂parental, para referirse a familias en las que el progenitor es un hombre.
La broma fue un alto en el debate pero nada parecía poder detenerlo. Después de muchos argumentos en contra y a favor, después de muchos minutos, alguien preguntó su opinión al doctor en Filología Románica sentado al fondo, al miembro del consejo que presidía la mesa, al que siempre se sienta en el mismo lugar. El académico que ocupa el sillón «q» de la RAE, Gregorio Salvador, respondió:
–Aunque parental venga de pariente, pare y mare son fórmulas utilizadas para decir padre y madre. Parental se entiende como padre y no como pariente. La lengua funciona con etimología popular. Ahora solo falta el refrendo oficial de la palabra.
Consulta siguiente: A escote. El coordinador contó que habían llegado varias preguntas sobre esa expresión. Si en una cena, al llegar la cuenta, alguien decía que pagarían a escote, ¿tenía que pagar cada uno lo suyo o habría de repartirse el pago a partes iguales entre todos los comensales? Hablaron, miraron los diccionarios y concluyeron que el significado correcto era la segunda opción.
Después apareció el término francotirador y debatieron si esa palabra se refiere solo a «una persona aislada que, apostada, ataca con armas de fuego» o incluye también a los policías y soldados. A las fuerzas del Estado no les gusta que los llamen así pero los medios utilizan esta palabra para designar también a los combatientes de los ejércitos regulares. Otra vez surgió el debate y alguien diseñó una propuesta desde la lógica de la norma. La letra «q» de la Real Academia, el señor de 88 años sentado al fondo, volvió a hablar:
–Los términos surgen donde los necesitan. Nadie adopta términos artificiales creados fuera de su lugar.
–Tenemos que tomar una decisión –dijo Lascurain. –Debemos seguir la norma de la RAE pero no podemos esperar su dictamen. Hay casos en los que la gente utiliza una palabra con un significado distinto al real, pero si la mayoría lo usa así, tenemos que aceptarlo. Eso ocurre, por ejemplo, con austericidio. Se emplea para decir «Nos matan por austeridad», aunque, en realidad, significa «La muerte de la austeridad».
El consejo acabó por aquel día y la sala quedó vacía. Los lingüístas de la Fundéu volvieron inmediatamente a sus sillas y su ordenador. A sus puestos en la planta 14 de la torre de control.