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Otras perlas que podían haberse dicho Rajoy y Sánchez en el debate del lunes

Normal que un debate de la vieja política los dos contrincantes se lanzasen insultos viejunos. Pero, ya que se tiraron al barro y se lanzaron al «y tú más», hubiéramos preferido un rotundo gilipollas, un escatológico tío mierda o un estruendoso hijoputa. Pero no. De tan educadas bocas solo salieron insultos como «ruin, mezquino y deleznable» y un eufemístico «no es decente».

¡Vive Dios, qué grandes ofensas! Porque, ¿qué se llamaron exactamente Mariano Rajoy Pedro Sánchez el pasado lunes?

Ruin, según el DRAE, proviene de ruina, lo que da una pista de lo malo que eso puede ser. Vil, bajo y despreciable, nada menos, en su primera acepción. Pero también de malas costumbres, mezquino y avariento. Hasta ahí en cuanto a carácter. Porque igualmente describe el físico de una persona: bajo, pequeño, desmedrado y humilde.

No sabemos si el señor Sánchez tiene una personalidad tan perversa, tanto no hemos intimado. Pero lo de pequeño, bajo y desmedrado va a ser que no.

Mezquino es un arabismo hispánico (miskín) que significaba originariamente «siervo de palacio». Se empleaba en la Edad Media para designar al «siervo de la gleba, de origen español, a diferencia del exarico, que era de origen moro». Como insulto, se aplica a personas faltas de nobleza de espíritu, que escatiman gastos, pequeñas, diminutas, desdichadas, desgraciadas, infelices… Unas joyas, vamos.

Deleznable, por su parte, es alguien despreciable y de poco valor. E indecente, que es a lo que remite ese «no decente», es alguien deshonesto, injusto e indecoroso.

Pero ya puestos a usar antigüedades para molestar al otro, por qué no haber elegido bellaco (malo, pícaro, ruín, pero también sagaz y astuto), mentecato (tonto, fatuo, falto de juicio, privado de razón), badulaque (persona necia, inconsistente e impuntual al cumplir sus compromisos), rufián (sin honor, perverso y despreciable y chuloputas),  infame (que carece de honra), malandrín (maligno, perverso, bellaco), pelele (simple e inútil), tarambana (alocado y de poco juicio), botarate (persona alboratada y de poco juicio), majadero (necio y pofiado), tarugo (hombre de mala traza, pequeño, gordo y de rudo entendimiento), zopenco (tonto y abrutado), bribón (haragán, pícaro y bellaco), estólido (falto de razón y discurso), gazmoño (que afecta devoción, escrúpulos o virtudes que no tiene), sabandija (despreciable) o gaznápiro (palurdo, simplón, torpe, que se queda embobado en cualquier cosa).

Nos hubieran sonado igual de desfasados, cierto. Pero cuánto hubiéramos aprendido, al menos en cuanto a Lengua se refiere.

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

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