Dusty Baker ha sido campeón mundial de béisbol y ha ganado el Rawling Gold Glove. Tiene un montón de méritos propios en su haber pero la mayoría le recuerda por uno ajeno. «Gente de todo el país me dice ‘Tú inventaste el high five’», comenta Baker en un documental de la serie deportiva 30 for 30, «‘No, no lo inventé’ contesto yo ‘todo lo que hice fue responder a Glenn, es su legado, no el mío’». Se refiere a Glenn Burke, su compañero de equipo en Los Angeles Dodgers. Como Baker, Burke también tiene un montón de gestas en su haber. Pero el mundo del deporte decidió marginarlo por ser homosexual. Esta es su historia.
El béisbol es conocido por la gran cantidad de saludos y códigos físicos que utilizan sus jugadores para comunicarse entre ellos. Sin embargo el gesto que patentaron Baker y Burke fue genuino, fue improvisado. Fue auténtico. Fueron estas cualidades las que lo convirtieron en un símbolo de Los Angeles Dodgers que aún se puede rastrear en anuncios y carteles promocionales. La popularidad de ambos jugadores, muy queridos entre sus compañeros y la afición, hizo el resto. A lo largo de las siguientes temporadas decenas de jugadores se apropiaron del gesto y siguieron chocando las cinco, popularizándolo entre los seguidores del béisbol. Lo que empezó como un gesto espontáneo se intentaba patentar como una marca registrada del equipo. Pero la viralidad del high five no había hecho más que empezar.
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Glenn Burke fue el primer jugador de béisbol profesional en admitir su homosexualidad. No lo hizo con los parámetros de hoy, no salió del armario en los términos en los que hoy entendemos esta expresión. Simplemente se negó a enmascarar su condición, no lo ocultaba pero tampoco iba diciéndolo. «Creo que todos lo sabíamos», aseguró después Dusty Baker, «y nadie tenía un problema con ello». Con ‘nadie’ se refería al vestuario. Las cosas eran más complicadas en los puestos de mando del equipo. En su biografía, Out at Home, el jugador narra uno de los primeros episodios en los que su sexualidad empezó a importar en el equipo. Al Campanis, dueño del equipo, estaba preocupado por los rumores sobre Burke, así que se ofreció a pagarle una luna de miel de ensueño si se casaba. «¿Con una mujer?» replicó Burke.
La presión fue en aumento. Finalmente, Los Angeles Dodgers traspasó al jugador, que no tardó mucho en tirar la toalla. Era 1980. Los Dodgers siguieron potenciando el uso del high five en su propaganda, aunque eliminaron a Burke de forma nada sutil. Pero el símbolo no les pertenecía y estaba a punto de trascender lo deportivo para convertirse en algo totalmente distinto.
En 1982, el deportista confesaba a la revista Inside Sports lo que todo el mundo sabía. Lo hizo en un reportaje imperdible titulado La doble vida de un Dodger gay. Aliviado y ya fuera del armario, Burke se mudó a Castro, el barrio gay de San Francisco. Allí se convirtió en un miembro muy apreciado de la comunidad y siguió chocando las cinco con todos sus vecinos y amigos, en un saludo que pronto se convirtió en símbolo de identificación y orgullo entre la comunidad homosexual.
Su símbolo prevalecía, se hacía más fuerte y adquiría nuevos matices. El mundo del deporte y el mundo gay fueron los pioneros, la cultura de masas hizo el resto y convirtió el choque de manos en parte del lenguaje universal. «¿Sabes ese sentimiento que tienes cuando chocas las cinco? Yo lo tuve antes que nadie», dijo Burke a un reportero cuando el símbolo era ya tan ubicuo como el saludo o el corte de mangas. Un gesto para escenificar el triunfo, para celebrar las diferencias y demostrar amistad. Glenn Burke murió a los 42 años víctima del SIDA, pero su gesto le sobrevivió. Por eso cuando dicen a Dusty Baker que él inventó el choca las cinco él responde que no. Y cuenta a todo el mundo la sorprendente historia de Glenn Burke.
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