«Estás harto de que te traten como a un friki». Así se dirigía la presentadora de El Diario de Patricia, Sandra Daviú, a un chico con una larga melena negra, el mismo color con el que vestía y que había utilizado para pintar símbolos alrededor de sus ojos. Corría el año 2009 y, aunque poco podía ya sorprender a los fans del mítico programa –que ya no era de Patricia y tenía poco de diario−, la aparición de aquel adolescente gótico acabó en todos los programas de zapping y en varios vídeos de YouTube.
El joven, que decía llamarse Haplo Schaffer, protagonizaba una esperpéntica grabación donde amenazaba a un compañero de clase (también sentado en el plató) con una frase que pasaría a la historia del programa: «A la mínima te tumbo».
«¡Bienvenidos al capítulo más extraño y discutido de mi vida!», responde Haplo, a modo de saludo, cuando le preguntamos casi siete años después por aquel episodio. Ahora vive en Londres y trabaja como audience developer para BuzzMyVideos, pero sigue vistiendo de negro, llevando una melena oscura y dibujando figuras alrededor de sus ojos.
Haplo también tiene un canal de YouTube con más de 40.500 suscriptores donde cuelga vídeos hablando de cualquier tema que se le ocurre, incluido El Diario de Patricia, al que critica duramente. Según cuenta, sus responsables contactaron con él a través de un directorio de actores y le llamaron proponiéndole un debate sobre tribus urbanas que nunca tuvo lugar. «Mi yo del pasado pensó que era una buena idea, lo mismo que grabar aquel estúpido vídeo», admite.
Sin embargo, y pese a reconocer el ridículo, no se arrepiente: «Aprendí mucho, perdí la vergüenza y empecé a moverme por el mundo televisivo. Generé una buena agenda de contactos». A los 19 años quería ser actor, pero con el tiempo desechó la idea por inviable. Pese a ello, ha tenido tiempo de protagonizar un par de cortos y hacer un cameo en una película.
Tras su aparición en el programa, comenzó a prestar más atención a YouTube − llevaba subiendo vídeos desde 2006 −, aunque admite que no tiene tiempo para grabar regularmente. Considera que los mayores problemas son, no obstante, el contenido y «el odio que inspiro a la mitad de la gente que me ve».
Es consciente, no obstante, de que dicha aversión es una de las claves de su éxito: «La mayoría de youtubers tratan de evitar a los haters, yo intento motivarles». Admite que muchos de sus vídeos son «deliberadamente provocadores» para propiciar opiniones contrarias, generar debate y atraer, a la larga, más audiencia. Otros los dedica precisamente a contestar a los insultos con bastante devoción. «Hay un momento en el que tienes que elegir entre la creatividad y la violencia, y yo prefiero la creatividad», dice.
En 2010 regresó a la televisión, esta vez al plató de Espejo Público para participar en un debate sobre tribus urbanas. Su intervención les gustó a los redactores, así que volvieron a invitarle para hablar de otro tema que nada tenía que ver con su estética: la tauromaquia.
Eligió para la ocasión un vestuario de «persona normal» (camisa blanca, corbata, pelo recogido y gafas) con el fin de evitar «argumentos del estilo de ‘la sangre para los vampiros sí pero para los toros no’». Se encontraba entre los participantes del público y los rótulos le identificaban como «el niño», algo que muchos lo interpretaron como una farsa y un montaje del programa.
Haplo confiesa que en esta ocasión sí llegó a pasarlo realmente mal. «Me llamaron de todo y me amenazaron sin límites», dice. Estuvo algún tiempo deprimido, hasta que logró resurgir de sus cenizas.
Esto pasó hace más de tres años. Y fue épico. pic.twitter.com/kd1YVtQyJR
— Haplo Schaffer (@Haplo_Schaffer) noviembre 8, 2015
Un par de años después volvió a aparecer en las pantallas. Acudió a Sálvame, de nuevo en representación de la cultura gótica −aunque Paz Padilla encontró su look más bien siniestro. «Contactaron conmigo a través del canal de YouTube», cuenta Haplo, y él estaba preparado para tomarse la revancha después del incidente en El Diario de Patricia. Cuando Mila Ximénez le preguntó qué le había pasado para dejar los colores y «ponerse así», Haplo le contestó con otra duda: «¿Y a usted qué le pasó a la edad que le pasase para ponerse flores en el cuello, señora?».
Haplo vuelve a criticar un programa – lo denomina «atonta tontos» − al que, sin embargo, no dudó en asistir. ¿Le extraña que le tachen de hipócrita? «Tiene una audiencia descomunal y puedo alcanzar una audiencia que de otra forma no se dignaría a mirarme sin santiguarse primero», argumenta.
Entre los espectadores estaban sus padres. «Al principio estaban preocupados por las repercusiones que mis locuras televisivas podrían tener en mi carrera y estabilidad emocional», admite, pero al ver que su hijo no tenía problema en convertir los aparentes infortunios en oportunidades, se tranquilizaron.
Su padre, sin embargo, sigue pidiéndole que se recoja el pelo y no se pinte las uñas. «Imagina cómo se percibe mi fama en un pueblecito de Galicia de 10.000 habitantes» (sí, es gallego). Allí conocerán su verdadero nombre, que se niega a desvelar públicamente.
Le habría gustado saltar a la fama por participar en un coloquio «sobre nihilismo», pero no se arrepiente de sus comienzos en los que arremetía contra aquel «pijo». «Lo cierto es que la gente que me sigue recordando por eso», asegura.
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Las imágenes de este artículo son cortesía de Haplo Schaffer