André Bretón buscaba nuevos significados fuera del razonamiento lógico. Indagaba por ese espacio infinito y desconocido donde hay lugar para todo (absolutamente todo) y prohibiciones para nada (absolutamente nada). Esa búsqueda, iniciada por los años 20 en Francia, se llamó surrealismo. Hoy sigue haciendo escuela…
Una de ellas abrió un día cualquiera del último verano. Y no es una escuela. Ni una galería. Es un colectivo que ni siquiera se ha parado a ponerse nombre porque lo que realmente le interesa es “buscar la felicidad, ser una gran tarta de cumpleaños, untarse en Nocilla…”.
El que se unta en Nocilla es Miguel Olivares, director creativo de La Despensa. El que se cree una tarta de cumpleaños feliz es Harold Vas, supervisor de cuentas de esta agencia, y el que perpetúa esto en fotos (por el momento, luego veremos qué más hace) es Alfonso Herranz. Los tres, juntos, están detrás de la diminuta historia de este colectivo.
Dice Olivares que en la vida hay una vía principal. Es el día a día de su trabajo en una agencia de publicidad. Ahí hay señales de tráfico y límites de velocidad. “Nosotros buscamos carreteras secundarias. Es un colectivo sin ninguna pretensión. Lo único que queremos es salir del estrés diario y divertirnos con los objetos cotidianos”.
Lo primero que hicieron fue comprar 12 botes de nocilla y ponerlos en la cabeza de Miguel Olivares. Peinaron la crema como si se tratara de su cabello y acabó pasando pan de molde por aquellos falsos mechones para comérselo después.
Harold Vas se echó otros tantos botes de espuma de afeitar en su pelo y su rostro para convertirse en una tarta de cumpleaños. ¿Los siguientes? “Invitaremos a amigos para que hagan más cosas en este universo surrealista. No tenemos ideas preconcebidas. Es un método de prueba y error. Pasaremos todo por las manos del surrealismo a ver qué pasa”, comenta Olivares.
El surrealismo está en la esencia de todo lo que por ahí pase. Este filtro hace de “choque”. “No solo en el disparo”, dice el creativo. “No es solo que me eche 12 botes de Nocilla encima. Después tengo que ducharme a 40º para que se vaya y aún así todavía me queda cacao para que me chupen las orejas”.
Eso es el final. La obra quedó por medio. Antes fueron los preparativos. “Todo empieza cuando vas a comprar 12 botes de nocilla, cuando preguntas a una peluquera cómo puedes hacer un peinado con crema de cacao… Te ves en situaciones inusuales. O cuando pones a alguien unas velas encendidas en la cabeza y no sabes qué pasará si caen sobre espuma de afeitar. ¿Arderán?”.
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