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La historia de los 200 tableros de juego barrocos que se ocultan en las calles de Santiago de Compostela

Si no nos avisan de que están ahí, muchos no los vemos. Y, sin embargo, ahí están, medio ocultos en las calles y edificios de muchas ciudades históricas y esperando a ser redescubiertos: son tableros de juegos clásicos. Hace ya un tiempo los usaban los habitantes y visitantes de esos lugares para su entretenimiento y, desde entonces, han sobrevivido al paso de los siglos, ocultos en portales, bancos o plazas populares.

Los tableros de juegos se encuentran desperdigados por diferentes lugares y llegan desde las más diversas épocas. En España, hay tableros romanos en el teatro de Mérida o el anfiteatro de Itálica (Sevilla), o medievales grabados en el interior de la catedral de Ourense. Son solo unos pocos ejemplos, llegados desde puntos distantes de la geografía peninsular.

Catedral de Ourense. Foto: Colectivo A Rula

Uno de los mejores lugares para buscar tableros de juegos históricos es Santiago de Compostela. La zona antigua de la ciudad es un ejemplo de esplendor de arquitectura barroca y fue en ese período cuando se grabaron muchísimos tableros de juego repartidos por la urbe. Si se presta atención, se puede seguir el rastro de esos pequeños espacios para jugar al tres en raya. Son muchísimos y eso es lo que hace especial a Santiago.

«La existencia y conservación de tantos tableros de juego barrocos es exclusivo de Compostela», explica Luis Leclere, presidente del Colectivo A Rula, «y también algo exclusivamente urbano». El Colectivo A Rula hizo en 2018 un censo de juegos barrocos escondidos por las calles de Santiago. Esa primera investigación arrojó un saldo de 167 tableros de juego, que aún entonces se podían encontrar en plazas, puertas, cruceiros, escaleras y ventanas, repartidos por todo el casco monumental. Muchos siguen ahí, aunque los procesos de restauración y reparación de las calles a veces afectan a su supervivencia.

San Martiño Pinario. Foto: Colectivo A Rula

Además, el censo no está completo. Cuando el colectivo presentó esos números, ya dejaban claro que posiblemente habría más tableros de juego en la ciudad: en 2020 añadieron al listado unos cuantos más.

A diferencia de lo que ocurre con los —muchos menos— tableros de juego medievales que se conservan en la misma ciudad, los del barroco están situados en lugares públicos, a los que puede acercarse tanto hoy como en su época cualquier persona. Los juegos medievales están en «espacios cerrados, privados». Los juegos barrocos se conservaron, además, porque entonces se estaba asentando una ciudad en piedra y eso jugó a favor de su supervivencia. «Que se conservasen tantos ejemplares viene determinado, en buena medida, por el proceso de petrificación producido en el urbanismo de Compostela en la época barroca», explica Leclere. Algo grabado en piedra tiene un tanto más fácil resistir el paso del tiempo.

Cualquiera puede ahora buscar esos juegos en el Santiago contemporáneo, porque estos investigadores los han localizado en Google Maps. Armándose de un smartphone y prestando mucha atención a dónde se pisa, es relativamente fácil encontrarlos.

¿PARA QUIÉN ERAN ESTOS JUEGOS?

Está claro que este catálogo de cerca de dos centenares de tableros de juegos de la época barroca es ahora un elemento sorprendente, por mucho que quienes nos acerquemos ahora a verlos no vayamos con las piezas en el bolsillo para sentarnos a echar una partida. Pero ¿por qué y para quién se grababan esos juegos en su momento?

Plaza del Obradoiro. Foto: Colectivo A Rula

La aparición de estos juegos en las calles compostelanas está vinculada a un momento de esplendor de la ciudad. El Camino de Santiago había perdido el brillo de la época medieval, cierto, pero Santiago se estaba reinventando entonces, señala Luis Leclere, como núcleo asistencial. Era el lugar en el que se concentraban muchos servicios y fuentes de poder.

Pero que la ciudad estuviese en un momento de florecimiento económico —y se estuviesen haciendo por eso todos esos grandiosos edificios barrocos— no implica que todo el mundo viviese con las mismas condiciones materiales y estuviese en la misma situación económica. Había ricos en el Santiago barroco, sí, pero también había una parte muy importante de la población que se movía en el umbral de la pobreza.

Para sobrevivir, a esa población urbana no le quedaba más remedio que pasar muchas horas en la calle, de ahí que usasen esos esos tableros como espacio para el entretenimiento. La cifra de habitantes de la ciudad que no conseguían sobrevivir con los ingresos que lograban con su trabajo y que «debían recurrir habitualmente a la limosna para completarlos» estaba en «más del 90% de la población urbana», según las cifras que nos da Leclere.

Igrexa da Compañía. Foto: Colectivo A Rula

Los monasterios y los conventos de la época repartían de forma recurrente limosna entre quienes la necesitaban, pero para recibirla había que estar esperando que llegase el momento del reparto en la puerta de esos edificios. No sorprende, por tanto, que sean los atrios de esos espacios los que acumulan más tableros de juego. «Los atrios de San Martín Pinario, Santa Clara o la Merced son los conjuntos con mayor número de tableros y son la memoria de la gran desigualdad existente en la sociedad de la Compostela barroca», apunta Luis Leclere.

EL OCASO DE LOS JUEGOS GRABADOS EN LAS CALLES

Los habitantes de Santiago de Compostela no dejaron de jugar al tres en raya y a otros juegos populares con el paso del tiempo, aunque sí cambió el cómo y el dónde (y seguramente también el porqué) se hacía. En la investigación del Colectivo A Rula no han localizado tableros de juego posteriores al siglo XVIII. Es a finales de ese siglo cuando dejaron de grabarse tableros de juego en las calles de Santiago. En los edificios del siglo XIX, por ejemplo, ya no han encontrado ningún ejemplo de esos tableros integrados en los espacios públicos.

Foto: Raquel C. Pico

Los tableros barrocos que los habitantes del Santiago del siglo XXI habíamos olvidado siguieron, eso sí, ocupando los espacios que habían conquistado y hasta incluso siendo usados por algunos habitantes. «Tenemos constancia de que se siguieron usando hasta la segunda mitad del siglo XX con referencias que hablan de la organización de campeonatos en la plaza de la Quintana», indica Luis Leclere.

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