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Creatividad

El concepto de belleza y la estética de lo feo

La belleza. Un concepto difícil de definir de forma absoluta y unívoca. La belleza está en la base de todo el sistema de creación de la moda —al menos, la entendida en el sentido más tradicional—, forma parte de la construcción de una marca, de su estética precisa y reconocible, hecha de referencias culturales y construcciones sartoriales. Cada gran diseñador juega con esta definición a su manera.

BELLEZA Y MODA

Después de la Segunda Guerra Mundial, monsieur Dior afirmaba que sus creaciones estaban pensadas para que las mujeres se sintiesen no solo bellas, sino también felices. Para devolverles la feminidad que les había sido negada durante la guerra —que las había convertido en soldados y supervivientes— a través del New Look y sus faldas amplias, que caían en forma de corola.

Para Yves Saint Laurent, la cuestión iba más allá y no se reducía a la mera belleza. Tenía que ver también con la fuerza: « […] Los hombres estaban mucho más seguros de sí mismos gracias a la ropa que llevaban, así que pensé en pantalones, chaquetas esmoquin y trencas para otorgar el mismo poder a las mujeres».

Ambos diseñadores iniciaron una revolución a su manera que, sin embargo, nunca traspasó los límites de lo estéticamente «desagradable», ya que permanecieron anclados a ese buen gusto que reinaba indiscutiblemente, por muy subjetivo que fuera.

ESTÉTICA UGLY-CHIC: LA MODA ROMPE LAS REGLAS

El concepto de bello y belleza se vuelve exuberante con la llegada de los años 80, con sus grandes hombreras, los dobladillos más cortos, los talles altos, los colores vivos y los estampados y materiales de todo tipo. Una estética que es un reflejo de la prosperidad económica, en la que el cuerpo, de forma narcisista, se convierte en el centro de la moda.

En este universo poblado de purpurina, la imperfección se impone de repente: Miuccia Prada, «la dama de la moda milanesa», debuta en 1996 con una colección diferente, en tonos turbios de marrón y verde aguacate, con estampados inspirados en la formica y el papel pintado, que marca un hito. Reinventa el concepto del mal gusto. Se atreve. Toma la estable y respetable tradición de la confección burguesa y la trastoca, la renueva. Desafía el leitmotiv subyacente de la moda de los años 80 —el «me visto para ser deseable a los ojos de los hombres»— y libera a la mujer, la pone en el centro y se focaliza en lo que la hace deseable no para los hombres, sino para ella misma.

[pullquote]«Lo feo es atractivo, lo feo es excitante. Tal vez porque es más nuevo. Para mí, la búsqueda de la fealdad es más interesante que la idea burguesa de la belleza»[/pullquote]

El resultado: colecciones cerebrales, conceptuales y feministas que introducen sistemáticamente un nuevo componente estético: lo feo. La suya es una afirmación casi filosófica: «Lo feo es atractivo, lo feo es excitante. Tal vez porque es más nuevo. Para mí, la búsqueda de la fealdad es más interesante que la idea burguesa de la belleza. ¿Y por qué? Porque lo feo es humano. Toca el lado sucio y desagradable de la gente. En la moda es algo escandaloso, pero en otras formas de arte es normal: en la pintura y el cine, la fealdad está a la orden del día. Pero en la moda no era así, por eso he sido criticada, por inventar la basura y la fealdad», dijo en una entrevista con el New York Times.

Entre las creaciones ugly-chic más famosas de Miuccia están las sandalias con plataforma que se llevan con calcetines de canalé de algodón, los uniformes de colegiala, rectos, los estampados geométricos que recuerdan a los manteles de las casas italianas de los años 70, las blusas abotonadas hasta el cuello, los chalecos sin mangas que se llevan sobre la piel desnuda.

Y luego están las diademas anchas y envolventes, y las faldas plisadas —por supuesto, una pieza clave en el estilo propio de la misma Miuccia—, los abrigos militares que mezclan tejidos y los zapatos ortopédicos. Lo feo y lo bello, lo rico y lo pobre, lo alto y lo bajo se unen en una inmediatez estética que obliga a clavar la mirada, a abrazar la distonía, porque al fin y al cabo es atractiva sin ser convencional.

Miuccia Prada abre el camino a creaciones «que rompen los esquemas», como las Crocs de Christopher Kane y las Crocs de cuña de Balenciaga, la Triple S de Balenciaga, las camisetas DHL de Vetements, sin olvidar las sandalias Birkenstock de Dior y Valentino o las creaciones Guccy de Alessandro Michele (extremadamente irónicas). La aceptación de la estética ugly chic —de lo feo-sofisticado, para ser claros— comienza con Miuccia.

Pero ¿qué lleva a las casas de moda y a los diseñadores a adoptar esta estética de lo feo?

ASFIXIADO POR IMÁGENES ESTÉTICAMENTE PERFECTAS

El punto de partida es la llamada economía de la atención, en la que estamos inmersos. El mundo de la moda se mueve con extrema rapidez (cada mes surgen nuevos estilos). Tenemos acceso a un sinfín de información —Instagram ha llenado nuestro campo de visión de imágenes perfectas y probablemente ha contribuido a que nos acostumbremos a la belleza— y, como resultado, se hace difícil encender la chispa de la curiosidad.

Por eso los diseñadores, para seguir siendo relevantes, tienen que crear prendas aún más atrevidas y extravagantes, en un intento de que la fealdad y lo desagradable despierten el interés del público.

MILAN, ITALY – FEBRUARY 21: Kaia Gerber walks the runway at the Prada show at Milan Fashion Week Autumn/Winter 2019/20 on February 21, 2019 in Milan, Italy.

La estética de lo feo sorprende. Es un reto constante. Y, sobre todo, se recuerda y gana donde la belleza falla. Porque mientras la belleza perfecta satisface, complace y tranquiliza a quien la contempla, la estética de lo feo tiene un poder transformador que es actividad, impulso, esfuerzo cerebral. Nos empuja a cuestionar gustos y opiniones que creíamos inamovibles.

Así pues, en un mundo en el que la belleza está siempre al alcance —y se da casi por sentada—, quizá la estética de lo feo sea la única opción para quienes realmente quieren destacar y hacerse notar.

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