Ha vivido épocas mejores y peores, pero la astrología nunca perdió del todo su poder de seducción. En los años de menos auge, se mantuvo firme en las columnas que diarios y revistas le reservan en sus últimas páginas. Y en las madrugadas televisivas. Ahora el horóscopo vive una nueva edad de oro gracias a los medios digitales. Redes sociales y apps congregan ahora a muchos de los que ven en los astros la respuesta a lo que les puede deparar el futuro o el porqué de algunas de las peculiaridades de su carácter.
Hace ya un tiempo que las millonadas invertidas por firmas de capital riesgo de Silicon Valley en aplicaciones como Sanctuary y Co-Star comenzaron a certificar la buena salud de estas disciplinas. Y la astrología no hizo más que consolidarse con la pandemia: términos como carta astral y astrología se dispararon en 2020, según Google Trends.
Que en la era digital y de la información sean muchos, sobre todo jóvenes —los de la generación mejor preparada de la historia—, los que se lancen al consumo de este tipo de contenidos no es un contrasentido en opinión del filósofo, antropólogo y modernólogo Iñaki Domínguez.
Más bien lo contrario: «El interés por lo misterioso e irracional es una vía de escape en sociedades hiperracionalistas y tecnificadas como las nuestras. Como ocurre con la religión, se trata de ofrecer respuestas inmediatas a problemas complejos saltándose todo cálculo, investigación, etc. El apetito por lo irracional sigue vivo en el ser humano. Es parte de su misma constitución psicológica. Este tipo de enfoques mágicos nos han acompañado desde el origen de los tiempos».
Adrián Ballester, de la consultora generacional mazinn, también encuentra cierta relación entre el auge de la astrología entre milenials y generación Z y la desafección religiosa de la mayoría de sus miembros: «Gran parte de nuestra generación piensa que muchos de los valores que promulgan las religiones se han quedado obsoletos en distintas cuestiones, sobre todo sociales. Ahí se explica el auge de la astrología. Pero también de la ciencia».
Aunque Ballester sospecha que en el consumo de este tipo de contenidos hay más razones relacionadas con el ocio que con la espiritualidad: «Al vivir en una cultura tan ecléctica y transgeneracional, el horóscopo puede verse como algo cool y que define tu yo. Lo cual está muy relacionado con una de las características de nuestra generación: la tensión que se genera al tratar de definir un yo único y reconocible versus la aceptación social».
Iñaki Domínguez tampoco cree que los jóvenes se vean condicionados o acepten a pies juntillas lo que les dicen los astros: «Yo diría que quieren creer, pero que, en el fondo, no lo acaban de hacer del todo. El tarot o la astrología pueden servir como un juego para el autodescubrimiento».
Para Domínguez, por muy aleatorio que sea lo que digan las cartas o los astros, siempre se pueden extraer conclusiones para «aprender o reflexionar sobre nuestras vidas». «Puede que el discurso escrito por el astrólogo de una revista sea completamente arbitrario, pero siempre podemos interpretar sus palabras de acuerdo con nuestras propias circunstancias». Es lo que psicología se conoce como efecto Forer, descrito en 1948 por el psicólogo Bertram R. Forer, y que se refiere al fenómeno por el que una persona puede llegar a sentirse plenamente identificada con una descripción genérica que, en realidad, puede aplicarse a cualquier otro individuo.
HERRAMIENTAS DE OBSERVACIÓN Y SOCIALIZACIÓN
Preguntamos a Paula, comunicadora, profesora de yoga y milenial, si lo que dicen los astros condiciona o no a los usuarios de estos contenidos. Paula se remite a su caso personal: «No lo consulto para saber qué me va a pasar. No lo pongo por encima de mi razonamiento interno o mi intuición. Pero considero que si astros como la Luna son capaces de influir en las mareas, ¿por qué estas energías y movimientos no pueden influirnos también a nosotros?».
Paula entiende esta información como «una herramienta de observación»: «No creo que por ser Capricornio me vayan a pasar determinadas cosas. Pero sí creo que existen energías que pueden ser favorables o desfavorables a determinadas cosas. Si eres consciente y sabes identificar estos patrones, puedes beneficiarte de ello».
Irene también anda por la treintena. Ella y sus compañeras de piso son asiduas a este tipo de cuentas. No las consultan todos los días, pero sí les proporcionan buenos ratos: «Nos pasamos buena parte del tiempo analizando a los demás por su horóscopo. Si alguna tiene cita en Tinder, lo primero que preguntamos es qué signo es, y eso nos da pie para analizar o entender muchas cosas. Tipo, “¡ah, vale!, es Acuario (sociable, pero no esperes sacarle de su mundo misterioso)” o “aries con aries, va a ir genial en el sexo pero muchas broncas después por lucha de egos”, ja,ja».
Tiene claro que no son una excepción. La astrología o el tarot son temas que interesan a la gente de su generación: «Mi amiga, que ha vivido un tiempo en Argentina, me decía que allí lo primero que solían preguntarle, antes incluso de la procedencia o la profesión, era por su signo del zodíaco».
ASTROS EN TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE
Si bien es cierto que raro es el momento histórico al que no le venga bien el apellido convulso, las crisis que venimos encadenando en las últimas décadas no se lo están poniendo fácil a las nuevas generaciones. La incertidumbre es generalizada entre milenials y zetas. Y la sobreinformación no ayuda a canalizarla, precisamente: «Estamos creciendo en una sociedad que cambia más rápido que en ningún otro momento de la historia. Pero, paradójicamente, la conectividad nos produce más confusión y más ansiedad al someter a nuestros cerebros a miles de impactos cada día».
Ballester considera que esta ansiedad empuja a los jóvenes, por un lado, a buscar una guía que ponga «algo de orden». Pero también cierto relajo en la tensión que genera el tener «mucha información, pero pocas respuestas a cuestiones trascendentales».
Aunque lo de refugiarse en la astrología no es algo exclusivo de los jóvenes de ahora. «En los 70 hubo un revival de la espiritualidad y el irracionalismo, junto con un interés por formas alternativas de entender el mundo», recuerda Iñaki Domínguez.
EL HORÓSCOPO EN MEMES
Sea cual sea la razón que lleva a los jóvenes a la astrología, lo que está claro es que la manera de acceder a estos contenidos nada tiene que ver con la de hace unos años. Pocos se fían ya de lo que dicen las revistas sobre los horóscopos. «Yo, de pequeña, leía esta sección en las revistas, pero no me creía nada», nos explica Paula. Y nos explica parte del porqué de esa desconfianza: «Un compañero periodista se encargaba de redactar los textos cuando era becario».
Por eso prefiere recurrir a sitios especializados y tan en boga como Mia Astral. «Esta me gusta especialmente porque es muy didáctica».
Llamar a un número de teléfono para hacer una consulta o esperar el programa de TV nocturno del vidente de turno no es algo propio de las nuevas generaciones. Estas son más de recurrir a apps, a Instagram o a TikTok. Algo que muchos de los astrólogos de los de toda la vida no han pasado por alto. Es el caso de Esperanza Gracia, que cuenta con presencia en las principales redes sociales. O Rappel, que no prescinde de memes a la hora de hacer sus predicciones.
Aunque son los astrólogos nativos quienes mejor uso hacen de estos medios y del lenguaje que mejor cala entre sus coetáneos. Una de ellas es Charcastrology. Desde su cuenta de Instagram muestra a sus seguidores qué personaje de La isla de las tentaciones son en función de su signo del zodíaco o qué frase o momento de Federico Jiménez Losantos les identifica en función de su fecha de nacimiento.
Esta ibicenca de 25 años afincada en Barcelona se obsesionó con la astrología después de que un Escorpio le rompiese el corazón. Aunque en su familia ya había antecedentes: «Mi abuela, de hecho, es astróloga de verdad. Y desde que era pequeña consulta el horóscopo en revistas».
Pero la forma con la que ella se dirige a sus seguidores poco o nada tiene que ver a como lo hacía su abuela: «La astrología ha sabido amoldarse a los jóvenes. Creo que los curas tiktokers quizás no han conseguido el mismo efecto que se consigue con un Power Point sobre el signo del chico que te gusta. En mi caso, hablo tal cual me expreso en mis memes. No es algo forzado y creo que es algo que se nota; de ahí la cercanía con el público».
Carlota C., responsable de @Carlotydes, no hace memes, «aunque me hacen mucha gracia y también los comparto». Ella prefiere recurrir a las ilustraciones. Estudiante de último curso de Arquitectura, hace unos meses comenzó a compartir sus dibujos astrológicos en redes sociales y comprobó la buena acogida de este tipo de contenidos.
«Siempre me ha causado mucho interés tanto la cultura clásica, la mitología y el arte medieval. También los manuscritos alquímicos, tratados astrológicos y otros documentos antiguos. A raíz de eso, comencé a investigar más sobre astrología y magia. También en tarot porque siempre me ha fascinado su simbología».
Carlota no sabe explicar el porqué de la buena acogida de estas disciplinas, pero sí es testigo en primera persona del fenómeno: su primer libro sobre el tema, Constelaciones, apenas acaba de publicarse y ya va por su segunda edición.