«Me preguntan con frecuencia para qué sirve el periodismo en estos tiempos de redes sociales y vértigo noticioso. Suelo responder que, aunque los periodistas hayamos perdido el monopolio de la información, el periodismo sigue siendo muy útil para lo mismo de siempre: denunciar, informar, narrar, analizar, orientar y, sobre todo, ayudar a entender».
Empieza así el texto que el periodista colombiano Alberto Salcedo Ramos leyó hace unos días en Venezuela. El cinco veces Premio Nacional de Periodismo Simón Bolivar y Premio Internacional de Periodismo Rey de España siguió así:
«El escritor Héctor Rojas Herazo decía que amaba a quienes buscan la verdad pero desconfiaba de quienes creen haberla encontrado. Ejerzo el periodismo con un ojo puesto en esa máxima».
«Acaso lo mejor de ser periodistas es tener la oportunidad de ponernos en los zapatos de los demás para comprenderlos. Para comprendernos».
(…)
«Las nuevas tecnologías han transformado el oficio. Pero tales transformaciones no alteran el fondo de nuestro compromiso. Los medios tradicionales se inventaron la prisa como valor casi único del periodismo, y luego, cuando las redes sociales empezaron a desafiarlos en ese terreno de la velocidad, ya no supieron qué hacer».
(…)
«Lo que quiero decir es que la velocidad no puede ser el único valor del periodismo. Tampoco el culto a la tecnología».
«No hay que confundir periódicos con periodismo. Los primeros suelen acabarse cuando no les funciona la parte mercantil. El periodismo es una necesidad social, y como tal sobrevivirá aunque no exista ningún periódico».
Salcedo Ramos es uno de los grandes periodistas literarios de habla hispana. Igual que fue Gabriel García Márquez. Y de él, de Gabo, el colombiano dijo así:
“García Márquez aprendió muy pronto que los datos básicos no cuentan toda la verdad: es necesario recrear la atmósfera, explorar la psiquis de los personajes, buscar el detalle asombroso. Ir, en suma, más allá de lo evidente”, según relata un artículo de Animal político titulado Gabo y el periodismo cuando no existían las grabadoras.
El libro Gabo periodista, editado por la Fundación de Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) y que aún no ha llegado a España, recoge en 512 páginas mucho del oficio periodístico de García Márquez. De ahí, Esther Vargas, directora de Clases de Periodismo, extrae estos apuntes.
1. El periodismo fue un aspecto fundamental de la personalidad literaria de Gabo. «Por eso osciló siempre entre las dos actividades: ficción y periodismo», según Gerald Martín. «La literatura, que tiende más a una expresión del yo, y la expresión documental, que exige que uno piense más en el público lector».
2. El tratamiento de las víctimas siempre fue parco y directo. Sin amarillismo ni pretensiones de exprimir la sensibilidad del lector. «Con su mirada literaria, de carácter sensible y risueño, descubre noticias donde otro no las habría visto porque observa con cuidado los matices de la vida cotidiana de la gente, y los plasma con gran economía de frases», escribe en el libro de la FNPI María Teresa Ronderos.
3. Dice el escritor mexicano Juan Villoro que los textos costeños que escribió Gabo «trabajan en la materia narrativa desde un ángulo distinto: son el laboratorio de lo diario, la zona donde lo común se vuelve sorprendente. El columnista investiga sin sospechas previas, con el sonambúlico fin de ver con qué se topa».
4. Gabo se alejó de lo que llaman hoy ‘periodismo de estado’. En la cumbre de Los cuatro grandes, donde se reunieron los jefes de estado de EEUU, la URSS, Francia y Gran Bretaña, en 1955, García Márquez «se dedicó a buscar algún buen cuento que narrar, con el ferviente interés de un crítico de teatro que anda suelto merodeando tras bastidores durante los preparativos para la función principal, y comenzó a relatar lo que observaba, en un tono menor de drama y de complicidad y un sentido del absurdo altamente desarrollado», cuenta Jon Lee Anderson en el libro de la FNPI. El periodista se fijó en la cara B de la cumbre, en el desinterés de la población alrededor y en ese momento en el que el presidente Eisenhower se escapó para comprar unos juguetes a sus nietos.
5. A Gabo no le gustaban las entrevistas. «Tengo la impresión de que es un convencionalismo. En las pocas entrevistas que doy represento el personaje que quiero ser, no el que soy. Para mí la entrevista ha terminado por ser parte de la ficción. Yo invento respuestas si es para un periodista que quiero mucho, para que se luzca más, para que tenga más tema, pero no creo que esté comunicando mi verdadera personalidad, mi verdadero pensamiento, y creo que todos los que están sometidos a la dictadura de las entrevistas tarde o temprano terminan haciendo lo mismo», dijo García Márquez, según este artículo de Clases de periodismo.
«En cambio, el reportaje, que creo que inventaron los periodistas norteamericanos, no se practica tanto como se debería. Es decir, contar lo que pasó para que el lector sepa lo que pasó como si hubiera estado en el lugar. Esta es la parte que más me preocupa del periodismo actual».
6. Antonio Muñoz Molina relata en Gabo periodista que «otros escritores predican, reflexionan, hacen de críticos literarios o de gurús políticos cuando colaboran en los periódicos: García Márquez no parecía tener otro propósito que el de contar una buena historia, la mejor historia posible cada semana».
7. El periodismo de la atención frente al periodismo de registro. Decía Gabo que cuando trabajaba como periodista «la grabadora no estaba inventada, ahora tengo la impresión de que hay muchos que piensan que la grabadora piensa. La grabadora no es más que la libreta de notas que antes usábamos y con ella hacíamos los reportajes». El Premio Nobel de Literatura pensaba también que «cuando no había grabadora se ponía más atención en lo que se decía –el entrevistado o el que hace las declaraciones–».
8. Y la velocidad. Gabo pertenecía a una época más pausada y por eso decía que «uno de los fallos más grandes que encuentro en el periodismo actual es que le falta una base cultural. Los periodistas no tienen tiempo para leer, ni siquiera de leer el periódico. Tampoco tienen tiempo para hacer su trabajo. Hay trabajos que necesitan tres días y no se les da más que uno, como mucho».
Imágenes de la novela gráfica Gabo, memorias de una vida mágica, de la editorial Sins entido.
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