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Javier Mariscal: "Los personajes de Chico y Rita son lo más cercano que he hecho al realismo


Cuba. Finales de los años 40. Chico y Rita inician una apasionada historia de amor. Chico es un joven pianista enamorado del jazz y Rita sueña con ser una gran cantante. Desde la noche que el destino los junta en un baile de La Habana, la vida va uniéndolos y separándolos como a los personajes de un bolero. Hasta aquí, una historia de amor más. Pero Chico y Rita no son reales. Son personajes de animación creados por el diseñador Javier Mariscal que, junto a Fernando Trueba, que acaban de estrenar su primer largometraje de animación para adultos.
Los boleros para los latinos son historias de amor terrible. Por eso, Fernando Trueba define su última película como una de estas canciones románticas: la historia de dos jóvenes en Cuba a finales de los 40 y la manera en que la vida les une y les separa. Vamos, lo mismo que en la letras de estas canciones. Pero esta trama está salpicada de música, sensualidad y color. Todo eso es Chico y Rita.
Para Javier Mariscal, la otra pata de este largometraje -la tercera sería la de Tono Errando al frente de las labores de producción- esta película es mucho más que eso, es un sueño que tenía desde hace mucho años, concretamente 10. Ese es el tiempo que ha pasado desde que se conocieron Trueba y Mariscal, cuando el realizador le encargó al diseñador la imagen gráfica para su documental sobre jazz latino Calle 54. Así comenzó esta relación que acaba de dar su mayor fruto: Chico y Rita.
Un bolero, un sueño… y también un orgasmo. «Después del enorme esfuerzo y tiempo empleados en establecer esta conversación íntima con el público durante una hora y media, ver el resultado en una pantalla grande y con un sonido potente es lo más parecido a un orgasmo», dice Mariscal, «sobre todo, cuando después de un pase en el cine Yara, un cine como los de antes, con 1.500 espectadores cubanos, o el Lincoln Center de Nueva York, ves que el público se emociona con la película».

¿Cómo surge la idea?
Hace muchos años que quería hacer un largo de animación. Cuando conocí a Trueba empezamos a tramar esta historia protagonizada por La Habana, Nueva York, el jazz latino y el amor. Cuando dos sueños se juntan acaban haciéndose realidad, sobre todo si a los dos les hace mucha ilusión que se cumplan. Yo nunca hubiera podido hacer Chico y Rita sin Trueba.
Dicen que Trueba es la cabeza y tú el corazón, que él representa la parte racional y tú la emocional. Buena combinación y… ¿buen entendimiento?
Con Fernando nunca hay problemas, es un tipo muy inteligente y muy generoso. Desde el principio sabíamos perfectamente qué era lo que queríamos el uno del otro. Y, aunque en ocasiones nos permitíamos mutuamente meternos en el terreno del otro, había una ley no escrita en la que al final la decisión era del más ‘entendido’, del que mejor conocía el tema en cuestión.
¿Cómo definirías el estilo de animación utilizado?
Durante mucho tiempo investigamos para encontrar el equilibrio entre realismo y animación. Queríamos tener lo mejor de los dos mundos, por eso decidimos rodar con actores que nos dieran una información muy precisa de la interpretación. Después, los animadores han trabajado limpiando el gesto, buscando siempre un estilo de movimiento gráfico y limpio. La animación de los personajes de Chico y Rita está hecha de manera tradicional, dibujada fotograma a fotograma. Un trabajo muy artesanal y complejo, pero con toda la magia del dibujo.
¿Cuántos animadores han trabajado en la película?
De los 150 animadores que se probaron, solo 40 trabajaron en Chico y Rita. Buscábamos profesionales que fueran capaces de olvidarse de todo lo que habían hecho hasta entonces y que supieran interiorizar, hacer suyo, el estilo de Chico y Rita. Fue duro decir a grandes profesionales que lo que buscábamos era otra cosa. Al final, los que se quedaron hicieron un trabajo extraordinario.
¿En quién te inspiras para crear los personajes de Rita y Chico?

Fundamentalmente en todas las cubanas y cubanos que he conocido en los viajes que he hecho a la isla. Bebo (Valdés) ha sido una inspiración, un referente, pero hay gestos de Chico que están pillados de las calles de La Habana. Los dos personajes surgen de la riqueza de la mezcla que hay en Cuba, de su ritmo, sus andares, su sensualidad y su gestualidad, tan característicos y tan expresivos.
¿Es más difícil inventarse un personaje o hacer una versión ‘Mariscal’ de un personaje real como Estrella Morente?
Siempre trabajas con referentes. Yo siempre digo que trabajo con ‘mi mala memoria’. Son imágenes que tienes almacenadas en tu cerebro y que luego la mano reproduce de manera distinta, las interpreta. Tú mismo te sorprendes con el resultado. En el caso de Estrella, la preocupación era conseguir un personaje que tuviera el alma de la cantante.
Habana es color. NY es gris. ¿Exigencia del guión?
La Habana es colorista, con una luz brillante, un clima caribeño y muy cálido, sin inviernos. NY tiene una paleta más comedida. Ambas ciudades son personajes de la película. La Habana es el escenario perfecto para mostrar la calidez y sensualidad de la manera de ser de los cubanos, el tempo lento que rige sus vidas. Nueva York, en cambio, es el mundo anglosajón, donde el tiempo es dinero y la vida se rige por otras reglas.
El Mariscal más conocido se deja ver más en los escenarios y paisajes que en los personajes. ¿Crees que es así?
No es algo de lo que yo pueda opinar porque no sé muy bien cuál es el Mariscal más conocido. Después de tantos años, sigo sin conocerme del todo, sin saber muy bien quién soy. Probablemente, los personajes de Chico y Rita son lo más cercano que he hecho al realismo en toda mi trayectoria.
¿Temes que haya gente en España que piense que la animación no es cosa de adultos?
Lo que ocurre es que en España los espectadores no han experimentado lo que es el cine de animación para adultos, pero puedo decir que en las proyecciones que hemos hecho de Chico y Rita el primer comentario de todo el público es que a los tres minutos se habían olvidado de que estaban viendo una peli de animación. Una película es una película, y no importa si está rodada, dibujada, o hecha en un ordenador. Lo importante son las emociones y la empatía con la historia y los personajes.

La Habana 1949
Cafetería Las Avenidas, Discos Yusmes, Huevos frescos Raúl, Radio Cadena Azul, Canadá Dry, Café La Margot, Tropicana…, prácticamente no hay en la película una imagen de la ciudad de La Habana en la que no se vea un cartel o anuncio. Y todos son reales. Han sido recuperados por el propio Javier Mariscal en un exhaustivo ejercicio de documentación.
“Antes de empezar hice un intenso trabajo de campo, dibujando localizaciones de interiores y exteriores en Cuba. Aunque el estancamiento económico del régimen castrista ha evitado que La Habana se haya transformado por el rápido desarrollo que se ha visto en la últimas cinco décadas, muchos de los edificios están deteriorados por el paso del tiempo. Encontramos un tesoro inesperado al descubrir que el gobierno de la época había preservado un archivo de fotografías de cada una de las esquinas de La Habana a partir de 1949, que coincidía con la fecha de arranque de nuestra historia”, explica Mariscal.
También se rescataron fotos tomadas dentro de los aviones que trasladaban a los norteamericanos a esta isla de fiestas. “Todos los días llegaban aviones procedentes de Nueva York, Washington y especialmente Miami. En estos vuelos les acompañaban un conjunto de músicos cubanos contratados para entretenerles. Encontramos fantásticas fotos de músicos tocando y norteamericanos fumando y completamente borrachos. Las fotos nos aportaron mucha información sobre los cubanos de esa época, las ropas que vestían, sus caras, sus calles, sus anuncios, coches, bares, es decir… la vida increíble de una increíble ciudad.







Por Juanjo Moreno

Juanjo Moreno es director de Yorokobu y Ling.

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