Categorías
Entretenimiento Ideas

El origen de los dichos: La casa de Tócame Roque

Seguro que más de uno recurrirá a esta expresión en alguna reunión de vecinos. Porque la casa de Tócame Roque es aquella donde reina la confusión y hay con frecuencia alborotos y riñas. Y ese tipo de festejos se produce en estos eventos vecinales con más frecuencia de la que sería deseable.


Lo cierto es que esa casa sí existió. Se encontraba en Madrid, en el cruce de la calle Barquillo con la calle Belén. Todavía hoy existe una placa conmemorativa que recuerda el lugar exacto en el que se situaba. Ramón de la Cruz la inmortalizó en uno de sus sainetes titulado La Petra y la Juana o el buen casero. Y otros autores como Mesonero Romanos también se inspiraron en ella y en este tipo de edificios para construir sus imágenes costumbristas.

El edificio era una antigua corrala, con varios patios y muchas viviendas, vieja, fea y hecha un asquito, habitada por gentes de toda procedencia, especialmente por chisperos (herreros) que solían hacer sus trabajos en los patios de la misma. En total eran unos 80 vecinos que vivían en unas condiciones no muy buenas. Más o menos como en algún que otro edificio de renta antigua que todavía existen en la capital, donde el abandono por parte de los dueños es absoluto, buscando echar por fin a los inquilinos que habitan allí y poder especular con la venta del edificio.

Pero a lo que estamos. ¿Por qué lo de Tócame Roque? Según cuenta Fernández de los Ríos (Madrid, 1821-París, 1880), editor, historiador y periodista –entre otras muchas cosas-, en su obra Guía de Madrid, la casa perteneció a dos hermanos llamados Juan y Roque. Debido a una herencia mal resuelta, ambos se disputaban la propiedad de la misma y discutían con mucha frecuencia y muy acaloradamente sobre a quién tocaba el edificio en el reparto: “Tócame, Roque”, decía Juan a voz en grito. A lo que Roque contestaba: “¡No, no! ¡Tócame a mí”. “¡Que no, que tócame Roque!”… (y así, ad infinitum).Y como las paredes oyen y mucho más si los gritos de una bronca las atraviesan, no tardó mucho el chascarrillo en correr de boca en boca por las calles de Madrid, burlándose de la disputa.

No he encontrado por ningún lado a cuál de los dos hermanos acabó siendo otorgada por fin la corrala. Así que no puedo dar un final digno a la historia. Pero está comprobado que el “tócame, Roque” de Juan triunfó más que Manolete en el ruedo.

Lo de las riñas debía ser una maldición de esas que se apodera de algunos edificios y que da para hacer películas de terror. Solo que en la que nos ocupa, la bronca más famosa no fue la de los dos hermanos, sino la que montaron los vecinos de la corrala cuando el Ayuntamiento dio orden de derribarla, allá por 1850, por insegura e insalubre dicen algunos, pero sobre todo por la remodelación urbanística que se quería hacer allí. La historia nos suena, ¿no? Si es que hay cosas que no cambian mucho.

El dueño del edificio anunció a los inquilinos que debían desalojarlo y les dio un plazo de dos meses para irse. Pero los vecinos no estaban por la labor, amenazando además al propietario con hacerle mucha pupita. Volvió el dueño a darles otro plazo de tres meses que tampoco respetaron. Y así hasta que tuvo que intervenir la fuerza del orden público y echarles de allí a ‘golpe de autoridad’, no sin antes salir calentitos de la casa. Les desalojaron, sí. Pero tardaron más de un año en desahuciarles y se llevaron lo suyo. ¡Buenos eran los chisperos!

Por Mariángeles García

Mariángeles García se licenció en Filología Hispánica hace una pila de años, pero jamás osaría llamarse filóloga. Ahora se dedica a escribir cosillas en Yorokobu, Ling y otros proyectos de Yorokobu Plus porque, como el sueldo no le da para un lifting, la única manera de rejuvenecer es sentir curiosidad por el mundo que nos rodea. Por supuesto, tampoco se atreve a llamarse periodista.

Y no se le está dando muy mal porque en 2018 obtuvo el Premio Nacional de Periodismo Miguel Delibes, otorgado por la Asociación de Prensa de Valladolid, por su serie Relatos ortográficos, que se publica mensualmente en la edición impresa y online de Yorokobu.

A sus dos criaturas con piernas, se ha unido otra con forma de libro: Relatos ortográficos. Cómo echarle cuento a la norma lingüística, publicada por Pie de Página y que ha presentado en Los muchos libros (Cadena Ser) y Un idioma sin fronteras (RNE), entre otras muchas emisoras locales y diarios, para orgullo de su mamá.

Además de los Relatos, es autora de Conversaciones ortográficas, Y tú más, El origen de los dichos y Palabras con mucho cuento, todas ellas series publicadas en la edición online de Yorokobu. Su última turra en esta santa casa es Traductor simultáneo, un diccionario de palabros y expresiones de la generación Z para boomers como ella.

Salir de la versión móvil