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La gran mentira de los tres Reyes Magos según la Biblia

El Partido Popular de Madrid parece estar muy enfadado con Manuela Carmena y su administración. Pura novedad. Esta vez, la Navidad es la responsable. En dos distritos, Puente de Vallecas y San Blas-Canillejas, las comisiones preparatorias de la cabalgata de Reyes han tenido la feliz idea de que uno de los tres monarcas mágicos sea una mujer. Ha sido Sandra Rosell, concejal del PP, quien ha encabezado las críticas por «la falta de sentido común» y con la politcamente frase de «las carrozas de reina desfilan en carnaval», apelando a la protección a los infantes y sus fantasías navideñas.

El Ayuntamiento ha salido al paso asegurando que no será una reina, sino una mujer barbuda. Marta Gómez, concejala de San Blas-Canillejas, ha explicado que nunca han querido cambiar «la historia de los tres Reyes Magos» y que la fémina irá vestida de Rey Mago. Si de verdad quisiera acercarse a lo que sabemos de esa Historia, haría mejor en pedir a Rappel, Carlos Raticulín Jesús, Neil deGrasse Tyson o a cualquier otro obsesionado por las estrellas que presidiera la carroza que poner a tres personas-ya sean hombres o mujeres- vestidas de monarcas medievales para representar algo que supuestamente pasó en Oriente Próximo hace 2.016 años.

Lo primero a analizar sería la fuente primordial de esto: la Biblia. De los cuatro evangelios del Nuevo Testamento, solo San Mateo hace una referencia a ellos. El versículo exacto habla de magos, sin precisar número ni raza ni sexo ni nada, pero sí los tres regalos. El término griego es magoi, sinónimo de adivino y astrólogo o astrónomo, profesiones mucho más lógicas a la hora de que veas una estrella y te dé un viento siguiéndola hasta un pesebre en Belén. ¿De dónde sale entonces que sean tres, que sean reyes, que uno sea negro y que se llamen Melchor, Gaspar y Baltasar?

En las tradiciones cristianas del este, de hecho, son 12 magos, que habían estado esperando la estrella en unos montes de Persia desde que un anciano Adán se había refugiado allí ya con los tres regalos, sacados del jardín del Edén. El tridente de presentes encierra una propia simbología, siendo el oro los reyes, el incienso Dios y la mirra la mortalidad, ya que esta se usaba para ungir los cadáveres. Se supone que por simplificar, el cristianismo el oeste redujo los magos a tres en analogía con las dádivas.

La narrativa de los magis se fue ensalzando con el tiempo y su adoración se convirtió en un tema central para el cristianismo: la primera representación se encuentra en las catacumbas de Priscila en Roma. Su conversión en reyes se debe, según suponen, a una interpretación de un versículo de Salmos: «y se arrodillarán a él todos los reyes; le servirán todos los gentiles». Sobre el siglo VIII sus nombres aparecieron en un texto llamado Excerpta latina barbari, donde se habla de Bithisarea, Melichior y Gathaspa, de acuerdo con la Enciclopedia Británica.

Otro manuscrito de la misma época, el Excerpta et Collectanea sigue la tradición, dando más pistas de su perfil. Melchor es un rey anciano que viene de Arabia y lleva, además de una larga barba gris, el oro. Baltasar manda en Etiopía es de mediana edad, negro y regala incienso. Gaspar reina en Tarsus y le da, por descarte, la mirra. En el siglo XIV cambiarían reinos, quedándose Melchor con Persia, Baltasar con Arabia y Gaspar con India.

A quienes defienden demasiado las tradiciones inmovilistas, habría que recordarles que el anterior Papa eliminó al asno y el buey debido a que no aparecían en la Biblia y que mientras dos evangelistas aseguran que Jesús nació en Belén, otros dos afirman que fue en Nazaret. Los propios regalos a los niños son una muestra de evolución. La leyenda de San Nicolás habla del 6 de diciembre como día para hacer presentes a los niños. A principios del siglo XVI, Lutero, decidido a atacar la veneración de los santos, promueve el día 25 de diciembre como día de recibir regalos bajo los auspicios del niño Jesús, Christkind, que se sigue celebrando en Alemania. En EE UU se inicia Santa Claus, por la pronunciación de New Amsterdam/New York del nombre holandés de Sinterklass. Lo de que el traje rojo es culpa de CocaCola es una leyenda urbana.

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