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La Rusia desconocida

Pasaron 20 años entre la primera y última visita de Valeria Saccone a Rusia. En 1991, con tan solo 19 años, la periodista italiana asistió al intento desesperado del ala dura comunista de rescatar el país de su eventual transición hacia el capitalismo. La Rusia que se encontró en el verano de 2011 era completamente distinta pero en el fondo exactamente igual.

“Al contrario de Europa, que ha tenido más de medio siglo para acostumbarse a vivir en una sociedad de consumo, todo ha ocurrido muy deprisa en la antigua Unión Soviética. Sin embargo, hay algo que casi todos siguen manteniendo, un apego brutal a la naturaleza”.

Saccone no regresó para hacer el enésimo reportaje sobre la cleptocracia de Vladimir Putin y la oligarquía que lo sostiene. Ni tampoco para denunciar las enormes desigualdades y corrupción que ha generado este nuevo sistema político. La reportera de televisión reconvertida en fotógrafa ocasional estaba aquí en busca del alma del país a través de su gente. “Durante tres meses me recorrí la parte europea de Rusia de arriba abajo, desde el Círculo Polar Ártico hasta el Cáucaso. Empecé en Murmansk, puerto y cementerio de los submarinos nucleares, y acabé en Sochi, el Benidorm ruso. Me quedaba solo en casas particulares que conocía a través de la web couchsurfing».

Tras el viaje, Saccone regresó a Madrid, donde trabaja como reportera de televisión con 220 gigas de fotos. “Estuve 4 meses editando en la escuela Blankpaper, donde había hecho un curso de fotografía anteriormente y logré pasar de 10.000 fotos a 200”.

La experiencia se ha plasmado en Priroda, un libro en formato operetta con la que muestra el lado más informal e íntimo de los rusos. “Todo el mundo piensa que son antipáticos y fríos pero cuando te abren la puerta de su casa, la cosa cambia. Si hablas su idioma, encuentras personas cercanas, muy apegadas a la naturaleza. Son cachondos. No son tanto de ir de copas aunque sí se toman sus vodkas. Son de estar en la dacha (casa de campo), pescar y estar en la sauna”.

PRIMER ACTO

El libro, aún sin editar, está dividido en tres actos. El primero lo define como moderato y retrata el apego que tienen los rusos al campo:

 

SEGUNDO ACTO

La segunda parte se mueve al ritmo de Allegro Vivacissimo para definir la irrupción del capitalismo y el consumo en sus vidas. Una amenaza velada hacia esa relación tan especial que mantienen con la naturaleza.


TERCER ACTO

Finalmente, en la última parte, las cosas vuelven lentamente a su cauce. Entramos en el adagio representado por la suavidad de las noches blancas en las que nunca se pone el sol. “Pese a todo, los rusos siempre vuelven a la naturaleza”.

“En el fondo, se trata de hacer reflexionar en el hecho de que, en realidad, muchos no sabemos nada de Rusia”, concluye Saccone.

Por Marcus Hurst

Marcus Hurst es Cofundador de Yorokobu y Redactor Jefe de Ling Magazine. Puedes seguirle en @marcushurst

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