La arrolladora alegría de vivir de la periferia carioca

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«Siempre quise hacer un trabajo fotográfico sobre cómo los brasileños van a la playa. He intentado huir de los estereotipos de la pobreza y de la favela. Podría haber contado decenas de historias, pero elegí centrarme en una: la alegría de vivir de los cariocas». Julio Bittencourt (Brasilia, 1980) es uno de los fotógrafos más consolidados de la escena latinoamericana. Su trabajo Ramos, editado como fotolibro en 2015, se reestrena como una nueva exposición en Río de Janeiro, la ciudad donde fue gestado, y en Santos (São Paulo).

El Piscinão de Ramos es un lago artificial de 26.414 metros cuadrados, construido en 2001 en la zona norte de Río de Janeiro para ofrecer un área de ocio a los habitantes de la periferia. Esta enorme piscina recibe 30 millones de litros de agua salada de la Bahía de Guanabara, tristemente conocida durante los últimos Juegos Olímpicos por los altísimos niveles de polución y por el escándalo de la fallida descontaminación, que en su momento fue una de las promesas del Gobierno brasileño al COI para afianzar la candidatura de Río como sede olímpica.

Próxima al aeropuerto internacional y rodeada de dos decenas de favelas permanentemente en guerra, en su época más gloriosa esta piscina de agua marina llegó a ser frecuentada por 60.000 personas cada fin de semana. Incluso sirvió como escenario para una telenovela de la TV Globo. «La primera vez que oí hablar del Piscinão de Ramos tenía 20 años. Por alguna razón, aquella imagen se me quedó grabada en la cabeza», cuenta Bittencourt.

Ocho años después, comenzó a fotografiar este microcosmos durante los fines de semana del tórrido verano carioca. Bittencourt viajaba con frecuencia de São Paulo a Río de Janeiro, donde se quedaba en la zona residencial próxima a las playas de Ipanema y Leblon. El trayecto hasta el barrio de Ramos requería mucho tiempo por causa de la distancia y del tráfico. Después de un año y medio, decidió alquilar una casita en la entrada del Piscinão y de una favela para aprovechar mejor el tiempo y hacer una inmersión total en el universo Ramos. «Para mí fue muy importante. Me ayudó a entender mucho mejor el lugar y lo que estaba haciendo. Empecé a convivir con los vecinos. A veces, al final de la tarde, se sentaban conmigo a editar las fotos. Se lo pasaban pipa. Fue lo mejor que pude hacer», reconoce el artista.

Durante cuatro años Bittencourt pasó sus veranos en un lugar que los cariocas de clase media o alta jamás frecuentarían. Los prejuicios de una de las sociedades más clasistas de mundo convierten el Piscinão en una especie de gueto en biquini que las personas más cool o de mayor poder adquisitivo ni siquiera tienen interés en conocer. «Es muy común oír comentarios del tipo: “¿Por qué fotografiar el Piscinão de Ramos? En Río hay cosas mucho más bonitas’” Es una observación llena de prejuicios que un extranjero jamás haría», señala el fotógrafo.

De hecho, la creación de esta piscina estuvo acompañada de polémica. Fue criticada por ser un proyecto populista en busca de votos fáciles y por representar una forma de segregación social. Los ricos frecuentadores de las playas de Ipanema y Leblon prefieren tener lo más lejos posible a estos otros cariocas que comen carne seca con farofa y se decoloran los pelos de las piernas en la playa.

«Fue exactamente eso lo que intenté captar con mi trabajo: mi punto de vista sobre el asunto, por supuesto, pero también lo que más vi en este lugar, es decir, la sencillez y la espontaneidad. A esa gente no le importa lo que piensa su vecino de al lado. Lo que sentí en Ramos fue felicidad y levedad», cuenta el fotógrafo, que también recurre al humor y, en algún momento, al sarcasmo, para representar este surrealista balneario suburbano.

No es una casualidad que Martin Parr, que colaboró en la última fase de edición del libro, le haya comparado con Carlos Pérez Siquier, el genio español de la fotografía en color. «No conocía la obra de este autor, pero yo tengo una característica. Cuando estoy produciendo un trabajo, intento buscar pocas referencias. Trato de mantenerme muy presente en lo que estoy haciendo, aunque las referencias siempre me vienen a la cabeza», cuenta Bittencourt, que se declara admirador de Caravaggio.

Su trayectoria fotográfica está vertebrada alrededor de dos ejes recurrentes: el hombre y su relación con el espacio público, y los objetos que remiten a la memoria. «Todos mis trabajos tienen que ver con el ser humano, esté o no presente en las imágenes, y la forma en que ocupa el espacio. Es lo que más me preocupa».

Valeria Saccone

Periodista, fotógrafa y políglota. Mis dos pasiones: Brasil y Rusia. Tengo dos blogs: Historias de la pacificación y Viaje al Corazón de Rusia

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